Eduardo Momeñe: «Es difícil ser postmoderno sin haber sido moderno»

‘Oosterschelde’, 1999. Foto: Eduardo Momeñe.

El fotógrafo Eduardo Momeñe. Foto: Roberto Villalón.

El fotógrafo Eduardo Momeñe. Foto: Roberto Villalón.

En tiempos confusos, se necesita un faro. Eduardo Momeñe (Bilbao, 1952) ha sido un referente para varias generaciones de fotógrafos; no en vano lleva más de cuatro décadas en la profesión. Y lo sigue siendo, con su afán divulgador, que es lo que ha marcado su trayectoria y lo que destila en esta entrevista.

Tras su primera exposición en 1974, Eduardo Momeñe cogió su maleta y se plantó en París, donde trabajó en el estudio de Uwe Ommer. Posteriormente se instaló en Madrid, donde abarcó diferentes áreas: moda, retrato editorial, ilustración… Durante los 80, por su objetivo pasaron múltiples personajes de la cultura española y extranjera como Wim WendersRobert Mapplethorpe. Por todo ello ha publicado en revistas internacionales que incluyen Vogue, Style, Marie Claire o Elle. Una constante de su trayectoria es su afán divulgador. Por un lado, mediante la docencia, a través de diferentes escuelas, talleres, seminarios o dirigiendo el desaparecido Máster de Fotografía Documental de EFTI. Por otro, mediante programas de televisión, revistas o su popular ensayo La visión fotográfica, que se puede considerar de obligada lectura para cualquiera que se quiera dedicar a esto de hacer fotos.

Vivimos un momento especial en la fotografía española, aparece en medios internacionales, se habla de la nueva generación de fotógrafos… Desde tu larga experiencia, ¿cómo ves este momento? ¿Se trata de un espejismo?

El momento actual está definido por gente excelente –la hay muy buena, sin duda- que está haciendo cosas excelentes, y por gente no tan excelente que no está haciendo cosas tan excelentes. Yo me quedo con la gente excelente, y lo demás trato que no me distraiga. No todo lo que pasa merece la pena, pero me imagino que siempre ha sido así.

Pero el público aficionado ya no sabe con qué quedarse y en ocasiones puede pensar que le están engañando, o incluso propuestas que sí tienen interés no las acepta porque no las entiende.

No es fácil tener referencias claras cuando es tan difícil separar el grano de la paja. En este momento hay tanta información, hay tanta gente haciendo cosas y que puede enseñarlas, que es difícil filtrar. Para un chaval que empieza, tal volumen de información se puede traducir en desinformación, en confusión. Por ello creo que nos haría falta intentar una formación sólida, tomarse todo esto como algo a aprender; la búsqueda de un criterio, ese sería un gran reto, un gran aprendizaje. También hay un relativismo por el cual las cosas son buenas o malas dependiendo de quién lo diga, lo que lo complica un poco. Pero siempre he pensado que hay unas cosas que son casi objetivamente buenas y otras que son casi objetivamente no buenas.

¿Y cuáles son los criterios que aplicas para saber cuáles son las cosas buenas objetivamente?

Me imagino que el mismo que aplicamos a la Novena de Beethoven. Tal vez alguien pueda decir que la Novena no es algo interesante, pero hay una serie de elementos que te permiten pensar que casi objetivamente la Novena de Beethoven no es mala música, o que Las Meninas de Velázquez no es una mala pintura.

Entiendo, por tanto, que en fotografía se trata de aceptar aquellos valores clásicos que están consolidados para, a partir de ahí, crear un criterio.

Sí, soy partidario de meter muchas horas estudiando a los clásicos, porque los clásicos no mienten, han pasado la prueba del tiempo. Hay que tener en cuenta que hablan desde una posición muy incómoda, desde otro tiempo y en una sociedad que no es la nuestra y sin embargo sus obras las seguimos respetando. Que sigamos admirando a Mozart, después de tantos años, significa que es una garantía. No se hace arte para decir que lo anterior no valía sino para ampliar las posibilidades del lenguaje, en este caso artístico. Los grandes clásicos son una garantía, pero son, además, sobre los que tenemos que apoyarnos si queremos romper con ellos, con los más modernos de todos los modernos, sin duda. Es muy difícil ser postmoderno sin haber sido moderno. Si queremos ser rompedores, tenemos que innovar sobre algo que debemos conocer bien previamente; si no, no sabemos con qué rompemos. Pero ese conocimiento, ese criterio, no está tan fácil por ese exceso de información no seleccionada, pero también porque la fotografía, en cierto modo, no se ha visto como una materia a estudiar en profundidad. El criterio se consigue con formación y la formación se consigue queriéndola y buscándola. No es fácil, al menos a mí no me lo parece.

Parece ser que ya estamos en una fase en la que el debate sobre qué es y qué no es fotografía está superado. ¿Lo crees así? ¿Crees que el debate es necesario? ¿O directamente limitas claramente qué es fotografía?

A mí no me interesa ese debate, pienso que es un falso problema. Es tan sólo mi opinión, pero siento que tengo las ideas claras –para mí- sobre todo ello. No quiere decir que lo sea para los demás. Yo creo que la fotografía es un lenguaje. Un lenguaje muy definido, muy nítido, un lenguaje muy diferente al pictórico. La fotografía consiste en que cogemos una cámara y hacemos fotos. Yo no tengo nada contra la llamada “fotografía plástica”, a excepción de que se la llame fotografía, pues pienso que no lo es, sus problemas no son los de la fotografía.

¿Puede ser que con el interés de la fotografía por ser reconocida como arte ha adquirido los vicios del arte moderno?

Para mí, es el resultado de que no habido crítica fotográfica, y cuando digo crítica, me refiero a reflexiones serias sobre el hecho fotográfico. Ahora hay, nunca es tarde si la dicha es buena. Al menos en España, hemos tenido una excelente crítica pictórica, literaria, cinematográfica, musical, filosófica… pero no fotográfica. Las galerías de arte, en términos generales, no todas, tampoco han ayudado mucho a generar crítica, tenían sus pintores y sus artistas conceptuales, y se metieron en un negocio diferente, les cambiaron de producto, sin saber muy bien de qué iba. Parece que han intentado llegar al acuerdo por el que los pintores ya no usan óleos, sino que pintan con Photoshop sobre papel fotográfico. A mí, personalmente, no me interesa mucho ese mundo, y me interesa aún menos si se le llama “fotografía”. Me sentiría más cómodo si lo llamasen infografía o imágenes virtuales generadas por ordenador a partir de fotografías, lo veo más apropiado. El arte conceptual siempre ha utilizado la fotografía, pero no es fotografía. Y mucho menos la pintura, claro, al menos para los que respetamos al arte pictórico. Estos intentos ya los llevó a cabo el movimiento pictorialista hace más de siglo y medio, y con las mismas pretensiones que ahora. La historia se repite. Por fortuna, la historia de la fotografía, a pesar de ciertas apariencias, va por otro lado.

'Lago de Como'. Foto: Eduardo Momeñe.

‘Lago de Como’. Foto: Eduardo Momeñe.

'Oosterschelde', 1999. Foto: Eduardo Momeñe.

‘Oosterschelde’, 1999. Foto: Eduardo Momeñe.

Cuando te encuentras con certámenes fotográficos que premian proyectos basados en cosas como lecturas aleatorias por softwear de tarjetas digitales o que incluso se premian los textos que acompañan a las fotos y no a éstas, ¿qué te parece todo esto?

En realidad no es fotografía, son propuestas del arte conceptual. Si se le llamase arte conceptual simplemente, habría menos confusión. Me interesa mucho el buen arte conceptual, todo lo que ha venido después de Duchamp ha enriquecido y ampliado enormemente el lenguaje artístico, y la idea de arte ya es impensable de otra manera. Pero el arte conceptual tiene un problema; es muy fácil que parezca bueno en ciertos ambientes, también es una carga que ha soportado y soporta la fotografía. El arte conceptual me interesa mucho, desde Kosuth hasta Jeff Wall, pero yo a Wall no lo considero fotógrafo, aunque sí un gran artista conceptual. Los fotógrafos quizá somos más simples, más vulgares, tenemos menos cosas que opinar sobre el gran arte.

¿Tiene algo que ver la falta de formación, estando la fotografía ausente de las programaciones escolares?

En las escuelas, hablo del bachiller, no se enseña fotografía, pero tampoco arte. Si alguien tuviese un buen conocimiento del arte, enseguida entendería que la fotografía es un medio complejo y apasionante con características propias. Yo no diría que es un problema de educación visual o fotográfica sino de educación.

¿Ha cambiado la formación en el área fotográfica a lo largo de los años?

No lo sé, en ciertos ambientes sí hay un esfuerzo para que sea así. A mí me interesa la educación en general, pero yo, donde puedo estar, es en el terreno de la fotografía, porque llevo muchos años con ello y me ha interesado honestamente. La fotografía es una gran desconocida, aunque parecería todo lo contrario. Pienso que, en general, la educación habría que plantearla de otra forma; debería buscar que fuésemos mejores, no ratones de biblioteca, sino seres más inteligentes. Por eso creo que la fotografía no se enseña. Con un manual de instrucciones tienes lo básico, pero lo que hay que enseñar son otras muchas cosas que hacen la fotografía posible y que no se aprenden accidentalmente. Siempre he pensado que el estudio del arte, de la literatura, de la filosofía, e intentando averiguar que el ser humano y el mundo existen, puede ser una buena base.

Hay actualmente una tendencia de fotografía autorreferencial, es decir, fotografía investigando sobre fotografía, su lenguaje… Y desde mi punto de vista puede llevarnos a convertirnos en tratados de fotografía en lugar de comunicar. ¿Qué opinas sobre eso?

Yo sí creo que se puede comunicar con ello, y de hecho la fotografía es reflexiva desde hace mucho tiempo, y sin duda el arte conceptual tuvo que ver mucho con ello. Tengamos en cuenta que el arte conceptual que podemos ver ahora, que está hecho con fotografía, se hacía ya en los años 60 y 70, no era muy distinto de lo que se hace ahora -sí más reivindicativo, diría que más comprometido-, sólo que con fotos pequeñas y en blanco y negro y con vídeos de mala calidad, y ahora se hacen en color a gran tamaño y con vídeos de más calidad. Pero es muy difícil encontrar obras contemporáneas que no hayamos visto de alguna manera hace cincuenta o sesenta años. Eso también es una fuente de confusión, porque se piensa que son novedosas cosas que no lo son. Esta reflexión sobre la fotografía es ya la única opción que nos queda, lo único que podemos hacer con las fotografías es leerlas, de la misma manera que leemos el mundo. Ningún fotógrafo, en principio, hace fotografías ahora para decir que el mundo es muy bonito. La fotografía es para opinar, es desde dentro hacia fuera. Y eso puede comunicar muy bien, con una gran profundidad; pero no a nivel de, como decía Duchamp, belleza retiniana. Se trata de la belleza del lenguaje. La información que busca aportar un fotógrafo es estética, digamos lingüística, el lenguaje de la fotografía en acción. Pero una vez más, no es fácil. Nada en serio es fácil.

Muchas veces, el aficionado a la fotografía se encuentra con que no es capaz de leer la fotografías y que no las entiende.

Es muy fácil no entenderlo, porque exige especializarse. No están cómodos, no podemos creer que se puede entender de fotografía sin ponerse a ello; como en todas las cosas de la vida.

¿Tenemos que pedir al ‘lector’ que sea activo?

Bueno, podemos ser fotógrafos de fin de semana, que lo pasamos muy bien y no queremos líos. Pero si queremos complicarnos la vida, porque nos interesa el lenguaje, es necesario saber que esto va en serio. Sin duda, el lector tiene que ser activo, estamos ante un diálogo, debe haber un interlocutor válido. Me atrevería a decir que un cómplice. Por fortuna, la fotografía es difícil y por eso es tan apasionante.

Vivimos una época en la que todos vemos y fabricamos muchas más imágenes gracias a la facilidad que nos dan las nuevas tecnologías. ¿Es eso positivo?

Me parece muy bueno que a más gente le guste practicar un medio tan atractivo como es la fotografía, porque puede ser una excelente afición de fin de semana, y en todo caso es una extraordinaria prueba notarial de que existimos. Pero creo que cuando hablamos “nosotros, los que estamos en ello” sobre todo esto, a lo que se aspiramos es a ver esas obras que aportan inteligencia, conocimiento. No es obligatorio hacerlo, pero es nuestra finalidad, intentar hacer obras consistentes. Los juegos personales y privados son muy divertidos para el que los hace, pero si queremos comunicar a un cierto nivel, tenemos que estar en ese nivel. Si queremos obtener fotografías fantásticas, debemos ser fantásticos, al menos haciendo fotografías.

Históricamente siempre se han dado fotógrafos que se dedicaban a diferentes sectores: periodismo, moda, reportaje social…, pero tengo la sensación de que ahora la fotografía se divide en parcelas que no se relacionan, y no saben las unas de las otras.

Yo no diferencio entre parcelas. No depende de qué fotografías, sino de si somos buenos fotógrafos o no tan buenos. Un fotógrafo bueno es el que, con un pensamiento muy extraño como es el pensamiento visual, aporta conocimiento. Y no es fácil, porque con la boca es fácil hablar, pero hacerlo con una cámara muda, con un escáner que va por el mundo, es otra cuestión. Si ese escáner lo vemos como insuficiente para comunicarnos, podemos tener la tentación de meternos en un ordenador y comenzar a construir como un pintor a ver qué se puede hacer. O bien suplir nuestra falta de potencia visual con ciertas justificaciones de tipo intelectual. La tentación es fuerte. Cuando hablamos de Richard Avedon no nos preguntamos si es un gran retratista, o si es extraordinario fotógrafo de moda, o si hace un demoledor ensayo fotográfico en un manicomio. No nos preguntamos eso, decimos tan sólo que Richard Avedon es un gran fotógrafo.

'Gotham (reconstruccion)', 1999. Foto: Eduardo Momeñe.

‘Gotham (reconstruccion)’, 1999. Foto: Eduardo Momeñe.

'Retrato de cristina / Texto de Lewis Carroll'. Foto: Eduardo Momeñe.

‘Retrato de Cristina / Texto de Lewis Carroll’. Foto: Eduardo Momeñe.

En tiempos en los que es más fácil de hacer público tu trabajo, parece que hay mucha urgencia en conseguir un reconocimiento. Y la gente que empieza espera tener rápidamente una exposición, un fotolibro, un premio, si no, se siente frustrada. ¿No crees?

Es una trampa peligrosa. No se puede pensar de esa manera. Un fotógrafo tiene que tener confianza en sí mismo, centrarse en su trabajo, ir a por él, tener paciencia, incluso diría, aislarse. La prisa y la frustración demuestra que no lo queríamos de verdad. Quien va en serio sabe atravesar el desierto, porque sabe que es parte del negocio. Clint Eastwood empezó a ser respetado y a ganar oscars como director a partir de los 60 años, y Helmut Newton no mucho antes. Todo lo que sea urgencia, el estar ahí, puede ser divertido cuando tienes 20 años, pero no estoy seguro que lo sea cuando tienes más de 25.

Algunos fotógrafos creen que ha habido una falta de renovación generacional en la fotografía española, que ha habido un tapón generacional.

Eran tan pocos que eso no es muy posible. Pero no se puede perder energía pensando en si las cosas no son como deben, si son mejores o peores, si unos son esto o lo otro. La energía tiene que estar dirigida a ser mejor. Todo lo demás es dispersarla y agotarse. Lo que hagan los demás no es un problema de quien quiere hacer cosas.

Hablamos del boom de fotolibro. ¿Es tan importante el formato? ¿Es una moda?

Cuando hablamos de libros o de exposiciones, yo me pregunto antes: ¿cuál es nuestro trabajo previo? Antes que pensar en libros o en exposiciones, querríamos ver las fotografías que van a ir en ellos. Cuando alguien tiene una buena obra, ya veremos qué hacemos con ella. No me interesa el discurso posterior sin haberse demostrado que la obra merece ese discurso. Pero dicho esto, sí, el formato habla, y los libros son unos soportes extraordinarios para las fotografías, y de hecho siempre lo han sido. Me alegro mucho de esta revitalización, la del libro como un objeto de una gran belleza, como un objeto de conocimiento en sí mismo.

Y esta tendencia de muchos fotógrafos de “hacernos reflexionar” a través de sus fotos por imperativo…

Será si podemos, je, je. Podemos decir “yo quiero expresar”, y bueno, ya veremos si expresamos; o bien decimos “yo quiero hacer reflexionar”, pero ¿tenemos algo que ofrecer sobre lo que merezca la pena que reflexionemos? A mí, personalmente me interesa la parte visual de la fotografía, tan solo hago fotografías para obtener fotografías. Esta actitud me da mucha tranquilidad; no tengo nada que decir, qué opinar, no hay mensaje, no quiero cambiar el mundo con mis imágenes; tan sólo amables propuestas visuales. Ello me libera mucho.

¿Y a ti, qué te sigue motivando a hacer fotos?

Me gusta mucho, lo vivo como una actividad que me da mucho placer. Es lo que he comentado, hago fotografías para obtener fotografías, y son unos papeles que me gustan mucho. Soy un fotógrafo que intenta fabricar las mejores imágenes posibles, hasta donde uno llega; y cuando las veo y me gustan, me siento muy bien, y si gustan a los demás mejor todavía. No me dejo presionar por aquello de que hay que intentar hacer cosas nuevas, etc. Simplemente hago lo que hago sin pensar en otras cosas. Eso también hace que lo viva con placer.

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Comentarios

  • Pepa González

    Por Pepa González, el 21 noviembre 2015

    Qué hermosa entrevista. Qué gusto da leer, escuchar y ver la obra de Momeñe. Particularmente me ha enseñado y me enseña muchísimo, siempre es un gran referente.
    Enhorabuena!!!!

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