Ejemplos de que una alimentación más sana y justa es posible

Jornadas ‘UnoConCinco’, organizadas por la Fundación Daniel y Nina Carasso. Foto: Roberto del Castar.

‘Unoconcinco’ está relacionado con el aumento de la temperatura del planeta en 1,5 grados sobre los niveles pre-industriales, que según el Panel Internacional de Expertos en Cambio Climático (IPCC) –y el consenso mundial– no deberíamos sobrepasar por las devastadoras consecuencias que tendría para la humanidad y el resto de la naturaleza. “La alimentación es una de las causas del cambio climático, pero también en ella está su solución”, expuso Lucía Casani, directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso en España, entidad organizadora de ‘Encuentros de la alimentación sostenible’, celebrado recientemente en la Fundación Francisco Giner de los Ríos de Madrid.

Hay infinidad de eventos calificados de sostenibles y ecológicos con presentaciones rimbombantes de compromisos ambientales en los que las botellas de agua de plástico campan a sus anchas, se sirven ágapes con alimentos fuera de temporada y predominan los envases de plástico o papelería innecesaria sin ningún sello de sostenibilidad o reciclado. Cuando ves un programa impreso en un papel reciclado que está repleto de semillas para su posterior plantación –lo mismo que un bolígrafo–, un vaso en tu bolsa para rellenar con agua en un dispensario que pone ‘Rellena tu botella y llévatela contigo’ y un convite con productos de temporada, ecológicos y de cercanía –tanto que hablas directamente con quien los produce, distribuye, cocina o sirve–, piensas: esto empieza bien. Así empezó Unoconcinco. Encuentros de la alimentación sostenible en España.

La frase de Casani de la entradilla de este artículo fue de las primeras que se oyeron en el encuentro, y la siguiente, de Diego García-Vega, de las últimas: “Para nadar contracorriente hemos llegado bastante lejos, pero el modelo dominante debe dejar atrás sus prácticas destructivas”. García-Vega, joven biólogo altamente comprometido con la alimentación sostenible, fue el maestro de ceremonias y no dejó escapar que durante las ocho horas que duró la cita y las decenas de intervenciones que la jalonaron se expusieron los suficientes ejemplos como para pensar que el cambio es posible con un mayor apoyo de la sociedad, empresas y administraciones públicas incluidas.

“Lo ecológico me renta más aunque produzca menos”

García-Vega ya ha pasado por El Asombrario por sus proyectos para recuperar alimentos que se desperdician. Ahora acaba de estrenar el documental Revivir el campo (mañana le dedicaremos un artículo en El Asombrario), donde precisamente presenta a agricultores que ponen en marcha esas soluciones contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad de manera viable y rentable. “Lo ecológico me renta más, aunque produzca menos, porque empleo muchos menos insumos, como gasoil, fertilizantes o pesticidas”, explicaba en Unoconcinco Marcos Garcés, agricultor de Teruel que también es protagonista en Revivir el campo.

Garcés, como otras de las personas que intervinieron en el encuentro, también puso sobre la mesa las barreras que se encuentran y nos encontramos a la hora de cultivar, producir, distribuir y consumir alimentos que respetan la tierra y a quienes la trabajan. Escaso o nulo relevo generacional, fuerte inversión inicial, precios bajos en el origen y altos en el destino final, inestabilidad climática, productos que llegan de miles de kilómetros sin las exigencias ambientales y sociales que hay en España o ayudas de la Política Agraria Común (PAC) que siguen incentivando más la producción convencional que la ecológica. A esto habría que añadir un reciente artículo de Newtral con el siguiente titular: “El 22% de los pagos directos de la PAC acaban en el 1% de los beneficiarios con las explotaciones más grandes”.

Lo ecológico deja más margen a quien lo produce

“Mira, estos gráficos me acaban de llegar por WhatsApp y están basados en datos del Instituto Nacional de Estadística y de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos cruzados con los nuestros: desde 2021 la distribución convencional ha incrementado los precios un 28%, mientras que La Ecomarca lo ha hecho en un 15%, casi la mitad. Pero hay más, fíjate: en el reparto económico para un producto que cuesta 2,50 euros, cuando lo distribuye La Ecomarca, quien lo produce se lleva 1,82 euros y los intermediarios 0,68; mientras en el mercado convencional el reparto es de 0,57 y 1,93, respectivamente”.

Los pasillos, además de las ponencias en las tres salas habilitadas en la Fundación Francisco Giner de los Ríos, también son un buen lugar donde ampliar información y ahondar en esas barreras que impiden consolidar otro tipo de alimentación. Es en esos pasillos donde me muestra datos tan esclarecedores Beatriz Fernández, de La Ecomarca red de distribución de productos ecológicos a grupos de consumo. También lo es de los alimentos que formaron parte del menú del día: salteado de verano con verduras y arroz integral, albóndigas de lentejas con salsa roja y, de postre, cremoso de chocolate y manzana con crumble de cacao y frutas.

Hay que regenerar los paladares

Sigo por los pasillos para pasar de la tierra al paladar, de un extremo a otro de la cadena alimentaria. Es curioso, pero tras escuchar entre las ponencias que  otra de las barreras es devolver la vida y adaptar a prácticas menos lesivas una tierra que lleva décadas de uso intensivo de fertilizantes, pesticidas y herbicidas y laboreo en profundidad, Nani Moré, de la red Chef 2030, comenta algo similar sobre el paladar de la infancia: “Hay que empezar desde el principio a educar y agradar al paladar, de 0 a 3 años. Pero recuperar el paladar perdido es muy complejo debido a la sal, el azúcar y los potenciadores del sabor que se ingieren desde muy pronto. Puedes conseguir que con menos de tres años un peque coma un yogur sin echar azúcar, pero con diez años es muy complicado”.

Chef 2030 es una red de cocineras y cocineros encargada de elaborar menús con alimentos ecológicos, de temporada y de proximidad, especialmente para colegios. En Unoconcinco han cocinado el menú con los productos de La Ecomarca. Y en Garúa, con productos similares, enseñan a peques de colegios públicos de Madrid a hacer lo mismo: elaborar sus propias tostas o bocadillos. Se trata de GastroLab, un verdadero MasterChef Junior nada competitivo y con alimentos más sanos y naturales. Me lo presenta Abel Esteban, de la cooperativa Garúa, desde donde, gracias a fundaciones como Daniel y Nina Carasso y Fomento Hispania, pueden llevar a cabo estas iniciativas.

Uno de los paneles de UnoConCinco, encuentros sobre alimentación sostenible de la Fundación Carasso. Foto: RobertoDelCastar.

Uno de los paneles de ‘UnoConCinco, encuentros sobre alimentación sostenible’, de la Fundación Daniel y Nina Carasso. Foto: Roberto del Castar.

Frenar la desestructuración de la familia agraria

Vuelvo a las ponencias y a las barreras porque se expusieron numerosos ejemplos para franquearlas y que se pueden replicar en más lugares. Del relevo generacional se habló no solo como un problema para la gente joven que emprende o se asienta en el medio rural, sino que, como dijo Neus Monllor, coordinadora de la Red de Espacios de Test Agrarios (RETA): “No hay que olvidar el relevo familiar intentando buscar siempre nuevos emprendedores fuera. Relevo generacional es también pensar en las personas que se van, porque estamos sufriendo una desestructuración de la familia agraria”.

La propia RETA es un ejemplo de relevo en positivo, al proporcionar espacios donde jóvenes se instalan durante dos o tres años para testar su capacidad para emprender un negocio agrícola o ganadero, facilitándoles medios y acompañamiento continuo. Juan Mari Totorika, de la Asociación de Desarrollo Rural Urkiola (Vizcaya), expuso el caso de dos jóvenes protagonistas del primer Espacio Test Agrario de horticultura ecológica del País Vasco. Patricia González, subdirectora adjunta de Dinamización del Medio Rural en el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, puso el ejemplo de Cultiva, otro programa que facilita la formación en explotaciones modelo con estancias cortas –entre 4 y 15 días– de jóvenes que se quieren dedicar a la agricultura y la ganadería.

Maquinaria compartida y nueva vida para la “fruta imperfecta”

La propia González recordó: “Solo el 8,8% de las personas dedicadas al campo tienen menos de 41 años, mientras que por encima de los 65 años hay un 40%. Se necesita mucha inversión al comienzo y eso tira para atrás”. Pero también para esta última barrera se expusieron soluciones. Es el caso de la asociación AlVelAl y del proyecto A Regenerar. Gabriel Molina, responsable de comunicación de esta iniciativa que abarca tierras de Granada, Almería y Murcia, comentaba en el encuentro: “Empezamos con 35 personas y ahora hay 307 apoyadas con los fondos AlVelAl, facilitando su asentamiento, por ejemplo, con bancos de maquinaria compartida y centros de procesado en común, con la intención de que les resulte menos gravoso establecerse”.

Apoyarse en lo común, la colectivización y la autogestión se erigieron continuamente durante el encuentro como fórmulas a tener en cuenta.

“¿Por qué en lugar de financiar personas no financiamos centro de colectivización?”, se preguntaba Molina. Bancos de tierra, montes de socios, más formación y acompañamiento y más alianzas entre agricultores y ecologistas, una oficina conjunta sobre alimentación sostenible entre la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona y proyectos para reducir el desperdicio de alimentos fueron otros ejemplos y propuestas. “Compramos fruta y verdura fea e imperfecta y la transformamos en nuestro obrador en conservas, de esta manera luchamos contra la pérdida y el desperdicio alimentario, fomentamos la alimentación saludable para todos y damos empleo a personas en riesgo de exclusión”, expuso Mireia Barba, co-fundadora y directora de la Fundación Espigolador y de la marca de conservas vegetales Es Im-perfect.

Lucía Casani, directora de la Fundación Carasso.

Lucía Casani, directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso. Foto: Roberto del Castar.

Jóvenes que investigan por una alimentación sostenible y justa

Y además hay futuro. Marina Nahmias, hija de Daniel y Nina Carasso, recordó en la conclusión del encuentro: “Creamos la fundación en 2010 como un acto de amor hacia mis padres y su idea de conseguir una alimentación sana para las personas y los ecosistemas”.

Acto seguido se entregaron las ayudas Daniel Carasso Fellowship a tres jóvenes que “promueven un cambio hacia una alimentación sostenible y justa a través de la evidencia científica”. Todos pasarán a formar parte de la comunidad de investigadores SABE, otra manera de impulsar alternativas plausibles y replicables. Como dijo Ujué Fresán, farmacéutica, con máster en Salud Pública y doctorado en Biomedicina y una de las galardonadas, “mi intención es desarrollar herramientas para ayudar a las personas a cambiar sus patrones dietéticos”.

Al final, vuelven también los detalles. Por ejemplo, el relatario gráfico de Carla Boserman y Miranda Pérez-Hita, de Equipa Gráfica, un resumen en cómic del encuentro. También estaba la máquina expendedora que atendía Alex Peña, de noquedandemonios.com, artista escénico que recicla todo tipo de máquinas y que ofrecía una alternativa al típico regalo de estos eventos: ir a dicha máquina a extraer con un número un alimento de producción social y ecológicamente justa, y además escuchar en un audio información sobre quién y cómo lo produjo.

Con todo esto, no queda otra que plantar el programa de mano con semillas que recibimos a la entrada, para así cerrar el círculo de los detalles.

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