El autorretrato frente al amanerado ‘selfiemóvil’

Autorretrato de Victoria Iglesias.

La esencia debe estar en la búsqueda del equilibrio. El autorretrato frente al amanerado selfiemóvil, destruyendo “la paciente espera del momento”, como decía Alfred Stieglitz, que para mí significa fotografiar, ese momento en el que el fotógrafo desaparece. La fotografía deber ser camino para culminar en algo más profundo. El abuso –el exceso– le quita valor, la pone al borde del precipicio de lo vano. Mañana, como cada 19 de agosto, es el Día Mundial de la Fotografía.

Los ruidos hacen algunos instantes recordables que de otra forma pasarían desapercibidos. Como cuando escuchas el sonido de unas llaves girando en una cerradura, a la misma hora todos los días de lunes a viernes, tras dejar de fondo el sonido de una puerta de ascensor que se cierra: Ese era mi padre llegando del trabajo. De la misma manera que el estruendo de un barreno, en esas horas aburridas de estudio, era el sonido del desarrollo urbano de la margen izquierda del Nervión.

La fricción inconfundible, la banda sonora de fondo, al otro lado de la ventana, de los neumáticos en un día de lluvia. El tañido de las campanas del pueblo en domingo en una mañana amarilla y azul. Las voces de la radio amortiguada por las sábanas revueltas. El sonido de un retrete en un bar de Pozas, que huele también a colonia y a tabaco, cuando has tomado varios vinos y tu prima está esperando su turno, a tu lado, muerta de risa. Las olas por la noche. El chasquido suave de los besos húmedos. Y entre otros muchos sonidos deliciosos:

El sonido de un carrete y el clic.

La primera vez que tuve conciencia de una foto fue cuando cumplí mi primer año. Me pusieron la chaquetita que llevaba dos borlas y una diadema blanca en la cabeza. Me subieron a la mesa del salón y sonreí porque me daba vergüenza. Mi madre me miraba contenta, y Cruz, el fotógrafo, que era nuestro vecino, sujetaba con alegría la cámara.

Nadie se cree que yo recuerde ese momento. Yo, sin embargo, estoy convencida de que se equivocan. Es verdad que la foto se ha llenado, con el paso de los años, de sensaciones, tantas como cada vez que la sacaste de la caja y la miraste desde que te la hicieron cuando eras niña. Es verdad que las fotos se van llenando sin darnos cuenta, y a veces solo de nostalgia. Otras de garabatos en el reverso como le ocurre a ese retrato de la mesa en mi primer cumpleaños

Mi padre trajo varios tesoros a casa, poco a poco:

La máquina de escribir, el radio-casete, los prismáticos… Pero el primero de todos, aconsejado por Cruz, fue la cámara.

Enseguida mi hermana y yo nos peleamos por ella. Y es que creo que ese fue uno de los tesoros más mágicos, con olor a metal y a piel: La Rekina, alemana, que no era ni mucho menos la madre de las cámaras, pero sí era entonces la que nos hacía recordar:

Recuerdo el sabor de mis brazos a sal cuando veo la foto en blanco y negro de las cuatro hermanas colocadas en fila al lado de las olas en Sopelana. Y aquella donde estamos subidas, gracias a una silla, al caballo que mi tío aparcaba todos los días a la hora de la siesta. Mi otra prima mira con enfado esperando su turno, y el perro nos contempla tumbado en la tierra seca de Santibáñez, en el momento en el que mi hermana saca la foto, solo una, solo un disparo.

Recuerdo gracias a nuestra cámara a la abuela con su moño blanco, y el calor del corral y la humedad de los helechos y el tacto de los perros. A veces quería ser fotógrafa, pero lo que más encandilaba en ese momento era salir en la foto: 24 disparos por 24 momentos que abrazaban todo un verano.

Según los Yoruba, una tribu nigeriana, el creador del mundo envió a un artista a moldear humanos con arcilla. Y para ello modelaba la ori inu (cabeza interior, la esencia no material de un individuo) y la ori ade (cabeza exterior, la manifestación física de la persona). Desde que me hice fotógrafa por casualidad, si miro atrás me doy cuenta que siempre ha habido algo que me inquietaba y que, sin darme cuenta, siempre he estado persiguiendo: precisamente ese interior, ori inu del individuo. Y cuando hago ese repaso de mis fotos…

Tal vez solo lo he conseguido en las que tienen grietas, justo en aquellas que no nadan en la perfección de la luz entre grandes y numerosos focos de estudio (afortunadamente los he utilizado poco), y en aquellas fotos que se recolectan gracias a pausados disparos que antes, más que ahora, se hacían debido al esfuerzo que la fotografía analógica exigía.

Hay muchos careos: lo analógico, lo digital, lo eterno y lo efímero, el fotógrafo y el fotografiado, por supuesto. ¿La fotografía te hace inmortal e invicto o es justo lo que te demuestra tu derrota ante el paso del tiempo? ¿Es la esencia o es la apariencia?

La esencia debe estar en la búsqueda del equilibrio. La cantidad y el abuso devoran la inocencia de la belleza. El autorretrato frente al amanerado selfiemóvil, destruyendo “la paciente espera del momento”, como decía Alfred Stieglitz, que para mí significa fotografiar, ese momento en el que el fotógrafo desaparece. La fotografía deber ser camino para culminar en algo más profundo. El abuso la pone al borde de la desaparición y el precipicio. Porque no todo lo que vemos son fotos.

Como decía Susan Sontag: “Una fotografía no es el mero resultado del encuentro entre un acontecimiento y un fotógrafo; hacer imágenes es un acontecimiento en sí mismo”. No lo olvidemos.

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Comentarios

  • Cecilio

    Por Cecilio, el 18 agosto 2021

    Con este par de frases que bien defines la auténtica fotografía … actualmente vanalizada por millones de ignorantes Fotógrafos que móvil en mano disparan y disparan para no tener en cuenta cada momento que pasa por su retina
    “La fotografía deber ser camino para culminar en algo más profundo. El abuso la pone al borde de la desaparición y el precipicio.”

  • Josean

    Por Josean, el 18 agosto 2021

    Los que nos hemos formado en la fotografía analógica coincidiremos en gran parte de lo expuesto. Cuando cada vez que apretabas el dedo suponía un pastón, te obligaba a «ver» la foto en tu cabeza y en el visor ANTES de disparar. Ahora se tiende a hacer la foto y luego revisarla en el visor a ver si está bien…
    Por cierto, sospecho que la cámara sería en realidad una RETINA, fabricada en Alemania por Kodak (y sí, era y es una muy buena cámara). Ah, la memoria… cada vez que traemos un recuerdo a nuestra mente, lo reconstruimos y modificamos, cambiando la realidad que fue. Lo que damos por cierto quizá solo sea una aproximación desdibujada sobre la que construimos nuestra identidad.

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