El Ballet de Leipzig y ‘La Gran Misa’: ver lo que no podemos oír

UNA DE LAS GRANDES OBRAS DEL COREÓGRAFO UWE SCHOLZ LLEGA A ESPAÑA DE LA MANO DEL BALLET DE LEIPZIG. UNA VISIÓN CONTEMPORÁNEA DE LA MISA EN DO MENOR DE MOZART EN LA QUE EL TIEMPO, LA MÚSICA Y EL ESPACIO SE MOLDEAN DE FORMA IDEAL Y CAPRICHOSA.

ROCÍO HUERTA

Albert Boadella está convencido de que si la Iglesia contratara a los grandes directores musicales, a los mejores coreógrafos y bailarines, “la clientela aumentaría muchísimo”. Así lo expuso el director de los Teatros del Canal en la presentación de La Gran Misa del Ballet de Leipzig, que llega a Madrid en tres únicas funciones en la Sala Roja los días 8, 9 y 10 de febrero.

No es habitual en la escena a la que estamos acostumbrados representar un espectáculo religioso, pero los Teatros del Canal tienen excusa: Es Mozart y es una adaptación de su Misa en Do menor (junto al Requiem, su obra magna), adaptada por Uwe Scholz, uno de los grandes coreógrafos del siglo XX. La gran misa es más que un espectáculo; es un auténtico ritual.

El alemán Andreas Shüller, director musical del montaje, considera que La Gran Misa es la obra álgida del coreógrafo Uwe Scholz, fallecido en 2004 a los 45 años. “Scholz es capaz de combinar músicas de muy diferentes tendencias. Logró un reto que muy pocos han conseguido en el arte de la danza: ver lo que no podemos oír, nos permite captar visualmente la estructura musical”, explica Shüller. En esta versión de la misa de Mozart, las partes no escritas se reemplazan por cantos gregorianos y música contemporánea de György Kurtag, Thomas Jahn y Arvo Pärt, además de la lectura de los poemas de Paul Celan. En las partes cantadas de la Misa, los 38 bailarines del ballet se funden en el escenario con la Joven Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid, bajo la batuta de Víctor Gil.

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El espectáculo es, en definitiva, un auténtico collage de disciplinas artísticas que se sobreponen dando forma a un nuevo concepto de misa, de Mozart, de ballet y de orquesta.

Pero, ¿qué papel juega el elemento religioso en el montaje? El director musical explica que, aunque Mozart se basó en textos latinos de carácter inequívocamente creyente, se encargó de introducir elementos inquietantes con el fin de sembrarlos de dudas y de zonas oscuras, llegando a crear el sentimiento contrario al mensaje original del texto. Scholz retoma la dicotomía entre el texto y la música para darle otra vuelta de tuerca:  “A través de la coreografía se plantean otras preguntas fundamentales: si la religión sigue teniendo sentido, si existe una posibilidad de vivir en paz o si existe un lugar para la esperanza”. Y este es precisamente el reto más importante para los miembros del ballet.

Desde la muerte de Uwe Scholz, la obra se ha representado en innumerables ocasiones. En 2004 la compañía actuó en el Liceo de Barcelona, y ocho años después los aficionados tienen una segunda oportunidad para disfrutar de esta controvertida versión de una de las obras cumbre de Mozart, aunque no podrá ser en Madrid. Las entradas se agotaron a los tres días de ponerse a la venta. Bilbao, Pamplona y Valladolid son las próximas paradas de esta compañía-torbellino que recorre los escenarios de todo el mundo en puntas de ballet.

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