El Beso: arte urbano entre vecinas para contar ‘el pequeño Caribe’ madrileño

Mujeres participantes del proyecto artístico participativo 'El beso'.

Mujeres participantes del proyecto artístico participativo ‘El beso’.

Mujeres participantes del proyecto artístico participativo 'El beso'.

Mujeres participantes del proyecto artístico participativo ‘El beso’.

Mujeres de 22 nacionalidades han dado forma a la exposición urbana El Beso, que puede verse en la madrileña calle Topete (en el barrio de Tetuán), a la que últimamente se llama ‘el pequeño Caribe’, hasta el 12 de octubre. Por un lado, grandes lonas con sus testimonios cubren fachadas, escaparates y balcones. La otra pata del proyecto es un tour virtual por la calle a través de las miradas y las voces de estas vecinas que han creado la nueva iconografía de un espacio a menudo relacionado con una imagen de violencia. A través del arte colaborativo, las participantes trasladan mensajes que tienen que ver con los afectos, los cuidados y las relaciones personales.

“Ésta es una calle llena de cariño y de recuerdos. Hay personas transeúntes de diferentes razas, países, que pasan y queda su cariño, sus encuentros”. Juana es una vecina de origen dominicano y una de las voces que forman parte de esta iniciativa artística que ha puesto el foco en la madrileña calle Topete a través del proyecto El Beso. Su creadora, la artista Elena Tóxica, explica que esta calle, por la lectura de género que suscitaba y por el componente humano, les pareció adecuada para su línea de trabajo con proyectos de arte público colaborativos desde perspectiva feminista y la orientación sexual. “Es una calle muy estigmatizada por noticias recurrentes de violencia y degradación y presenta una ocupación tanto física como simbólica muy masculinizada. La voz de las mujeres está invisibilizada a pesar del papel esencial que tienen en la calle: ellas dirigen buena parte de los negocios que dinamizan la calle, son empresarias, emprendedoras, autónomas, mujeres muy luchadoras y con personalidades fuertes. Nuestro diagnóstico hacía referencia a la necesidad de escuchar a estas mujeres, a completar el cuadro de la calle con lo que ellas quieren transmitirnos”.

El proceso ha sido minucioso. Un equipo profesional de mediadoras ha convivido con vecinas en Topete durante unos meses. “Nos hemos reunido en los establecimientos de la calle, en las peluquerías, en los bares, en los dispositivos municipales, en meriendas, en microentrevistas, en encuentros persona a persona”. En total, 72 testimonios de mujeres que con su imagen, su voz y una ubicación simbólica en la calle que ellas mismas han elegido configuran una de las dos obras que constituyen El Beso. Se trata de un tour virtual por esta calle, a modo de paseo, que puede verse aquí.

Para la otra pata del proyecto se han seleccionado 20 testimonios convertidos en 20 lonas serigrafiadas en gran formato que cubren balcones, escaparates y fachadas de la calle y que permanecerán hasta el 12 de octubre. “Esta ocupación simbólica del espacio urbano busca una reflexión que ellas nos proponen, una visibilización de una parte de la realidad de Topete a la que no se le ha dado un lugar hasta el momento”, explica Elena.

Para Carolina, de origen salvadoreño, “la calle Topete puede ser una gran oportunidad para mostrar que blancos y no blancos podemos convivir de forma pacífica compartiendo todo nuestro colorido”. Y Mercedes, de origen español, cree que “las mujeres de la calle Topete son potentes, me evocan valentía y poder, han afrontado apuestas vitales importantes”.

El proyecto El Beso nació a partir de la convocatoria que Imagina Madrid (de Intermediae, Matadero, Ayuntamiento de Madrid) lanzó en 2017 para proponer proyectos artísticos de intervención en nueve lugares de la ciudad. Entre los objetivos: construir redes que conectaran a estas mujeres entre sí y con las administraciones, resignificar la calle y conectarlas entre grupos sociales segmentados por sus diversos orígenes (el proyecto ha reunido a 22 nacionalidades) o generacionalmente (cuenta con mujeres de todas las edades). El mensaje final creado entre ellas habla de los afectos, los cuidados y las relaciones personales, frente a los actuales parámetros de confrontación.

Para Elena, “la experiencia estética es algo profundo para quienes la disfrutan y no necesariamente consiste en visitar un museo o estar al tanto del arte elevado. Creemos que precisamente el impacto que produce el arte es capaz de generar reacciones en cadena fruto de las reflexiones a las que conduce. El arte político o social nace con el convencimiento de que puede apoyar e incluso generar cambios en la ciudadanía”.

Desde el proyecto han buscado cuidar los detalles con las participantes para que decidieran sobre su imagen y su testimonio en todo momento y pudiesen opinar sobre la construcción de la obra. “Para ellas ha sido muy emocionante, se lo enviaban a sus familiares y amigos. En algunos casos, como muchas veces ocurre con las mujeres que no están acostumbradas a ocupar el espacio público, era difícil confrontarse con su imagen o el sonido de su voz. Querían invisibilizarse, tenían miedo a su posible notoriedad. Con ellas hemos intentado que se sintieran protegidas buscando ángulos de cámara o filtros de voz que permitiesen que su testimonio llegara pero su identidad quedase protegida. Esto ocurre mucho cuando trabajas con mujeres, en estos detalles aprecias dónde estamos todavía como sociedad”.

Sus voces ahí quedan. Entre ellas la de Flor, de origen chino: “Mi niña ha nacido en este barrio y le encanta. Ya no quiere cambiar. Le gusta la comida latina, la música, la gente. Ésta es como una calle pueblo de mi país”.

Más información en su página web

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