El libro sobre la violación que todos los hombres deberían leer
He dejado pasar el verano y el otoño para sentarme a escribir sobre ‘Violación. Una historia de amor’ de Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), una de las escritoras estadounidenses imprescindibles de todos los tiempos, con más de 100 libros publicados. Y no ha sido porque no tuviera claro desde el principio la importancia literaria, narrativa, política y humana de este libro. Pero es un libro tan feroz, tan explícito y aterrador, pero tan bello al mismo tiempo, que su lectura me sumió en un extraño mutismo. Un libro que especifica y escenifica sin pudor la cultura de la violación, algo que no se enseña, pero que a la mayoría de los hombres les resulta sencillo aprender.
Lo justo hubiera sido sentarme a escribir después de su lectura y dejar que toda la rabia que se quedó dentro de mi memoria cuando llegue a la última página se derramara sobre el papel con esa violencia que derrama el agua que encuentra de nuevo el cauce que la especulación inmobiliaria había convertido en un fantasma.
Pero no, me quedé callada, asimilando cada palabra, cada eco, cada vejación que la permisividad social autoriza dentro de esa caseta. Y hoy, muchos meses después, me siento frente al papel en blanco tratando de subtitular las emociones que este libro delgado y franco le arranca a mi memoria. Y vuelvo a darme cuenta de que todas sus frases llevan a la desesperación porque enseñan con exactitud la indefensión de su protagonista. La mujer marcada a la que se le impide rehacer su vida. Una mujer que merece la alegría y no el dolor que le ha tocado vivir. Una mujer a la que nadie entiende. Una víctima del fanatismo patriarcal, del golpe seco que siempre inflinge la violencia machista:
“La hija tanbien bebió cerveza. En esa familia, de tal palo, tal astilla”.
La mujer a la que la oscuridad y la brutalidad le arrebataron el futuro. A veces sobrevivir es la más sanguinaria pena de muerte y este libro habla a la perfección de ese sentimiento, de esa vida que solo puede ser llamada así porque tus pulmones y tu corazón se han aliado para gastarte una broma macabra, y, pese a todo, y pese a tus deseos de desaparecer, se empeñan en cumplir a rajatabla con sus necesidades fisiológicas:
“Con los años pasó por su vida un cierto número de hombres, pero ninguno se quedó a dormir en vuestra casa de Ninth Street. Tu madre no lo permitía, no quería ofenderte”.
Joyce Carol Oates nos cuenta esta dura historia sin ninguna contención. No escatima verdad, pese a que la verdad sea una piedra en manos del diablo, una piedra que impactará contra nuestra carne una y mil veces, una piedra que siempre dará en el blanco. Todo es perfecto en esta narración de capítulos cortos y atroces como las dentelladas de un loco que ha perdido el control de su vida antes de sumergirse para siempre en el contradictorio limbo de una camisa de fuerza. Joyce nos cuenta la historia de Teena, pero a quien en realidad se la cuenta es a su hija, un “cadáver” invitado a una orgía unilateral cuyo idioma le ha dejado sorda y casi huérfana:
“Era un chiste malo oír a ese profesional con su bata blanca pronunciar cierta palabras.
–No hay que perder la esperanza.
Tú veías la esperanza ascender al cielo. Una endeble cometa desgarrada por los vientos del lago Ontario. Te reías de puro miedo”.
Como decía más arriba, Joyce, no renuncia a la belleza que es intrínseca a su narrativa, a pesar del tema al que se enfrenta esta novela testimonio. No renuncia al preciosismo de su literatura, no renuncia a esa cualidad límpida que es vital para que sus historias nos traspasen el alma, y que no es otra que aligerar de adornos estéticos una narración que ha de ser como ese cuerpo desnudo que tras un accidente queda a merced de la intemperie en un territorio de difícil acceso. Joyce destroza las sinergias negativas y solo ofrece la realidad, los golpes secos de la violencia contra la carne de sus protagonistas, que ella convierte en la de todas las mujeres del mundo:
“Tu infancia había terminado, pero, mientras tu madre no recordara lo ocurrido, podías comportarte como “antes”.
«La vigilia en el St. Mary. El final de tu infancia».
Especifica y escenifica sin pudor la cultura de la violación, algo que no se enseña, pero que a la mayoría de los hombres les resulta sencillo aprender. Puede que no sepan sumar, puede que no sepan leer, pero siempre sabrán violar o pegar a una mujer.
Y para ello Joyce muestra dos vidas que se rompen por idénticos lugares en una sincronía, pese a sus disímiles estéticas, que abre en canal al lector.
Violación. Una historia de amor (ojo a la valerosa dualidad del título, del escalofrío eterno y estentóreo que formar en nuestro porvenir su contradicción) es un libro difícil de sostener, difícil de conservar, porque cualquier hueco que encuentres para él en tu biblioteca abrirá una herida en los otros libros y sobre los nombres de otros autores. Y, sin embargo, es un libro que habría que obligar a tener a todos los hombres del mundo:
“Corriste a la habitación. Mamá, que ya caminaba con su bastón, estaba sentada en el borde de una silla y se mecía lentamente adelante y atrás, con los puños apretados contra los ojos. Viste con total claridad que Teena Maguire ya no era la mujer que otras envidiaban o miraban con interés y admiración por la calle. Viste que no deseaba que te acercaras a ella, que la tocaras”.
“Eras una niña tímida convertida en una niña valiente”.
Violación. Una historia de amor es el diario que no puede escribir una hija, la resurrección por persona interpuesta, un acto de generosidad tan extremo que solo podría haber salido del corazón de una mujer, de una escritora como Joyce Carol Oates.
No es un libro sencillo, pese a estar contado con una sencillez y una naturalidad incuestionables. Es un abismo que mutila la mirada de quien se asoma a él de esa forma en que un tiburón mutila sin ningún atisbo de prudencia las extremidades inferiores de un bañista que no respeta las señales de peligro. Y, sin embargo, es un libro que te ofrece una seguridad insospechada, la de nombrar lo incómodo, la de certificar que una mujer, aunque vaya acompañada de su hija, es la rehén predilecta de la noche y de todas las alimañas que sus sombras fabrican. Un libro imprescindible como lo es la comunión en la boca de ese niño, que pese a seguir las normas, sabe que quien mastica por primera vez el cuerpo de Cristo está condenado a ser ateo.
No dejen de leerlo, porque es un ejercicio de fructífera honestidad, el libro que hubiese deseado escribir Truman Capote aun a sabiendas de que jamás hubiera estado a su alcance.
‘Violación. Una historia de amor’. Joyce Carol Oates. Contraseña. 156 páginas.
Comentarios
Por angel coronado, el 25 enero 2023
Me ocurre siempre. Entre Sonia Fides y el autor del artículo que comenta en cada caso, dejo de apreciar el espacio de rigor que separa lo que se dice de aquello que dice lo que se dice. Porque yo, puesto a decir algo sobre lo que Sonia Fides dice que dice Joyce Carol Oates, digo lo mismo que ambas dicen. Lo mismo, porque sin ellas seguiría diciendo eso, pero peor.
Consecuentemente, y si acaso algún día se ofreciese la ocasión de completar este comentario, lo haría sin perjuicio de lo dicho, pero pienso que mejor después de haber leído directamente a Joyce Carol Oates.