El ‘ornitociclista’ que vino a Extremadura para escuchar ruiseñores

Dave Langlois, autor del libro ‘Los cantos de las aves. El orfeón olvidado’.

No es fácil quedar con Dave Langlois. Te lo advierte por correo electrónico: “Me levanto cada día a las cinco para disfrutar a tope del coro del alba y por lo tanto me acuesto a las nueve”. Así que quedamos a la hora del té, un horario de lo más británico para charlar con este inglés en el jardín de su casa en Villanueva de la Vera, Cáceres. Con 74 años, este apasionado de la ornitología, autor de un libro fabuloso, ‘Los cantos de las aves. El orfeón olvidado’ (Tundra, 2022), se vanagloria de ser un “ornitociclista” muy especial, capaz de recorrer en bicicleta más de 12.000 kilómetros al año con el único objetivo, asegura que plenamente justificado, de disfrutar de lo que considera el mayor espectáculo del mundo: el canto primaveral de las aves al amanecer.

Muchos madrugones sólo para escuchar pájaros. ¿Merece la pena?

Hay una ruta que hago mucho en bici desde casa. Son unos 10 kilómetros, y contando uno por uno me salen en total 114 machos de ruiseñor cantando. De vez en cuando, hago una ruta más larga, de 100 kilómetros, y escucho como mínimo 1.000 ruiseñores, que es la sexta parte de toda la población de Gran Bretaña en una sola salida en bicicleta.

¿Tantos ruiseñores hay en Extremadura?

En Gran Bretaña hay 6.000 parejas de ruiseñor y solo aquí en La Vera se calcula que habrá unas 50.000 parejas.

¿Son los ruiseñores la razón por la que te viniste a vivir a La Vera?

No es la única razón, pero casi. Lo triste es que me los han quitado, porque mi sueño de toda la vida era poder escuchar un ruiseñor desde casa. Hay uno aquí que canta de vez en cuando, al que yo llamo el manta porque el pobre apenas canta, porque siempre hacen desbroces brutales en mayo y en junio y trituran sus nidos. Yo tenía antes tres parejas cantando y estaba en la gloria con ellos, pero llegó el mandado de turno en mayo y tú intentas pararlos y no te entienden, no ven la diferencia que puede haber entre hacerlo en mayo y junio o en febrero y marzo. Me han quitado el sueño de toda la vida.

¿Pero tú de dónde eres?

De Londres. Por eso salí de allí en cuanto pude.

Creo que para escuchar tu primer ruiseñor en Inglaterra tuviste que hacer una larga excursión en bicicleta.

Tuve que irme a más de 40 kilómetros de distancia, pero creo que allí ya no quedan, han desaparecido de esa zona. Cada vez quedan menos ruiseñores en Gran Bretaña.

¿Por qué te gusta ver y escuchar aves desde la bicicleta?

Porque llegas más lejos, no haces ruido y son muy confiadas. En la bici puedes estar a 10-20 metros y pasan de ti. Cuando cantan ocurre lo mismo. Pasas al lado de un ruiseñor con la bicicleta a dos metros y no deja de cantar.

En tu libro defiendes que Beethoven se inspiró en el canto del herrerillo para el comienzo de su quinta sinfonía, el famoso Ta ta ta ta taaaa, pero a mí me suena más al canto de un escribano cerillo.

Es algo que también dicen muchas personas. Beethoven dejó escrito: “Cuando voy caminando por el campo, los escribanos cerillos, los ruiseñores, las codornices y los cucos van componiendo conmigo”. Iba cosechando cantos de los pájaros todos los días de la primavera, yo creo que era algo subliminal. En muchas composiciones de los músicos puedes identificar el eco de esos sonidos que han ido recogiendo en sus caminatas por el campo.

Para demostrarlo, Dave tararea el tercer movimiento del concierto para violín de Beethoven como si fuera el canto de un pájaro. Asegura que esa conocida melodía se basa, sin lugar a dudas, en la melodía de un mirlo. ¿Seguro que suena a mirlo?

Está muy sintetizado, pero es un mirlo que sube y baja, y luego tiene esa nota que pide resolución. Obviamente, un fuera de serie como Beethoven tenía que incorporar esos cantos que oía. Yo siempre digo que no es cuestión de plagio, es que en personas con tanta sensibilidad auditiva es imposible que puedan vivir rodeadas por estos maestros sin incorporarlos a sus obras. Los cantos de las aves son la base de todas las músicas. ¿Cuánto tiempo llevan en la Tierra? 90 millones de años haciendo música, mucho antes de que apareciéramos los seres humanos. Y cuando nosotros llegamos, la única referencia musical que existía era la de las aves.

Una de las ilustraciones del libro ‘Los cantos de las aves. El orfeón olvidado’.

Entonces, ¿los pájaros nos enseñaron a cantar?

Yo creo que sí, aunque eso no quiere decir que sean felices. Tiene que ser un coñazo para un pinzón estar cantando la misma frase medio millón de veces cada primavera. Los pájaros no tienen sentido de la belleza. Nosotros hemos asimilado nuestro concepto de la belleza con lo que funciona en la naturaleza, y los sonidos puros con una onda sinusoidal regular funcionan muy bien porque son muy direccionales, oyes muy bien la llegada desfasada a los dos oídos y sabes perfectamente dónde está todo. El mirlo tiene que saber dónde están sus enemigos en todo momento. Los sonidos puros suenan bien para nuestros oídos, y después de miles de años de estar conviviendo con las aves hemos asimilado su canto con nuestro concepto de belleza sonora.

‘El orfeón olvidado’, el título de tu libro, es muy duro

Y también muy triste. Hoy en día damos más importancia al hilo musical más cutre de un centro comercial que a todos los cantos de las aves, que son un milagro de la evolución con millones de años de pericia compositiva detrás. Un ejemplo perfecto me ha pasado esta misma mañana. Salgo a las cinco con la bici y noto un ruido detrás que es el coche de la Guardia Civil. Me paran mucho. Me ven y se les rompen todos los esquemas. ¿Que adónde voy? ¿Un paseíto a estas horas para escuchar pájaros? Es inconcebible que no entiendan que salir a esas horas de casa para disfrutar del apogeo de los ruiseñores merece la pena. Y yo le dije [al guardia civil]: pero, tío, ¿no has oído esta maravilla? Y tuvimos un pequeño rifirrafe. Al final se fueron, que pase usted un buen día. Soy el único loco que sale a disfrutar de esto. Nadie más lo hace y no lo entiendo. No es que no lo hagan muchos, es que no lo hace nadie.

Justo en ese momento el canto de un ruiseñor se une a la conversación, como para ratificar las palabras de Dave. Debe de ser el famoso ‘manta’ al que no dejan criar. ¿Qué sientes cuando como ahora escuchas al ruiseñor?

Siento un gran sosiego interior. Es algo atávico. Me ocurre lo mismo frente a un Vermeer. Fuimos hace poco a ver la gran exposición en Ámsterdam; es estupenda, están 28 de sus 35 cuadros, a mí me falta todavía uno por ver. Cuando contemplas estas obras de arte también tienen algo de atávico que te entra y sosiega. Me ocurre lo mismo cuando, como ahora, escucho al ruiseñor; el canto de las aves es algo que me da una paz interior. Me la dan los grandes artistas, los grandes músicos y los cantos de las aves.

¿Quién canta mejor, Pavarotti o un ruiseñor?

No se puede comparar. Pavarotti está cantando algo compuesto por otros y los pájaros cantan melodías suyas.

Entonces, tienen más mérito los pájaros que Pavarotti

Yo creo que sí, porque sabemos que el primer pájaro hace 90 millones de años tan solo emitía un graznido. ¿Cómo hemos podido llegar desde ese primer graznido a los cantos tan hermosos del ruiseñor, de la alondra, la totovía, la oropéndola, toda esta increíble diversidad sonora de hoy en día? Dicen los expertos que esos cantos nos fascinan por lo estocástico [aleatorio]. Todo lo que escuchamos es música compuesta, sabemos exactamente lo que va a sonar. Si vas a un club de jazz quizá no, pues hay más improvisación, pero si luego escuchas una grabación, será igual. Pero tú intentas adivinar o predecir lo que va a cantar un ruiseñor en la próxima frase y es imposible, no acertarás nunca. Lo he intentado millones de veces. Casi parece que se ríen de mí. Es lo que dicen los científicos que han estudiado el canto de las aves, que es estocástico, algo que solo está en los sonidos naturales y es muy importante para nuestro bienestar, nuestro sentido de paz y todo eso.

¿Desde que escuchamos menos a los pájaros hemos perdido la paz?

Seguramente. Por eso todo va tan mal. Y si no es la causa, por lo menos está asociada a ello.

¿Para qué cantan las aves?

Las dos teorías principales es que lo hacen para defender el territorio y atraer a la hembra. Por eso para ellos es muy importante la direccionalidad, emitir sonidos puros. Tiene que haber una complicación para que cada especie sea distinguible, saber si es un competidor o no. Pero también tiene que existir holgura suficiente para que pueda haber diferenciación de individuos, para que sepan si el que canta es un vecino fichado y controlado, es un enemigo o es un rival. Y luego han descubierto que hay algunos pájaros tan listos que son capaces de escuchar a sus vecinos e imitarlos para entrar en su territorio y ponerle los cuernos.

¿Y por qué aves como el ruiseñor cantan también por la noche? ¿Cuándo duermen?

Pues no sé cuándo duermen. Hay una teoría muy extendida que dice que cantan por la noche porque son migrantes nocturnos, llegan aquí y se ponen a cantar para que caigan las hembras que pasan volando como si cayeran angelitos del cielo. Pero eso no es verdad, porque no cantan por la noche hasta que no llevan en el territorio dos o tres semanas y luego cantan cuando ya está incubando la hembra en el nido. La base de todo es evitar la infidelidad. Tienen una visión nocturna increíble y se ha descubierto que la infidelidad ocurre sobre todo al amanecer y por la noche. Por eso tienen que estar en guardia toda la noche, diciendo sin parar: “Yo soy el mejor cantante del barrio, tú no te vas con otro”. Pobrecitos, no tienen descanso.

Me contaba un amigo haber escuchado de niño, y a mí también me suena habérselo oído a mi madre, que los ruiseñores tienen que estar cantando día y noche sin parar porque, si dejan de hacerlo, la hembra dejaría de incubar los huevos.

Tiene algo de verdad esa leyenda. Quizá no abandonen el nido, pero lo van a llenar con huevos de otro macho, que todavía es peor. Porque estará trabajando para otro, dando de comer a los pollos de otro.

Otro de los misterios de la naturaleza es por qué los pájaros cantan tanto al amanecer y no al atardecer o a otras horas.

Yo creo que es porque llevan siete horas de ayuno, siete horas es mucho para un pájaro, y encima al amanecer es cuando más ocurren las infidelidades. Es como decir una y otra vez: “Yo soy el mejor del barrio, no vas a encontrar a otro mejor que yo, mira qué bien canto”. Pensaban que era porque al amanecer los sonidos llegan más lejos, pero eso ha quedado desmentido, igual que lo de que haya menos ruido por la mañana.

Al final, la infidelidad mueve el mundo…, al menos el de los pájaros…

La lucha contra la infidelidad explica los cantos de las aves. Es una lucha constante. Las hembras están siempre escuchando. Si flojean, se van con otro y volverán al nido con huevos de otro macho. La infidelidad lo mueve todo, tío. Es una promiscuidad a tope.

¿Cuál es tu pájaro favorito?

Me lo han preguntado mil veces y siempre me pasa lo mismo que con los músicos, yo no puedo decir quién me gusta más, si Bach, Britten o Mahler, y tampoco puedo decir si me gusta más el mirlo o el ruiseñor.

Otro cantante increíblemente hermoso es la oropéndola.

Dicen que canta: “Tío Rogelio, tío Rogelio”. Otros que: “Sombrero viejo, sombrero viejo”. En todo caso, su canto tiene unas modulaciones increíbles. Y es un segundo, dos segundos a lo sumo, un tiroriro, pero resulta increíble que en ese segundo pueda haber tantas variaciones. Esto en Messiaen [Olivier Messiaen, compositor francés muerto en 1992] resulta increíble, porque para inspirarse en la oropéndola para su Catalogue d’ oiseaux tiene que hacer un esfuerzo extraordinario. ¿Tú sabes que Messiaen salía al campo con un pentagrama y anotaba la música de esos cantos mientras los escuchaba? Es increíble.

Dicen los músicos que interpretar esas composiciones de Messiaen es casi imposible, porque, como transcribe directamente los cantos de las aves, algunos pasajes son inhumanos.

Él decía que la única persona que lo podía tocar perfectamente era Ivonne Loriod, pero, claro, era su mujer, a ver qué iba a decir. A mí me parece algo imposible cuando lo oigo. Aunque siempre reconozco en sus composiciones el canto del bicho que le inspira. Porque anotaba no solamente lo fundamental, sino todo todos los armónicos que le dan el timbre. Lo anotaba todo, qué fuera de serie, madre mía. Obviamente su dominio de los cantos era absoluto.

Y el catálogo de aves de Messiaen no puede ser más completo, no le falta ninguna.

Sus composiciones son como un rondó clásico de Beethoven o Bach. Porque en un rondó tú tienes un tema principal y vas yéndote por claves más remotas y atrevidas, pero luego tienes que volver con modulaciones lógicas hasta el tema principal, que suena diferente cada vez que regresas. Y en el catálogo de Messiaen ocurre lo mismo.

¿Tienes estudios musicales?

Solamente es afición, pero una afición muy fuerte. Me encanta y no entiendo que haya gente que desprecie el canto de las aves, pero no la música. Tengo amigos que son muy jazzistas y yo les digo: “Escucha esto, es estocástico, tienes que poder apreciarlo”. Pero pasan de los cantos de las aves.

¿Has notado esa ‘primavera silenciosa’ de la que cada vez se habla más?

En los ruiseñores, no. Quizás tampoco en las oropéndolas, pero sí en los mirlos, que cantan cada vez menos. El coro del alba en general ahora tiene menos sustancia, dura menos y no es una explosión como la de antes. Recuerdo escuchar en Inglaterra a los ruiseñores desde las cinco de la mañana y que luego, ya a las 6:30, empezaban a cantar los demás pájaros, era como una orquesta donde entraban los instrumentos uno por uno en crescendo, pero ya no lo oigo. Sigue siendo estupendo, pero ya no es tan impresionante ¿Tú no lo has notado?

Me da la impresión de que hemos perdido muchos cantantes de ese coro natural, que cada vez es más reducido y tienen menos ganas. Antes tenías miles de tenores y sopranos y ahora nos hemos quedado con unas pocas decenas.

Es verdad que nuestra memoria juvenil nunca es muy fiable, pero creo recordar en Inglaterra al menos media hora con todos los pájaros cantando a tope. Ahora este coro del alba ya no dura ni media hora, están como mucho diez minutos y a medio gas.

¿Eres optimista?

Soy muy pesimista. Es que no hacemos nada. Todas las noticias deberían estar centradas en los problemas del cambio climático, no hay nada más importante, pero es justo al revés, solo hablamos de política, de indultos, temas que no tienen importancia. Deberíamos estar de verdad preocupados y pensar en cómo decrecer, pero hacemos justo lo contrario, crecer cada vez más.

Volviendo a las aves, ¿nos hemos quedado sordos de sus cantos?

Confundimos ambiente con ruido. Tenemos al lado vencejos, mirlos, ruiseñores… Todos olvidados a cambio de poner música basura a todo volumen.

¿Necesitamos tanto ruido?

Es el horror vacui, que suene algo, que haya ruido, nos da miedo el silencio. Todos los bares tienen puesta una televisión que nadie mira, ¿para qué?, es el horror vacui. Las personas que salen con motos y coches ruidosos al campo no son conscientes del daño que hacen al medio ambiente, tanto físico como auditivo. Todo ese ruido lo consideran parte de la vida, qué error.

Pasas la primavera en La Vera para disfrutar el orfeón con alas de los bosques extremeños, pero luego te vas a Asturias, pedaleando por empinados puertos de Picos de Europa en busca de pájaros.

A nadie le gusta estar con 40 grados. Cuando los ruiseñores flojean aquí, voy para Asturias, donde todavía están a tope los colirrojos reales y los alcaudones dorsirrojos. Me encanta tener este poco más de primavera. Tengo una vida privilegiada.

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