El relato de la gente que huye (o que huimos)

El escritor Guillermo Ortiz.

El escritor Guillermo Ortiz.

El escritor Guillermo Ortiz.

Guillermo Ortiz (Madrid, 1977) firma en su primer libro de relatos de ficción ‘Una sucesión de amaneceres imprevistos’ (Lapsus Calami) un retrato de nuestro tiempo con personajes que aunque lo tienen todo, sólo quieren desaparecer

Tienen dinero y una buena posición. Es más, tienen hasta fans, gente que les vitorea y les aplaude hagan lo que hagan. Han alcanzado la cima mediática en la literatura, en el cine y en la música. Pero quieren desaparecer hastiados del mundo en el que viven, de esos vítores y palmas. Con drogas o alcohol o simplemente huyendo a otras ciudades o a un pueblo perdido entre dunas o árboles. Son aclamados pero se sienten perdidos. Desubicados.

Estos son los personajes de Una sucesión de amaneceres imprevistos, el primer libro de relatos de ficción del periodista Guillermo Ortiz (Madrid, 1977), autor de los ensayos Cuando las cosas dejaron de tener sentido y Ganar es de horteras. Son cuentos breves en los que abunda cierta melancolía o sentimiento de pérdida, la sensación de que las cosas no son como habían pensado y donde hay una mano terrible que mece la cuna: el mercado que todo lo desbarata, ante el que puedes venderte o quedarte solo y sufrir. “Ya había cumplido 35 años; este iba a ser su primer disco en solitario. Coqueteaba con el fracaso”, narra Guillermo en ‘Llamadas perdidas’. Así se comportan todos.

¿Por qué este sentimiento de abandono? ¿Es generacional? ¿No vivimos en el universo Happy que canta Pharrell Williams con sus pantalones cortos peterpanescos? “He pensado mucho en el tema, no sé si es generacional. Yo me di cuenta de que la huida era el gran motivo estético en libros y sobre todo cine leyendo y viendo obras de gente de la anterior generación. Supongo que hay una cierta sensación de «desencanto», pero eso fíjate lo lejos que nos lleva: la promesa de que todos somos especiales y únicos y a la vez la constancia de la intercambiabilidad, que cualquiera puede estar en tu lugar según qué circunstancias que igual tienen que ver con el talento y el esfuerzo e igual no”, comenta Guillermo, mientras deja caer con sorna que lleva tiempo intentando convencer a su mujer para marcharse a las islas Canarias “y mandarlo todo a tomar por saco”.

Vaya, más bien estamos más cerca de Morir o matar, de Nacho Vegas que del simpático Pharrell. Antes de que tú me mates prefiero matarme yo.

Dardo en el negocio cultural

El libro de Ortiz lanza dardos contra las llamadas industrias culturales. O más bien, el negociete. La sacrosanta maquinaria editorial que puede convertir a un buen escritor en un superventas cutre que apenas reconoce sus libros después de que estos hayan sido reescritos por los que saben de vender; el mundillo de los festivales de cine, donde prima más la fiesta, las riadas de cocaína que las películas; las discográficas y su tiranía… Y como escenarios, muchos hoteles y casas perdidas en medio de la nada. Como si huir, al final, tampoco valiera mucho la pena.

“La pregunta adecuada sería más bien ‘¿Quién era?’, pero esa es una pregunta peligrosa. Cuando se llega hasta aquí, hay tres cosas que no puedes preguntarte: ‘¿por qué tú’? ¿Quién eras antes? ¿Cuántos cadáveres hay debajo de tu cama?”, escribe sobre el protagonista del relato que da nombre al libro. Cuando ya has caído, cuando ya hiciste aquello que te prometiste no hacer no hay forma de volver a atrás. O desaparecer.

A pesar de lo que pudiera parecer por estos personajes y sus historias –en las que, por otra parte, abundan a toneladas el desamor y el desencuentro-, Guillermo no vincula esta huida con un asunto generacional. “Nuestra generación ha destacado más por querer hacer cosas que por hacerlas en la práctica. Más que huidizos seríamos «huidófilos» si esa palabra existiera Si realmente fuéramos huidizos creo que nos iría mejor, en general”, afirma.

Yo le pregunto entonces si quizá todo esto, la búsqueda constante o la huida, no tiene que ver con haber crecido en un entorno capitalista que siempre nos prometió algo mejor. Siempre podría haber otro trabajo mejor pagado, otra casa, ahora con una gran terraza, u otro coche, u otro novio guapo, más inteligente y más gracioso. “El capitalismo no sé, tiene muchas caras, pero ESTA versión del capitalismo es una fábrica de ansiolíticos y creo que simplemente estamos superados. Tiene algo que ver con la teoría del shock, pero no me gusta lanzar ideas así a lo loco sin desarrollarlas mejor. En cualquier caso, lo curioso de mi libro es que todos los que quieren huir es gente que les ha ido relativamente bien en la vida y que por eso mismo no saben exactamente de qué huyen. A lo mejor, simplemente, les parece bonito. O no pueden más”, responde.

Las adicciones peligrosas

Guillermo vincula esta necesidad al mundo de las adicciones creadas. Precisamente, ‘a-la-necesidad-de’. Constantemente. Porque si tú no lo haces, lo va a hacer otro. Olvídate de que eres el protagonista. “Vivimos en una sociedad de adicciones peligrosas, y no estoy hablando de drogas, adicciones que tienen que ver con la seguridad y que limitan no ya el compromiso sino la acción. Somos como ratas enjauladas dando vueltas detrás de nuestro propio rabo. En ese abismo surge la insatisfacción, no porque sea un mundo horrible sino porque pensamos que puede ser un mundo mejor. O al menos mejor para nosotros, eso dice la tele. Y de la insatisfacción, la búsqueda del paraíso prometido. La huida”, sostiene. Quizá habría que pegarle un par de buenas bofetadas a quien se inventó aquel famoso eslogan “porque tú lo vales”.

En este libro no hay muchos que consigan dar el salto y dejarlo todo atrás. Es duro desprenderse de una adicción y por eso quizá nos estamos volviendo todos medio tarados. Pero Guillermo, que trabaja para varios medios como JotDown, Neo2, Zona de obras o el diario El Imparcial, ha buscado ese empujón en la escritura de este libro. “Estudié filosofía, he trabajado siempre en el mundo de la cultura y la crisis me ha arrinconado en la narrativa deportiva, donde no me va mal, la verdad, pero no me gustaría quedarme toda la vida”, reconoce. Y, en fin, como él asegura, hay otros que sí lo han logrado: “Hay quien, con un par de huevos, se sale de la rueda, hace cosas, se va a vivir su propio proyecto vital y tira para adelante, por supuesto. Ole por ellos”. Pues eso.

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