‘El turco en Italia’ trae el mejor ‘salseo’ picante al Teatro Real

Una escena de ‘El turco en Italia’, de Rossini, con puesta en escena de Laurent Pelly en el Teatro Real.

‘El turco en Italia’, la comedia de Gioachino Rossini sobre una mujer casada insatisfecha que sueña con una vida excitante, se convierte en el Teatro Real de Madrid, en manos del director de escena Laurent Pelly, en una delirante, divertida y fascinante fotonovela italiana de principios de los 70.

Aunque no esté todo el pescado vendido, y en El turco en Italia de Rossini ni mucho menos, es siempre una actividad interesante –a la vez que toda una tentación– pegar la oreja en el descanso de las óperas. Testar a mitad de camino las impresiones del público. Te apoyas en una pared, haces como que escribes mensajes en el móvil cuando en realidad tomas notas y absorbes como una esponja.

Fin del primer acto del estreno de El turco en Italia de Rossini el miércoles 31 de mayo en el Teatro Real de Madrid. Tres jóvenes veinteañeros comentan la jugada:

–¿Pero habéis escuchado lo que canta la protagonista? Lo primero que dice nada más salir a escena: “No sé de locura mayor que querer a un solo hombre. Aburrimiento trae, y no deleite el mismo placer cada día”. ¡Es toda una oda a la poligamia! –asegura uno de ellos, vestido con camiseta negra.

–A nivel salseo es de lo mejor que hemos visto en el Teatro Real –responde divertido el que lleva pendientes.

–Absolutamente, es como que hemos venido a ver el salsa rosa de la época –sentencia el tercero en concordia.

–Lo mejor de todo es que el valor que podemos extraer de esta obra es: Pon los cuernos antes de que te los pongan a ti.

Así de picante, divertida y salvaje arranca esta ópera, de la que el Teatro Real estrena producción ideada por el director Laurent Pelly en coproducción con la Ópera de Lyon y el New National Theatre de Tokyo. Una puesta en escena que exprime como una naranja, a veces dulce y otras picante, una idea genial que convenció y mucho al público madrileño: hacer del libreto de Felice Romani una fotonovela italiana de los años 70. Y curiosamente, la historia estrenada en la Scala de Milán el 14 de agosto de 1814 es tan rocambolesca, excesiva y pizpireta como podría serlo un pequeño folletín publicado en la Italia de 1971.

Todo funciona a las mil maravillas. Qué gratificante resulta cuando un regista acierta con la idea perfecta para otorgarle fluidez, movimiento y hasta una dosis extra de humor a una historia divertida ya de por sí. Funciona tan bien que muchos de los giros musicales de la partitura están integrados en la puesta en escena, logrando que resulte un todo orgánico. Un paseo delicioso por un sendero que se adentra en la ficción y en la realidad con la misma marchosa y sorprendente energía.

Misha Kiria (Don Geronio) y Florian Sempey (Poeta Prosdocimo) en una escena de ‘El turco en Italia’, en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

Ya desde la obertura tenemos claro que nos vamos a meter dentro de una publicación de ficción. Vemos la escenografía formada al principio por dos modestos chalecitos de los suburbios de una gran ciudad separados por un seto y nos damos cuenta de que todo está hecho a propósito para jugar con las dos dimensiones de una foto y las tres de una escenografía. Los objetos están recubiertos por fotografías para acentuar el efecto de habernos metido dentro de unas gigantescas viñetas. Y desde la aparición del barítono Misha Kiria, que interpreta magistralmente a don Geronio, marido de la protagonista Fiorilla, pasando una máquina cortacésped por el jardín de su casa, sabemos que todo lo que veremos será una comedia exagerada y sin paliativos.

Laurent Pelly, ideólogo de esta puesta en escena, ha explicado: “La intriga de Il turco in Italia escenifica las aventuras sentimentales y las vicisitudes de la vida conyugal. Su personaje principal, Donna Fiorilla, una joven casada, insatisfecha, que se aburre y sueña con un amor apasionado y loco en las antípodas de la vida cotidiana insípida que comparte con el vejestorio de su marido”. De esta manera, su válvula de escape serán las fotonovelas, como las novelas de caballerías lo eran para Don Quijote de la Mancha.

El montaje tiene momentos memorables, como la aparición de Selim, el turco, con el que Fiorilla flirteará durante gran parte de la ópera. No llega a la costa en un barco convencional, sino en la proa de una gigantesca novela fotográfica que convenientemente tumbada se asemeja bastante a la parte frontal de un navío. También es digna de mención la semejanza física que tiene el poeta Prosdocimo con El Nota, ese maravilloso personaje de los hermanos Cohen de su película El Gran Lewoski. Como si al poeta rossiniano se le hubiera ido la mano con la marihuana en su empeño de encontrar una buena historia. Estupendo el sexteto del segundo acto, acompañado por el coro, en el que se confunden los personajes disfrazados de la misma manera incrementando el equívoco y lo vodevilesco de la historia.

Sara Blanch en el papel de Fiorilla y el Coro Titular del Teatro Real. Foto: Javier del Real.

La dirección musical de Giacomo Sagripanti fue magnífica, con el brío suficiente como para no bajar ni un solo instante la energía cómica de este dramma buffo (salvo en la consabida escena de la claudicación-locura de la protagonista al final del segundo acto). La soprano Sara Blanch, prevista como protagonista en el segundo de los tres repartos de las diez funciones de esta ópera, tuvo que ocuparse de la Fiorilla del estreno sustituyendo a la estrella Lisette Oropesa, que no pudo cantar esta función por una afección vocal. La cantante catalana salió más que airosa del reto, interpretando a una Fiorilla muy juguetona y de una calidad vocal algo más que sobresaliente. El público la premió con una calurosa y cariñosa ovación.

Alex Esposito se ocupó del personaje de Selim, el turco. Toda su actuación tuvo un aroma muy aceptable y fresco a Broadway. Un personaje muy bien cantado, muy bien actuado y exagerado, como los abdominales pintados en su estómago. Zaida, la zíngara ex amante del turco, fue interpretada por Paola Gardina, que mantuvo el tipo y dio perfecta réplica a su rival en la ficción. El tenor uruguayo Edgardo Rocha fue tal vez quien tuvo una velada más desigual en su interpretación del amante secreto de Fiorilla, Don Narciso.

Aquí puedes consultar las funciones y cantantes de los próximos días en el Teatro Real. 

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