Elefantes crecen aún más con ‘Cosas raras’

La banda Elefantes. Foto: Warner.

En su nuevo álbum de canciones, editado este otoño, Elefantes se muestran mejorados en todos los sentidos, afrontando con decisión la maduración y mirando al futuro con las cosas más claras que nunca. Hemos hablado con Shuarma sobre ‘Trozos de papel / Cosas raras’ sobre su libro de poemas y sobre poetas y músicos.

Comenzaron a dar sus primeros pasos a mediados de los noventa en una Barcelona cuya escena musical se decantaba más por el mestizaje y los yembés que por el vibrante y glamuroso pop rock que proponían ellos. Los componentes arrastraban un incipiente bagaje rockero post adolescente que empezaba a enriquecerse con propuestas anglosajonas que mezclaban con sabia maestría el pop y el rock, actualizando y fusionando ambos estilos, creando por momentos un rock alternativo alejado del cliché de distorsión y volumen a tope.

Elefantes, al tiempo que la formación se consolidaba, se arrojaban a esa inspiradora creación que surge cuando todo está por hacer y decir. La personalidad de los componentes se iba formando mientras grababan maquetas en el local o al tiempo que ofrecían discretas actuaciones que oscilaban entre lo mágico y lo efímero. Las ganas de investigar y crecer sin haber siquiera nacido les llevaban a un callejón pretencioso para algunos o prometedor para otros; ellos seguían a su bola, seguros de estar por el buen camino.

Con el inicio del siglo XXI y por mediación de Enrique Bunburi, publicaron con una multinacional su primer disco, Azul. Con ese disco abrieron los shows del universal maño por toda España. Los Elefantes asomaban valientemente la cabeza. De esa misma guisa publicaron dos trabajos más (atención, que su segundo disco lo produjeron Quimi Portet y Phil Manzanera), cuyo recorrido comercial ampliaron con acústicos, directos y diversas fórmulas musicales de aquella época, cuando aún se vendían discos en formato físico. En 2006 decidieron anunciar su separación y probar proyectos personales.

Ocho años después, vuelven a juntarse para grabar El rinoceronte (2014), un disco inspirado y empoderado que les muestra como lo que son: una banda de pop ecléctico con ganas de rock, colorida y potente. Siempre presente ese poso oscuro, aunque en este caso, la luz vence a la tiniebla. Regresan bajo el ala de otra multinacional, con las cosas más claras y con las mismas ganas que en sus inicios. A ese disco le siguen otros trabajos en 2016 y 2018 igual de robustos. Ahora, Trozos de papel / Cosas raras (Warner, 2022) supone una nueva etapa en su ya dilatada carrera.

Han pasado casi 30 años desde que montaste Elefantes, ¿qué fotografía mental guardas de aquellos días?

Guardo la imagen del local de ensayo y cómo sentíamos que las canciones eran lo más importante de nuestras vidas. Teníamos la sensación de que íbamos a ser una banda muy grande, estábamos llenos de ilusión y de una maravillosa ingenuidad.

¿Qué hacías antes de dedicarte a la música para ganarte la vida?

Hice muchas cosas, pero quizás la que más nos sirvió fue que durante un tiempo trabajé en una oficina de management. Eso nos ayudó a estar en contacto con salas, promotores y circuitos.

¿Qué poeta o qué poema te hizo mirar al lado de la poesía por primera vez en tu vida?

Durante mucho tiempo la poesía estuvo ahí, pero no me interesaba mucho, buscaba en otros lugares que me parecían menos clásicos y más alternativos, hasta que un día se cruzó la poesía de Lorca y supongo que me llegó en el momento adecuado, porque la leí con otros ojos y me dio otra mirada. Ahora me parece que la poesía es lo más importante de este mundo. Sin poesía no hay nada.

He leído que cuando te pusiste tu alias artístico, en tu casa también lo aceptaron y te llamaban así, Shuarma. Me ha resultado curioso que la familia le diese esa veracidad al delirio, por entonces, de un casi adolescente.

Fue ganándose su lugar con el tiempo, de pequeño firmaba mis dibujos así. Veía las firmas de Picasso, Miro, Dalí, y mi nombre, Juan Manuel, me parecía demasiado aburrido, así que comencé a firmar como Shuarma en los dibujos, luego en los cuadros, luego las canciones y al final lo ocupó todo.

Este mismo año has publicado ‘Etcétera’, creo que tu primer poemario, ¿son poemas recientes o una selección de lo escrito a lo largo de los años?

Todo son poemas recientes, me gusta que lo que hago sea una fotografía de lo que soy en ese momento; aunque, ahora que lo pienso, cosas antiguas también podrían definir un estado actual. Pero en el caso de Etcétera no es así, lo escribí todo para la ocasión.

Ahora imaginemos, viajemos. Si tuvieses que elegir, para tomarte un café y charlar sobre la vida, entre Benedetti y Lorca, ¿con quién quedarías, a qué hora y dónde?

Benedetti me encanta, pero Lorca me atraviesa, y aunque no sé explicar exactamente los motivos por los que me atraviesa, es motivo suficiente para mi elección. Lorca.

Sigamos soñando. Esta vez es para quedar y cenar, por ejemplo. Entre George Harrison o David Bowie, ¿con quién quedarías?

Mi respuesta sería la misma, pero con Bowie. Me encanta Harrison, pero Bowie ha sido una gran influencia y no solo a nivel musical. Me gustaba su mirada.

Este nuevo disco, ‘Trozos de papel/ Cosas raras’, inicia una nueva etapa para Elefantes, un nuevo comienzo que, imagino, traspasa lo musical. ¿En qué has sentido ese cambio?

Creo que el parón que hemos vivido todos nos ha afectado. También la llegada de Àlex Vivero, el nuevo guitarrista, ha sido fundamental; sobre todo, te diría que el vínculo que existe entre nosotros cuatro tiene una fuerza que jamás habíamos sentido antes y eso ha provocado estos cambios y, como consecuencia, una forma diferente de hacer música.

¿Dónde habéis grabado las canciones y cómo ha sido esa estancia en el estudio?

Hemos grabado en La Casa Morada y en Blind Records. La Casa Morada es una masía en la que te puedes instalar durante los días de grabación y eso te permite estar centrado absolutamente en las canciones y en nosotros. Ya habíamos trabajado así en el pasado y ha sido un acierto volver a ello en esta ocasión.

Habéis optado por manejar vosotros mismos la grabación…

Es el primer disco en nuestra carrera que producimos nosotros, porque creíamos que así tenía que ser, teníamos claro dónde queríamos ir y que la forma de llegar era esta. Es importante decir que la mezcla ha corrido a cargo de Santos Berrocal.

El arte del disco es de alguien que siempre ha circulado en vuestra órbita.

El diseño del disco es de Miguel Frago, con el que llevamos años trabajando y sentimos parte de nuestro equipo. Él sabe leer lo que queremos y reinterpretarlo a su manera para ampliar nuestro discurso, que no es otro que sugerir para que cada uno acabe de darle su forma con su interpretación. Nosotros tenemos la nuestra, aunque eso no importa mucho en esta faceta.

¿Qué tiene de especial ‘Al olvido’ para que lo hayáis recuperado en este nuevo disco?

Sentimos que dejamos atrás un periodo para iniciar uno nuevo y nos gustó la idea de utilizar Al olvido y reinterpretarla para cerrar una puerta y mirar hacia el futuro. Además, lo hemos hecho de la mano de Ara Malikian, Rozalén, Mikel Izal, Coque Malla y Noni, de Lori Meyers. Eso nos hace sentir muy queridos y muy agradecidos.

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