Elsa Veiga: el poder de las Palabras frente a la Sombra del maltratador

La escritora Elsa Veiga. Foto: Patricia Benito.

La escritora Elsa Veiga. Foto: Patricia Benito.

‘Me desperté con dos inviernos a los lados’. El título de la primera novela de Elsa Veiga, en edición de Tres Hermanas, nos lleva un aliento frío a la nuca. El aliento del miedo, el maltrato, la violencia machista, el suicidio… Su libro y su conversación son un ejercicio de lo bien expresado, una delicia de reflexión, de mirar hacia la vida, los recuerdos, el presente y el futuro desde una perspectiva de sabio y sereno feminismo. Hemos abordado con ella nuestra ‘Entrevista 10’. Diez preguntas a partir de 10 extractos de su novela.

La idea de esta primera novela nació y se desarrolló poco a poco”, nos cuenta Elsa antes de pasar a las diez preguntas. “Muchas de las mujeres que me rodeaban me contaban historias de violencia en el hogar con padres, parejas, y lo hacían en esos momentos íntimos de confesiones que una revela un día señalado sin querer a la amiga más cercana y que destapa todo lo que le atormenta. Estoy hablando de hace diez años, cuando este tema no estaba de plena actualidad como ahora. Y entonces empecé a imaginar un espacio opresivo y a sus protagonistas. Tenía claro que iba a ser una historia de mujeres, protagonizada por ellas, pero no por dónde me llevaría ni cómo iba a desarrollarla. Un día, de repente tienes el tono, cómo van a hablar los personajes, cuáles son las voces y el estilo adecuado. La escribí a mano, de un tirón, en primera persona, y no funcionaba, así que pasé a la tercera persona meses después, tras dejarla reposar, y ahí ya empecé a añadir y quitar párrafos, capítulos. La estructura me costó, esos saltos en el tiempo para dar dinamismo al texto, pero finalmente vi que lo había logrado, que había escrito exactamente lo que quería contar. Ha habido mucho de escritura y reposo tras el primer borrador. Me gusta escribir y guardar, dejar pasar un tiempo y releer, a ver si lo siento igual, si me convence. Y esto durante meses, claro, si no, no vale. No hay que dejarse llevar por las primeras buenas impresiones de la escritura de uno mismo, hay que juzgarlas severamente antes de continuar o decidir que eso que has escrito merece la pena”.

1)“Uno no elige cuándo y dónde quiere que le lleguen los recuerdos, estos aparecen solos y se instalan en nosotros para provocarnos y hacer que los rememoremos”. ¿Cuáles, Elsa, han sido tus recuerdos más insistentes en los días duros de encierro por los que hemos pasado?

Los recuerdos de estos últimos días, meses ya, han ido yendo y viniendo en la misma dirección. Algunos se remontan a un pasado lejano, a la infancia, la adolescencia. He hecho un pequeño recorrido al pasado después de que nos confinaran, un examen de conciencia, en realidad, como si toda la vida te pasara por delante. He pensado, por ejemplo, en cómo hubiera sido este confinamiento en momentos peores o mejores de mi vida, en etapas que tenía olvidadas. Y por supuesto, no he dejado de pensar en el pasado reciente, las reuniones con familia y amigos, cuando salíamos y nos tocábamos, y lo siento como si no hubiera sucedido, como si lo único real hubiera sido esto siempre. En cierto modo, estoy en un proceso de duelo para intentar asimilar que la vida anterior, incluidos los recuerdos, ya no volverá, aunque se avecine otra y no sea tan mala como parece. Hay que recapitular, archivar los recuerdos del ‘antes de’ y hacer acopio de energía para lo que nos depara el futuro.

2) “En uno de aquellos destellos de la memoria, en ese ir y venir inconsciente al pasado, visualizó de pronto una llamada a su madre a una hora en la que sabía o creía –calculó- que no estaría su padre en casa. No tenían teléfonos móviles. Ya no. Hubo uno, pero acabó destrozado por su padre contra una pared, ante la desconfianza de que su esposa pudiera estar con otro, celoso también de las llamadas de la hija, de las conversaciones que no podía escuchar. Siempre pensando que tramaban algo contra él”. El machismo violento con la esposa y los hijos, la violencia de género, aparecen muy pronto en tu novela, en la página 2, sin concesiones. ¿De dónde nace esta novela, Elsa, de alguna experiencia vivida en primera persona? ¿Me confundo si digo que veo mucha ansia de soltar algo que llevabas dentro?

Hay experiencias propias de relaciones tóxicas, pero no es una historia personal, sí de muchas historias de mujeres que han confiado en mí y de mujeres anónimas, aunque me encanta que hayas percibido esa urgencia y ansia de contar porque es lo que me llevó finalmente a sentir que tenía que escribir sobre este tema, que se lo debía a todas esas mujeres que aún callan. Y esa ansia es la que siente Cara, el personaje principal, lo que en el fondo hace con el recuerdo que la lleva al pasado desde las primeras páginas de la novela. Recordar es también narrarse a uno mismo, aunque el recuerdo lo modifique el tiempo y la memoria y sea poco objetivo.

3) “Una noche, después de cenar, ella tardó en recoger la mesa para que él pudiera extender las nuevas telas, el género que vendía por los pueblos de alrededor. Su marido la cogió fuertemente por la muñeca, le dio la vuelta a la mano, con la palma hacia arriba, y en el centro de la piel más fina le apagó el cigarrillo que había estado fumando, con calma, sin atisbo de violencia ni de sadismo. Simplemente, hacía este tipo de cosas, así era él, se decía Alicia. Temblando, no se atrevía a quejarse o a reprocharle nada, pero iba guardando en su memoria cada acto ofensivo”. El machismo se hace omnipresente y asfixiante en la trama… Últimamente es un tema que se ha visibilizado mucho a través de libros, películas, obras de teatro… ¿Algunas de estas obras de otras autoras te han impactado de una manera especial, te han influido, motivado a escribir tu libro?

He leído y recapacitado más sobre el machismo y la violencia de género después de escribir la novela que antes, curiosamente, y gracias, por supuesto a la nueva ola del feminismo de los últimos años, que ha tenido consecuencias y ha provocado que autoras, cineastas, directoras teatrales y artistas en general hayan tenido también la necesidad de transmitir cómo lo veían ellas. Es raro no encontrar ahora en ficción o ensayo alguna referencia al tema. Y cómo no va a haberla, si es que nos están matando a diario. De los últimos libros leídos que afrontan directamente el tema me han impactado especialmente Formas de estar lejos, de Edurne Portela, y Cárdeno adorno, de Katharina Winkler.

4) “Se agachó un poco para acariciarle el cabello. Ella le escuchaba asustada pero atenta, avergonzada de que él tratara el tema, de que se atreviera a hablar con ella de aquello que sucedía y que no se nombraba, que lo único que permitía era la ocultación, que provocaba la necesidad de hacer ruidos que taparan otros, que apagaran los gritos y los suavizaran, que hacía que uno sonriera intentando espantar el miedo, el temor al golpe definitivo”. Frente a esa visibilidad, todo lo que se ha ocultado, callado, en esta sociedad, mirando para otro lado ante abusos de este tipo, desde el maltrato a la mujer a la violación de menores, ¿no? ¿Por qué hemos tardado tanto en enfrentarnos a estos miedos?

Son temas escabrosos a los que a la sociedad no le gusta enfrentarse. Creo, por otro lado, que, al producirse en el interior de las casas, en los hogares, y estar relacionados con la sexualidad, se consideran de ámbito privado y es más cómodo mirar hacia otro lado y hacer como que no está ocurriendo, cuando solo tienes que ver las cifras de muertes y abusos para darte cuenta de que es un mal pandémico que nos azota desde hace siglos y con lo que va a ser difícil terminar. Aún tenemos que enfrentarnos a un grupo conservador muy fuerte en la sociedad, y más ahora con el auge de la ultraderecha, y amparados por el apoyo de la Iglesia, con el poder que esta tiene, que niega lo innegable. Es difícil luchar contra ese silencio impuesto.

5) “Si estaba enferma, con fiebre –esas fiebres de la infancia que duran semanas y te hacen crecer a la vuelta como si hubieras comido el trozo de seta adecuado-, le leía cuentos de hadas de algunos de los volúmenes de su estantería, en la que empezaba a acumular preciosas obras”. (…) “El trabajo en la librería al llegar a Berlín, sin embargo, parecía caído del cielo. Cara había indagado, había buscado una ocupación relacionada con el archivo, con lo libresco, con el almacenamiento y catalogación de lo escrito por otros, con el papel y la palabra de los demás, en definitiva. Textos de autores como ella que quizá sí continuaran escribiendo y no hubieran perdió el don y pudieran incluso vivir de lo que salía de ellos mismos”. Los libros como refugio frente a una dura realidad cercana. La protagonista se refugia en los libros, en las palabras. Cuentos infantiles, de niña; atendiendo una librería, de mayor. ¿Qué significan las palabras, los libros, las librerías para Elsa?

Para mí lo son todo, y no exagero. Es mi medio de vida en todos los sentidos. Crecí escribiendo, leyendo, mi madre me transmitió el amor a los libros y a la palabra. Siempre estaba rebuscando libros en sus estanterías y en las de mis hermanos mayores. No había filtro ni censura, ahí estaba todo para mí. Después estudié Filología Hispánica y disfruté muchísimo de esos años de facultad. Y ya más adelante, mi vida laboral también ha ido encaminada a los libros, a la escritura de los otros y a la propia. Soy feliz entre los libros, como Cara. Las librerías me calman. Cuando estoy estresada me doy un largo paseo hasta una de ellas y puedo pasarme horas husmeando. Es un vicio delicioso.

6) “Y ella le hablaría de las alturas y de cómo la Sombra no llegaba a los pisos más altos, y le explicaría cómo olía los libros a hurtadillas y los rozaba e imaginaba otras vidas que no eran la suya”. Hay también una referencia muy significativa a la labor de los maestros de la Institución Libre de Enseñanza. La Palabra frente a la Sombra. La educación, la cultura…

Este es otro de los principios que aprendí en casa de mis padres, la importancia de una educación, el valor que tiene, no ya para encontrar un trabajo, sino para enfrentarte a la vida. La Institución Libre de Enseñanza hizo una labor excepcional y quería rendirle un pequeño homenaje en la novela a través de Camila, esa profesora que ayuda a Cara a abrir los ojos, a saber, a no tener miedo. Cuanto más sabemos, más fácil es enfrentarse a la vida, a las alegrías y a las penas, y ser más justo y solidario con los demás. En estos tiempos que corren escuchas comentarios y declaraciones que solo pueden provenir de la ignorancia, de la ausencia de memoria histórica y reciente, no hay otra explicación. Pero es que a muchos no les interesa que nos eduquemos y sepamos, eso es un peligro para el poder. A mayor ignorancia, más fácil manejar a tu antojo al que no sabe. Y en el caso de las mujeres y su acceso a la educación, el patriarcado ha hecho lo imposible para mantenernos alejadas de una formación en la igualdad, y lo sigue haciendo.

7) “Sus colegas se fueron espantados después de desearle lo mejor. No la miraron a los ojos ni una vez en la despedida, no le acariciaron el pelo, no le cogieron una mano porque ni siquiera había compasión en ellos -ya no afecto, qué locura- , ni un atisbo de lástima y de la pena de lo que había ocurrido llegó a ellos”. Creo no hacer ‘spoiler’ si digo que otro de los grandes temas que recorre el libro, y que aparece en el primer cuarto, es el suicidio. Algo que también se invisibiliza a menudo, del que no se habla, lo cual añade más dolor en el entorno de quienes lo sufren, como en el caso de la violencia de género.

El suicidio es, efectivamente, uno de los grandes temas del libro. Ese estar al borde y dar o no el paso de acabar con tu vida me ha producido siempre una fascinación tremenda. No por morbo, por supuesto, sino por mi interés en la conducta humana, cómo una persona puede llegar a querer desaparecer, qué circunstancias terribles, qué ha tenido que pasar en tu vida para llegar a ese extremo. Este es otro de los temas tabú de nuestra sociedad. Cuando se produce un suicidio nos enteramos en algunos casos, en mucho otros no. Y en relación con la violencia de género, lo vemos a menudo. Hace solo unos días, una mujer se tiraba desde la ventana de su casa a la calle, escapando de su maltratador. Prefirió eso a que volviera a golpearla. No puedo imaginar tanto horror. La realidad a veces nos supera, me supera.

8) “Hay una leyenda celta que cuenta que hace millones de años los ángeles y los hombres convivían, incluso hablaban el mismo idioma. Pero un hombre se atrevió a besar a un ángel y la ira se desató, y expulsaron a los hombres del país de los ángeles. Estos, apenados de haber perdido a sus queridos amigos, les regalaron los llamadores de los ángeles, fabricados en plata pura, cuyo sonido les avisaría de que un humano estaba en peligro, y así podrían acudir a ayudarlo”. Otro gran tema que veo en tu novela: la muerte. Y los ángeles. ¿Crees en ángeles, Elsa? ¿Cuál es tu aproximación a la muerte, más en estos tiempos de pandemia en los que la tenemos de forma tan presente y masiva en nuestras vidas?

 No creo en los ángeles ni en las hadas ni en la vida más allá de la muerte, pero sí es verdad que a veces puedes sentir a esos muertos que, aunque ya no estén, han dejado un poso aquí, en este espacio breve y fugaz que es la vida. Hay algo mágico en su paso por el mundo, o eso me gusta pensar. A veces me siento más cerca de los muertos que de los vivos. Creemos que tenemos todo el tiempo por delante y no lo aprovechamos, no lo exprimimos como deberíamos. Afortunadamente, no he vivido de cerca la muerte de un ser querido y el duelo, pero he reflexionado mucho (y escrito) sobre este otro gran tema, cómo no, es inevitable, y más, como decías, en tiempos de pandemia. Cuando veo a gente preocupada estos días por si se podrá ir de vacaciones este verano o tomar cañas en las terrazas con los amigos, me llama la atención su despreocupación (quizá sea miedo a pensar y reflexionar) por esos casi 30.000 muertos que ha dejado en España la pandemia y que aumentan a diario. La muerte nos llegará a todos, ¿no? ¿Por qué no hablar de ella con naturalidad y querer ocultarla para sentirnos menos incómodos y creer que no pensando en ella la espantamos?

9) “Alicia se estremeció y renovó el llanto. ‘Tranquila’, dijo Camila. Y le acarició el pelo. Eran dos mujeres sumidas en la mañana cada vez más gris, más parecida a la guerra”. Y el otro gran eje de la novela: la sororidad, las mujeres apoyándose frente a adversidades y maltratos. ¿Cómo vives tú este compañerismo, esta solidaridad entre mujeres?

Para mí fue toda una revolución crear esa sororidad con mis compañeras de vida. Vengo de una generación en la que se nos decía que las otras mujeres eran enemigas, competidoras para conseguir al macho deseado. Eso nos inculcaban desde todos los medios posibles, incluida la escuela. No solo teníamos que enfrentarnos al mundo ahí fuera siendo mujer, sino que además el aliado que ibas a encontrar iba a ser un hombre, no una mujer. Todo esto ha ido cambiando con los años, claro, y desde hace ya muchos me siento orgullosa de las amigas y compañeras que tengo, de relacionarnos de un modo natural y cómodo, de estar todas en la misma lucha desde el feminismo y alcanzar esa igualdad real por la que tanto tenemos que pelear aún.

10) “Reflexionó sobre los cuerpos y las cenizas, el proceso de la carne hasta ser polvo. Las imágenes eran mucho más reales gracias al entorno. ‘Borraré la acumulación del pasado”. Volver al verso de Borges de ‘El suicida’ la reconfortaba de un modo extraño”. Terminamos como empezamos, Elsa. Con la memoria, los recuerdos. ¿Crees que es mejor borrar la acumulación de pasado para tirar hacia delante?

No, jamás, no olvidemos nunca. No se trata de recrearnos en el pasado, en los recuerdos dolorosos (estos sí hay que intentar apartarlos suavemente, como hace el personaje de Cara en la novela) y en lo que fue y ya no será, pero no debemos olvidar, el olvido solo puede traer repeticiones de errores que cometimos, históricos y personales. Echar la mirada atrás de vez en cuando, reflexionar, recordar, aunque este recuerdo se vaya modificando con los años, es una muestra de que hemos vivido, de que aún hay algo en nosotros de lo que fuimos y que eso determina también lo que seremos. La memoria nos humaniza.

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