Enrique Llamas: “No sabemos hasta dónde podemos retroceder”

El periodista y escritor Enrique Llamas.

El periodista Enrique Llamas va consolidando su carrera como escritor. Tras ‘Los Caín’ y ‘Todos estábamos vivos’, nos trae su tercera novela: ‘Lo nuestro’ (AdN), ambientada en la Barcelona del 92, de los Juegos Olímpicos. Una novela de espejismos, de destellos de ilusión, como el de una de las ‘protagonistas’, Arancha Sánchez Vicario. ¿A quién se le ocurre recuperar a la tenista como inspiración de una novela? Llamas vuelve a arriesgar. Hablamos con él de su libro y también de derechos, como los logrados en el ámbito LGTBI+, que pueden desaparecer por el avance de la ultraderecha, como ya se está viendo por ejemplo en Madrid, donde su presidenta conservadora ha comenzado a desmantelar las leyes LGTBI+ y Trans.

¿Por qué ese título tan genérico e impersonal, ‘Lo nuestro’?

Es ambiguo deliberadamente, porque quiero que aluda a varias cosas que aparecen en la novela. Lo nuestro es lo de España, lo de Cataluña, lo de España con Cataluña, lo nuestro es la relación de dos de los protagonistas, Polo y Jaime, y, sobre todo, lo nuestro es la conciencia de clase que tienen los tres protagonistas, de forma muchas veces inconsciente, pero de la que es bastante difícil escapar. Jaime y Clara quieren intentar escalar, huir de su clase social, por distintos caminos.

¿Qué lleva a alguien como tú, que naciste en 1989, en Zamora, a trasladarse, a la hora de escribir, a los 70 en ‘Los Caín’, a los madrileños 80 en ‘Todos estábamos vivos’ y ahora al 92 de los Juegos Olímpicos en Barcelona? ¿Por qué este interés en el pasado?

Creo que tengo una incapacidad para entender el presente; bastante tengo con vivirlo y sobrevivirlo. Creo que el pasado reciente que no se explica en los colegios nos ayuda también a definirnos, porque la España tardofranquista está cercana, porque los 80 modificaron Madrid para siempre y los 90, Barcelona. No sólo eso, sino que la imagen que dio España en el 92 era de un país idílico, con una transición que por entonces se veía modélica y que había alcanzado la modernidad a pasos agigantados; luego se vio que no era así, nos llegaba el desengaño, la pérdida de una ilusión. Los de mi generación, desde la adolescencia o primera juventud, hemos vivido la historia de una desilusión perpetua. El 92 también me daba envidia por esa gente que vivía entonces el momento pensando que estaba ya todo hecho, incluso a nivel internacional; incluso se pensó, como dijo Fukuyama, en el fin de la Historia, que el mundo ya estaba cerrado, una sensación de paz y de equilibrio que los de mi generación apenas hemos experimentado.

¿Tu siguiente novela estará ambientada en la transición de milenios, en el 2000?

No, espero que no, porque ya tengo más recuerdos, más cercanos, y además no se vivía una situación política en España que me motive.

Yo veo ‘Lo nuestro’ como una novela de espejismos. El 92 fue un espejismo para España, y los tres protagonistas de tu novela viven su propio espejismo.

Sí, creo que mis tres novelas hablan de lo mismo: la pérdida de la inocencia.

Incluso la vida de tu cuarta protagonista en la sombra, la tenista Arancha Sánchez Vicario, la podemos ver desde la perspectiva actual como un espejismo. ¿Qué te lleva a fijarte en esta mujer, visto lo que se ha visto después, vista desde hoy como un juguete roto?

A nivel deportivo no es un espejismo, pero toda la simbología que se desarrolló alrededor de ella sí lo fue. Me di cuenta cuando empecé a escribir la novela, que su figura era lo mismo que la de España, una mujer joven, muy trabajadora, que consigue éxito en muy poco tiempo, de la que se espera todo… Era como un símbolo. Luego se acaba su carrera, tan joven, y empieza a salir a la luz toda la parte de atrás de su vida que no conocíamos, los problemas con su familia, con el fisco…

Y tú vas y la recuperas…

Es un personaje en el que, al documentarme sobre ella, he visto un rasgo que sobresale: su soledad. Veo a una mujer muy joven desprotegida. Y eso me despierta ternura y me parecía interesante recalcarlo.

Vas al pasado en tus novelas, pero te gusta centrarte en la juventud.

Sí, y el personaje de Clara fue el que más me costó; hablé con muchas amigas para que me contaran cómo habían vivido su adolescencia, y con padres de adolescentes. También me ayudó leer El deseo de ser punk, de Belén Gopegui.

Llegas a hablar con mucho detenimiento de la primera regla.

Claro, claro, eso fue un simposio con mis amigas; las reuní para que me lo contaran. Es una experiencia de la que no se hablaba en el instituto cuando yo era adolescente, espero que ahora se hable más y más abiertamente. Y fíjate que mis amigas acabaron compartiendo algo que ni siquiera habían compartido entre ellas.

Para lograr credibilidad en las ambientaciones, hay que tener mucho cuidado en los detalles, desde la música que se oye –hay mucha música en tu novela– a los objetos de diseño, a las marcas de automóviles… Es fácil meter la pata, ¿no?

Voy escribiendo y documentándome a la vez, porque van surgiendo necesidades según vas avanzando en la trama. Pero me gusta documentarme, más que a través de ensayos o tesis sesudas, sobre la música que se escuchaba, quiénes eran los ídolos de los adolescentes, qué programas se emitían en la tele… Bueno, hay una cosa que no encaja.

¿Cuál?

La Baticao, que es de un año después, lo digo en los agradecimientos, pero me funcionaba muy bien y la metí. Pero sí tengo mucho cuidado: ver qué programas se emitían aquel verano, ver dónde estaba Encarna Sánchez en aquel momento, qué marcas se llevaban, qué regalaban los bancos con las hipotecas.

Hay también en ‘Lo nuestro’ una presencia notable del machismo, el acoso e incluso el maltrato.

Clara es un personaje que parte inocentemente desprotegida, y algo le pasará en la novela… Me interesaba que Clara aprendiera a través de este viaje iniciático, que no llega a durar 48 horas, pero que va a definir su vida.

Te diré que de las cosas que más me han gustado de tu novela es ese contrapunto entre la familia madrileña y la catalana. Esa familia catalana toda ella disseny y alta burguesía, que al principio deslumbra a Clara, frente al mundo mucho más cutre y pobre en el que se mueven sus padres; pero al final se da la vuelta, sale a la luz lo auténtico y Clara empieza a valorar lo suyo. Pero ¿no temes que alguien pueda interpretar un posicionamiento en el que lo madrileño es lo auténtico, aunque más cutre, frente a esa capa brillante de lo catalán, pero falsa?

Te puedo decir que esta novela nace de mi amor por Barcelona y de que los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron idílicos, aunque yo partía del descreimiento. Es verdad que Clara aprende, tras este viaje iniciático, a valorar a su familia. Surge en ella el sentimiento de pertenencia cuando está lejos. Valora lo que tiene. Pero no creo que haya que leerlo en términos de Madrid/Barcelona.

­Formalmente, la novela se construye sobre constantes saltos temporales y de puntos de vista narrativos, sin transiciones.

Me divierte más eso que poner puntos y aparte con asteriscos. También me sirve para mostrar puntos en común entre los personajes. Me interesa difuminarlo, porque creo que las cosas en la vida son así, difuminadas, no están tan compartimentadas como en una serie de Netflix.

Cuidas mucho las descripciones. Eres muy bueno describiendo, Enrique.

Bueno, no sé si soy muy bueno describiendo o es que tengo un problema con las tramas, me cuestan más. Por eso potencio las descripciones, porque creo que es donde consigo transmitir un ambiente. Pasa en mis tres novelas. Quiero teletransportar a la gente así. A mí es que me gusta fundamentalmente describir. Josefina Aldecoa es una de mis grandes influencias.

¿Cómo te ves como escritor respecto a tus dos anteriores novelas?

Para mí ha sido la confirmación de que el tema que realmente me interesa es la pérdida de la inocencia, el espejismo que decías tú, el mundo de las apariencias. Por eso quizá no quiero escribir sobre el presente, porque tendría que escribir sobre las redes sociales, que son 100% apariencias. No sé si alguna vez el ser humano ha estado tan expuesto a la apariencia como ahora. ¿Y cómo me veo como escritor? Cada vez más interesado en trabajar la sencillez, que las frases sean más legibles, lleguen mejor al lector. Antes, a lo mejor me engolosinaba más; ahora voy gramaticalmente mucho más al grano, aunque sin perder mi estilo. Quiero creer eso. Creo que es un estilo menos vehemente, no sé si mejor o peor, pero es lo que persigo. Quiero creer que es una escritura más depurada.

Para terminar, inevitable la pregunta, aunque me has reconocido tu incapacidad para entender el presente, ¿cómo ves España ahora, 30 años después de ‘Lo Nuestro’?

Por un lado, hemos tenido enormes avances sociales, somos vanguardia en derechos sociales, sobre todo gracias al Gobierno de Zapatero, bueno, también a los avances de los últimos años, pero creo que eso también tiene un efecto rebote, que estamos mucho más cerca de un retroceso político por culpa de la extrema derecha, como estamos viendo por ejemplo en Castilla y León, cuando pensábamos que no iba a volver a ocurrir. Porque creo que hay una serie de personas que, cuando ven que hay otras que ganan derechos, creen que van a perder los suyos, y no es así. En este sentido, hemos de tener mucho cuidado, porque los últimos meses nos están demostrando que nunca es tarde para retroceder, y que no sabemos hasta dónde es posible retroceder, pero seguro que mucho.

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