¿Es que quieres que te empiecen a llamar puta?
De los libros ‘pequeños’ y ‘discretos’ –no enviados por grandes sellos editoriales–, que nos han llegado este año a ‘El Asombrario’ –y a los que queremos hacer caso en agosto–, abrimos hoy una serie de cinco entregas dedicadas a ‘Inventario de las mujeres que soy’ (‘Con M de Mujer’). Un original recopilatorio de retratos de mujeres que no se muerden la lengua, escrito por Sara Palacios. Empezamos con ‘La mujer puta’.
En el asiento de atrás del coche, cabizbaja, las lágrimas no la dejaban ni ver mientras su padre la alejaba de quien, creía, podía haber sido su primer amor.
Entonces escuchó por primera vez una palabra, que lejos de entender, no sabía que tenía que ver con ella.
–¡Nunca más volverás a pasear con él a solas! ¿Entendido? ¿Estoy hablando lo suficientemente claro?¿O es que quieres que te empiecen a llamar PUTA? ¿Eso es lo que quieres?…
–Claro que no, papá…
Fue lo único que alcanzó a decir.
El mero hecho de haber nacido con vagina abría esa posibilidad entre sus piernas.
La mujer puta siempre ha tenido la profunda convicción de que esa posibilidad la alcanzaría más pronto que tarde, adjetivándola con una asiduidad directamente proporcional a la ignorancia y frustración de quien lo hiciese.
Matemáticas de la razón femenina, lo llamaba ella.
Era algo que podría aplastar una inocencia apenas estrenada, revelando un significado que, aunque no acabase de comprender, la acompañaría hasta la puta muerte.
Desde la mujer que ejerce la prostitución hasta un calificativo de carácter denigrante, la palabra PUTA, con tan solo cuatro letras, apenas roza la inmensidad que esconde. Así, la mujer que la soporta ha pasado de llevar tatuada la letra escarlata por defender su libertad, a ser, parecer y estar de PUTA MADRE.
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