España y las catástrofes en 2013
El geólogo Antonio Aretxabala visita como firma invitada esta ‘Ventana Verde’ para hacer balance de los desastres y catástrofes naturales durante el año que termina, y la incapacidad de las administraciones para gestionarlos de manera adecuada.
Las catástrofes naturales y provocadas por el ser humano se cobraron la vida de unas 25.000 personas en todo el mundo este año que se acaba, una cantidad superior a las 14.000 contabilizadas el año anterior; el tifón Haiyan que devastó Filipinas ha sido un nuevo récord en la historia de la vida sobre el planeta Tierra. Nunca antes un tifón, ciclón o huracán de grado 5 había impactado en el medio humano.
Varios millones de personas se han visto y se verán afectadas cada año por eventos extremos del clima: tormentas, huracanes, tornados, olas de calor, sequías, inundaciones o terremotos climáticos (climatequakes), entre otros. Pero el verdadero cambio ya viene de largo. Ahora el ser humano está acelerando y amplificando el problema, a pesar de que algunos científicos y no pocos directivos de corporaciones energéticas y dirigentes aún lo cuestionen.
Puede que el aumento de la temperatura no importe tanto, como afirman, pero se necesitaba un parámetro para que todos nos entendiéramos. Lo que verdaderamente importa es lo que le está pasando al clima, y ya lo estamos viendo: vivimos eventos extremos que hasta hace bien poco (y hablamos de un par de años) la comunidad científica aún dudaba si podrían ser una consecuencia del denominado “cambio climático” o no. Ahora lo que nos deja atónitos es la intensidad y la frecuencia de los eventos climáticos extremos, lo que han aumentado. Y eso sí está muy claro: catástrofes y respuestas climáticas que se daban cada cien años ahora están ocurriendo cada cinco o diez.
Los costes por los daños causados por estos desastres se elevarán a cerca de 100.000 millones de euros en 2013, según una estimación preliminar. El desastre más mortífero de este año fue el Haiyan, que causó la muerte de más de 7.000 personas y produjo cuantiosos daños materiales que fueron asumidos de forma limitada por las aseguradoras.
Otro desastre con víctimas fueron la serie de inundaciones que afectaron zonas de Europa central y oriental el pasado junio y que provocaron daños por valor de 13.000 millones de euros, de los que solo unos 3.000 millones de euros estaban asegurados. Navarra fue la comunidad más afectada por el agua en España; la capital, Pamplona, sufrió tres inundaciones, una de ellas, el 9 de junio, histórica; a ello hay que sumar que vinieron acompañadas por cerca de 500 terremotos alrededor de la capital; tres de ellos superaron la magnitud 4, más de veinte asustaron a las poblaciones afectadas.
Tampoco debemos olvidar el azote sísmico durante todo 2013 en la Loma de Úbeda, en Jaén, donde la crisis sísmica con más de 2.200 enigmáticos temblores ha puesto de manifiesto la deficiente manera de gestionar desastres en nuestro país. Pero quizás sea la crisis sísmica de Tarragona y Castellón, de origen humano, la que más debiéramos resaltar, debido precisamente a que es la primera vez que de manera popular se asume nuestra capacidad para generar terremotos con nuestras actividades. Las inyecciones de gas desde la plataforma Castor junto a un juego de fallas activo desataron una sismicidad que desde septiembre hasta noviembre nos tuvo alerta a los científicos.
Durante este año, una de las palabras más oídas y generadoras de debate ha sido “fracking”, pero aún es poco lo que se ha hablado de esta agresiva técnica. El reto energético español, deficitario en un porcentaje escandaloso, nos tiene que empujar a una profunda reflexión y a explorar nuevas fórmulas para la transformación de materias primas, fenómenos atmosféricos, solares, de manufactura o marítimos, en energía. Hasta el grisú volvió a cobrarse vidas en 2013, en Llombera de Gordón, donde desde 1893 los fayuqueros comenzaron a construir una nueva era. Descansen en paz.
Nuestras ciudades han crecido de manera imparable; la insaciable demanda energética lo ha hecho con ellas. Desde 2010, más de la mitad de la población mundial vivimos en ciudades, una nueva experiencia para la vida en la Tierra que deberemos saber articular sin dañar ni el medio que nos sustenta ni a nosotros mismos. Los científicos españoles deberemos (si nos dejan y no nos vamos a trabajar fuera) adelantar propuestas efectivas para que el medio humano y la propia Naturaleza no lleguen a destruirse mutuamente.
Hemos visto, por ejemplo, en los debates de 2013 a favor o en contra del fracking y de las inyecciones estratégicas de gas, que deberemos aprender a adelantarnos a los acontecimientos, pero siempre desde la idea de que determinados elementos del medio humano pueden ofrecer resistencia a los efectos negativos de una catástrofe natural o inducida.
Sin embargo, aún queda mucho por tratar con nuestros dirigentes, como hemos visto una vez más frente a las costas de Castellón y Tarragona. Esa mirada no está suficientemente ejercitada por nuestras instituciones. El coste económico y social de dicha carencia, y de no conocer adecuadamente el medio que nos da y nos quita la vida, aún estaría por determinar.
Esperemos que 2014 sea menos violento y que nuestras respuestas basadas en esa mejor comprensión sean más acertadas, pues 2013 nos ha vuelto a recordar que ese conocimiento del medio es la única vía para actuar de manera acertada. Desde 2011 y con Lorca todavía intentando levantarse, cada año que pasa se nos despierta la memoria, y mientras tanto despedimos 2013 con los temblores en El Hierro repuntando por sexta vez.
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