Espinas: rescatar a autoras que escribían “de lo que no tocaba”

Varios títulos de la editorial Espinas.

La pequeña editorial Espinas está recuperando textos de autoras que fueron penalizadas por escribir sobre lo que a las mujeres ‘no tocaba’. Prostitución, precariedad, dependencia económica son algunos de los temas sobre los que escribieron estas pioneras.

Como si fuera un catálogo de atropellos que han sufrido las mujeres, la editorial Espinas nos arroja una realidad del siglo XVIII, XIX y XX. La esfera pública estaba reservada a los hombres e intentar irrumpir en ella tenía un alto coste. Como ya dijera Joana Russ en Cómo acabar con la escritura de las mujeres (Dos Bigotes), hay numerosas formas: prohibir que escriban, negar su autoría, descalificar su calidad, ignorar la obra, etiquetarla de ‘literatura de mujeres’… Muchas estrategias que el patriarcado ha urdido para mantener aisladas a las mujeres en muchas artes, no solo en literatura.

Dice la pintora ucraniana/rusa Marie Barshkirsteff en su diario: “Si yo hubiera sido un hombre, habría conquistado Europa”. Se trata de los últimos lanzamientos de la editorial Espinas, un pequeño proyecto nacido en el madrileño barrio de Lavapiés y que tiene a Alicia de la Fuente como motor de arranque. “Marie te cuenta todo de manera muy íntima en su Diario. Ha sido el libro más difícil de editar, porque tienes que explicar de quién habla, salvar los saltos en el tiempo que da, que se pueda leer, pero también consultar más sobre ella”, explica de la Fuente, que ha constatado que tan difícil ha sido recuperar a Barshkirsteff como escritora como rastrear la ubicación actual de sus cuadros y pinturas.

Alicia de la Fuente, impulsora de la editorial Espinas.

Uno de los casos más extremos para esta editora es el de Ana G. Dostoievskaia, la mujer del famosísimo escritor Fiódor Dostoievski. En ‘Dostoievski, mi marido’, la autora relata la vida con el autor de Crimen y Castigo; ni así había sido publicado antes este texto. “Es el libro que más me ha sorprendido que no se haya publicado en Españ”, explica De la Fuente. “No solo por la cantidad de obras de su marido, sino por las biografías que hay. Cómo no conocemos el libro en el que ella habla de su vida con él. Aunque solo te interese la vida de él, deberías conocerlo”. De hecho, se trata de uno de los libros que mejor acogida ha tenido dentro de la pequeña tirada, señal del interés que despertó.

Lo mismo sucede con su título más reciente, que sale esta misma semana: ‘Memorias de la rosa’, de Consuelo de Saint-Exupéry. La mujer del autor de El principito es un caso más, pero no menos doloroso, de una autora “que vio sus capacidades artísticas diluirse en pro de las del hombre con quien compartía su vida”, explican desde la editorial. En este texto la narración atraviesa a Antoine de Saint-Exupéry como esposo, piloto y escritor. Es descrito como alguien ávido de aventuras, pero también devorado por el personaje cuya fama le superó. “Consuelo, que consideraba los textos de ‘su Tonio’ creaciones conjuntas, será apartada injustamente del relato”, indican, haciendo el paralelismo de que cuando los pétalos de la famosa rosa cayeron solo quedaron las espinas de una relación y un sistema injusto para las mujeres.

Desde la Editorial Espinas, se reivindica que estas mujeres, tanto Ana como Consuelo, eran mucho más que escritoras. Correctoras, taquígrafas, editoras, libreras y cuidadoras. Entonces, ¿por qué figuras tan relevantes para la literatura y para el pensamiento no han sido reconocidas? Para la editora, se trata de algo incluso “deliberado” en muchos casos. “No era cómo escribían, sino de qué hablaban”, indica la editora, que considera que “o ibas de la mano con una ideología o con un personaje concreto, o lo tenías muy complicado”. Eso explicaría que muchas de las mujeres que escribían y cuya obra se ha recuperado pertenecían a la burguesía. “Son las que están bien relacionadas, tienen acceso a la educación y disponen de tiempo para ello. Una mujer sin recursos no puede hacerlo. Es un hecho que la responsabilidad de los cuidados nos ha impedido conocer a gran parte de las magníficas escritoras que han existido”.

Entre el caso de las burguesas vetadas figura la escritora peruana Mercedes Cabello de Carbonera. Desde Espinas se recupera su novela ‘Blanca Sol’, por la que fue acusada de mantener un discurso “poco femenino”. “Era el tema siempre. Las mujeres solo podían escribir sobre amor, con cursilerías, y cuando se metía en el barro, en temas que afectaban a cosas con impacto, decían que era grotesco, desagradable. Cosas que se siguen diciendo hoy. Recuerdo aún al actor Arturo Fernandez diciendo que las mujeres que acuden al 8M son desaliñadas, casi masculinas, como insulto”.

El caso de Mercedes resulta especialmente grave, ya que a raíz de escribir sobre estos temas considerados “poco femeninos” se le hizo el vacío. Ella frecuentaba los círculos intelectuales de la época y fue apartada de golpe. Lo mismo le ocurrió a Anne Brontë, destaca Alicia de la Fuente, a la que hasta su hermana Charlotte dio la espalda por tocar asuntos que no tocaban. “En cambio, a los hombres se les permitía hablar de cualquier tema, como a Galdós, que era el gran escritor que hablaba sobre la cuestión femenina”, recuerda, y se pregunta que quién mejor que una mujer para hablar de la dependencia económica al padre o al marido y de sus alternativas si estos fallaban: o la mendicidad o la prostitución.

Sobre este último tema habló la autora española Matilde Cherner, que se adelantó a La desheredada de Galdós en tiempo y forma. Con ‘María Magdalena’, Cherner critica el carácter institucional de la prostitución y la mercantilización del cuerpo de la mujer. Eso sí, lo hizo bajo el pseudónimo de Rafael Luna. La herramienta utilizada para desvirtuar el trabajo de la también española Eva Carnet fue dudar de su autoría. Ella misma decía: “Cuanto más decían que los escritos no eran míos, más pruebas daba de que no había ningún hombre que me superase en valentía moral”. Por eso tiene mucho interés publicar ‘Oremus. Ironía para afrontar temas como el adulterio, las relaciones incestuosas, la hipocresía de la sociedad y la religión, etc…

Pese a que De la Fuente considera que se está viviendo un momento muy bueno para las autoras, critica que muchas veces reivindicar no es suficiente. “Parece que las grandes editoriales reivindican a Pardo Bazán o a María de la O Lejárraga, pero esto no llega. No estuvieron solas escribiendo”. Para acabar con esta oscuridad del enterramiento formado de las autoras, la editorial Espinas usa el blanco en sus portadas y la estética actual para hacer llegar mensajes que muchas veces siguen vigentes. Tanto que la activista contra la trata Mabel Lozano señaló cuando leyó María Magdalena para escribir el prólogo que tenía frases que ella misma podría haber dicho. “Es verdad que el panorama se está feminizando, pero sigue siendo muy complicado llegar a puestos de decisión de las grandes editoriales o en los premios”, reivindica De la Fuente.

Unas espinas que, como explica su impulsora, por un lado es lo que queda cuando la flor de desvanece: un escudo en esa literatura vetada a las mujeres; y, por otro lado, esa sensación de espina clavada, por no haber tenido esos referentes y esas obras en el instituto o en la universidad. También las espinas que supone emprender en el mundo editorial, donde es muy difícil destacar en un mercado saturado, con propuestas alternativas y sin contar con las autoras para organizar la promoción. “Que no estén ellas dificulta el marketing, pero tampoco quiero hablar por ellas”, explica De la Fuente, que concreta que su público objetivo son mujeres, “que pasan la cincuentena, muy concienciadas, feministas, con larga trayectoria y a las que les sorprende descubrir a estas autoras”. “Son lectoras que estaban esperando algo así”, dice. Y confirma, como dice su manifiesto: “Desde Espinas vamos a rescatarlas; seguirán existiendo mientras las leamos”.

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