Esta gente sí cree en la alianza entre agricultura y medio ambiente

Rosana Álvarez, con sus vacas en la montaña leonesa.

Agricultura y ganadería ecológicas, ganadería extensiva, islas de biodiversidad y setos vivos, agricultura regenerativa, agroecología, agricultura de conservación, custodia agraria… En momentos de protestas y señalamiento de las políticas ambientales como uno de los males del campo español, miles de personas repartidas por él llevan a cabo prácticas agrícolas y ganaderas respetuosas con el entorno, sabedoras de que una biodiversidad sana está también en la base de una producción sana y rentable de alimentos. Ninguna se ha sentido presionada u obligada por normas u órdenes ambientales; el compromiso les ha nacido de dentro, y en muchos casos pensando que es la mejor forma de revitalizar las zonas rurales donde nacieron. Visitamos varias experiencias, desde la montaña leonesa a la isla de Fuerteventura, para conocer estas buenas prácticas, que estimulan un futuro seguro para nuestro sector primario.

“Yo fui una joven más que marchó de los pueblos a estudiar a la ciudad, Derecho, en concreto, para encontrar un futuro mejor. Pero no lo encontré. No había nada relacionado con lo que había estudiado que me motivara. Gracias a conocer a mi pareja, que ya tenía vacas en extensivo para producir carne, decidí volver a Casares de Arbás (pueblo de Villamanín, León, de 60 habitantes) a cuidar las vacas que heredé de mi familia”. Rosana Álvarez es ganadera en extensivo y ecológico en plena Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga, en la montaña leonesa lindante con Asturias.

Desde la primavera hasta el mes de octubre las vacas de Rosana pastan entre un paisaje montañoso que también aloja al lobo y al oso pardo. “Aquí no convivimos con el lobo y el oso, coexistimos, porque yo no convivo con mi enemigo, pero tengo asumido que tienen que estar ahí, que son necesarios, y que aunque conllevan un plus económico y de trabajo para mí, también aportan beneficios, por ejemplo en el control de la tuberculosis”. Con esta forma de pensar es lógico que desde 2014 tenga certificada su ganadería como ecológica: “Hubo un momento en que había que dar un paso importante, y en lugar de ampliar la producción, decidimos mejorarla”.

Tampoco extraña que Rosana levantara la mano para participar en una iniciativa impulsada por Red Eléctrica y Enagás para mejorar el mantenimiento y accesibilidad de las calles que discurren bajo los tendidos eléctricos o sobre las conducciones de gas del Alto Bernesga. “En lugar de entrar maquinaria que tiene un impacto mayor sobre el terreno y la biodiversidad, entran nuestras vacas y las yeguas de otra ganadera, de Folledo”, explica Rosana.

Desde Red Eléctrica, y con estudios de la Universidad de Alcalá de Henares en la mano, afirman: “Los animales realizan una labor de abonado y de pisoteo que repercute favorablemente en la flora y la fauna, incrementando la biodiversidad, y evitan que el arbolado genere problemas de seguridad si intercepta los cables o si sus raíces penetran en el subsuelo y alcanzan tuberías soterradas”. La prevención de incendios forestales se convierte así en otro logro a destacar.

Cuidar la tierra, pero también a las personas

La iniciativa de León está inspirada en Pastoreo en Red, experiencia que Red Eléctrica está extendiendo a otras regiones y desarrolla desde 2019 en Calahorra, La Rioja. Hasta esta comunidad autónoma nos trasladamos para asistir a otro ejemplo de coexistencia pacífica entre la agricultura y la biodiversidad. Varias personas, mujeres en su mayoría, elaboran en Nalda, pueblo de 1.300 habitantes a orillas del río Iregua, cien cestas para otras tantas familias con alimentos de la zona. “Ahora, en invierno, están compuestas en un 40% de producción nuestra, con patatas, brócoli, coliflor, coles… y el resto lo completamos con fruta de las cooperativas de Nalda y Albelda y más verdura de la del Raso de Calahorra y productores de Entrena, todo ecológico, de kilómetro cero y con justicia social”.

Quien habla es Raquel Ramírez, que, junto a sus compañeras de la asociación El Colletero, ha convertido a Nalda en un referente de la economía social y solidaria basada en una producción de alimentos que cuida el entorno en el más amplio sentido de la palabra. “Tenemos la cabeza puesta en el campo y en las personas”, señala Raquel, “porque los agricultores tienen razón tanto en las quejas por las ventas por debajo del coste como por la burocracia aplastante para gestionar nuestros cultivos. Por eso, en consonancia con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con estas actividades podemos contribuir también a mejorar las rentas y acabar con la pobreza”.

La permanencia y ampliación de los proyectos impulsados por El Colletero permiten emplear a 18 personas fijas durante todo el año, y llegar a 40 en momentos de cosechas, y “combatiendo la despoblación también con algo que no es cuantificable, con una comunidad cuidadora que reintegra a mujeres que sufren maltrato o a inmigrantes sin recursos”, subraya Raquel. Todo ello dentro de una actividad frenética de recuperación de variedades de frutas y verduras casi perdidas, al igual que fiestas y tradiciones en torno a ellas; de participación en proyectos para mejorar el suelo agrícola (Intervegas y Micorriza); de integración del turismo en la economía social y solidaria (El Camino ESS); y con proyectos que enamoran solo con el nombre: policultivo de azafrán y judía en cultivo nuevo de peral en ecológico.

Proyecto Olivares Vivos. Revegetación junto a los dueños de la finca. Foto: Olivares Vivos.

Olivares Vivos

En la línea tomada desde León y La Rioja, y de camino hacia el sur, en busca del proyecto Olivares Vivos, cómo no citar el proyecto Control Biológico del Topillo Campesino, impulsado por el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa); Campos de Vida, de la Fundación Internacional para la Restauración de Ecosistemas; el fomento de la agricultura de conservación en Tierra de Campos de la Fundación Global Nature; o, más al este, el proyecto Olivos Milenarios de la Taula del Sénia (entre Castellón, Teruel, y Tarragona) y la producción de arroz, pasta y legumbres ecológicos por parte de RietVell en zonas de gran valor ambiental, como el delta del Ebro (Tarragona). Son todos ejemplos donde la rentabilidad agraria no está reñida con la protección del entorno. Otra cosa es llegar a este punto desde los parámetros y convicciones asentados con la agricultura convencional.

“Reconozco que es duro, partir de cero hacia lo ecológico, sobre todo si has estado dopando el cultivo con todo tipo de agroquímicos y si desde bien pequeñito te han dicho que las hierbas que crecen de forma natural son malas, que hay que arrancarlas, sin apreciar los servicios ecosistémicos (agua, nutrientes, polinización…) que da una buena cubierta vegetal y la fauna asociada”. Emilio Morcillo, socio del grupo Oleaí (“agricultores ecológicos comprometidos con la conservación del medio ambiente y el desarrollo social y económico de la Sierra de Segura de Jaén”), es uno de los propietarios de fincas y productor de aceite incluido en el proyecto LIFE Olivares Vivos, impulsado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife).

Desde que empezó su andadura con el primer proyecto LIFE (2015-2021), Olivares Vivos ha conseguido que en 26 olivares en España más otros 10 entre Grecia, Italia y Portugal se lleve a cabo un modelo de cultivo innovador que recupera la biodiversidad en el olivar sin mermar la rentabilidad para los agricultores, gracias, entre otros logros, a la comercialización de aceites certificados e identificados por un sello que los diferencia y les aporta valor añadido. En las conclusiones del primer LIFE se señala: “La mayoría de las explotaciones aumentaron su producción manteniendo los costes o aumentándolos ligeramente, pero en menor medida que la producción. En consecuencia, la productividad de las explotaciones no se vio afectada negativamente por la aplicación del modelo Olivares Vivos”.

Cultivo y elaboración desde el territorio

Emilio lo corrobora: “Las cubiertas vegetales bien manejadas te reducen los gastos”. Vive en Torres de Albánchez, un pueblo de Jaén de 700 habitantes, y ve la botella medio vacía en cuanto a la apuesta desde el territorio por estos cambios: “Se nos ha educado con el mensaje de que el medio ambiente es el enemigo, y a la par con el de ‘si no sirves para estudiar, a trabajar al campo’, cuando realmente necesitamos conocer más, estudiar lo que necesita el campo y lo que nos puede dar. Por ejemplo, no tenemos contacto con el consumidor, se deja la aceituna en la almazara y se acabó. Olivares Vivos nos enseña que mejorar la comercialización también está en nuestras manos”.

Oyendo a Emilio, viene perfecto el enlace con lo que cuentan personas vinculadas a otro proyecto de cuidado de la tierra y de las personas: Bioterreta, centrado en las comarcas valencianas de Vall d’Albaida y La Costera, aunque ya habría que decir en la Comunidad Valenciana, por la extensión que va cogiendo. Jordi López, uno de sus impulsores, recuerda: “Poco a poco nos han ido quitando pequeñas infraestructuras de elaboración y comercialización que daban empleo y vida y teníamos sobre el terreno, a pie de campo, fueran almazaras, secaderos o mataderos, y eso es lo que intentamos recuperar con una de nuestras iniciativas: obradores compartidos”.

Obradors Compartits comenzó en Cataluña, y gracias a la labor de Bioterreta ya cuenta con un obrador en Vallada (Valencia), otro en construcción en Simat de la Valldigna (Valencia) y tres en conversaciones previas en Orba (Alicante), Gandía (Valencia) y Benicolet (Valencia), “el pueblo de mi familia”, cuenta orgulloso Jordi. “Son instalaciones muy versátiles”, continúa explicando, “con todo tipo de máquinas pequeñas adaptadas a la estacionalidad del campo, para que sirva en una época para hacer aceite, en otra para elaborar mermeladas o en otra para miel”. El de Vallada está preparado para elaborar 13 productos diferentes.

Mercado de la asociación riojana El Colletero, comprometida con la producción de alimentos que cuida el entorno. Foto: El Colletero.

Que el suelo no vuele, que se quede en la tierra

Junto a otra persona clave en esta iniciativa, Àngela Gimeno, recorremos las parcelas de donde salen algunos de los productos hacia los obradores. “La biodiversidad es importantísima, en cuanto a aromáticas y especies mejorantes que ya existen”, nos dice Àngela, y añade: “Cuando incorporamos una parcela al proyecto, observamos lo que ya crece y cómo crece. Nuestras prácticas van más allá de la producción ecológica, es agroecología, no es simplemente implementar la norma de turno en cada momento, sino acompasar lo que observamos, no cortar hierbas que demuestran ser desinfectantes del terreno o atraer polinizadores, crear islas de vegetación y setos entre cultivos leñosos y favorecer la infiltración y retención del agua en el suelo, por ejemplo con siegas controladas que no rompen las cavidades de las raíces que sirven como reserva hídrica. En campos colindantes ves cómo los tractores rompen la estructura del suelo y cómo este vuela”.

Actualmente Bioterreta gestiona 46 parcelas a través de 42 acuerdos de custodia del territorio en las comarcas de Vall d’Albaida, La Safor y La Costera en Valencia y Comtat en Alicante. Son acuerdos de custodia que frenan el abandono de tierras y van desde la gestión directa de Bioterreta de la finca cedida por la persona propietaria a la labor de asesoramiento a quienes quieren participar activamente en el cultivo, pero desconocen los trabajos a llevar a cabo. Y si de custodia agraria se trata, no queda más remedio que saltar al Mediterráneo y llegar hasta las islas Baleares, donde el Grup Balear d’Ornitologia i Defensa de la Naturalesa de Menorca (GOB Menorca) lleva a cabo uno de los proyectos más relevantes en este campo.

Custodia agraria

Desde 2004, 26 fincas de la isla Menorca cuentan con acuerdos de custodia agraria y “están comprometidas con prácticas agrarias sostenibles que apuestan por la salud, la naturaleza y la proximidad entre la producción y el consumo”, aseguran desde el GOB Menorca. Razas autóctonas, variedades locales, productos de temporada, prioridad por la salud del suelo, aprovechamiento de las aguas pluviales y apoyo al campesinado de la isla son algunas de las variables que permiten disponer de una gran variedad de productos: quesos, pan, frutas, huevos, miel, aceite, embutidos, carne, vino, leña, mermelada…

Leo con satisfacción que una de las 26 fincas que sigue dentro de estos acuerdos es La Marcona, en Ferreries, al frente de la cual se encuentran Toni Moll y Carme Pons. Contacté con ellos hace unos años para un reportaje similar a este y no me resisto a reescribir lo que me contaron: “La finca estaba en desuso y entendimos que éramos nosotros los que nos teníamos que adaptar a ella, no al revés. El cereal era el más apto a las condiciones del terreno, porque es una tierra muy fértil. Con el paso del tiempo vimos que no nos equivocamos”. Es cierto, ahí siguen, cultivando y comercializando pan, harinas, bases de pizza y arroz, entre mercados y cooperativas de proximidad y las tiendas del GOB Menorca en Maó.

Ejemplos a replicar

Similar distribución llevan a cabo desde Vidaloe, punto final de nuestro recorrido agroecológico. Es cierto que los cosméticos, jugos, conservas y complementos alimenticios fabricados con hoja de aloe vera ecológico salen hacia la península ibérica, Bélgica, Suiza y Portugal, pero la distribución se concentra principalmente en Gran Canaria y en 51 establecimientos de la isla de Fuerteventura donde se cultiva el aloe, en concreto en el pueblo de Agua de Bueyes. “Además, hemos conseguido que el turismo pase también por ese pequeño pueblo del centro de la isla, interesado en nuestros cultivos y nuestros productos”, señala Daniel Acosta, gerente y fundador de Vidaloe.

Desde que empezaron en 2014, con dos personas empleadas y solo el cultivo de aloe vera, Vidaloe ha crecido hasta los 11 puestos de trabajo actuales y el cultivo de la microalga espirulina y otras plantas como moringa, orobal del país y algarrobo. “La plantación de este último ha servido para detener la erosión de una de las zonas cercanas a nuestra empresa y para dotarnos de más autonomía a la hora de elaborar nuestros nuevos productos”, sostiene Daniel. La importación de cacao ecológico desde Ecuador, combinado con la harina de algarroba, la leche de cabras majoreras y la sal y el pimentón producidos también en Fuerteventura les permite añadir productos con chocolate a los cosméticos, jugos y conservas que preparan con aloe vera.

Queda demostrado que España está bien nutrida de ejemplos para replicar modelos de agricultura y ganadería comprometidos y respetuosos con el paisaje y el paisanaje, desde la montaña de León a la isla canaria de Fuerteventura, pasando por olivares de la sierra jiennense del Segura. Pero también es cierto que hay que seguir echando una mano en ese sentido para que ni la excesiva burocracia ni la venta a pérdidas sea una rémora, y para cumplir con un objetivo que ahora se antoja difícil: conseguir que el 25% de la superficie agraria de España sea ecológica en 2030, en cumplimiento del Pacto Verde de la Unión Europea. En 2012 estábamos en el 7,5% y en 2022 en el 11%. Solo Andalucía y Cataluña cumplirían ahora con el 25%, y casi lo harían Baleares, Murcia y la Comunidad Valenciana. Queda aún mucho camino verde por recorrer.

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