“Estamos cada vez más solos en la Tierra”: Informe Planeta Vivo 2022

Niños caminado por el campo en Uganda. Foto: © WWF / Simon Rawles

Un 69% de las poblaciones de vertebrados de la Tierra han disminuido desde 1970 hasta hoy. En 2012 lo habían hecho el 38%. Son datos del ‘Informe Planeta Vivo’ que cada dos años lanza la ONG WWF; acaban de presentar el correspondiente a 2022, que alerta de la necesidad de firmar un acuerdo global para recuperar la fauna y flora global para 2030. “Estamos cada vez más solos en este planeta”, señalaba el día de su presentación el director de WWF España, Juan Carlos del Olmo.

El paisaje sonoro desaparece. La algarabía que hace apenas una década se grababa un día de primavera en cualquiera de nuestros campos, se ha convertido en un intermitente silencio que habla de muerte. Es un sonograma del naturalista y divulgador español Carlos de Hita, que pone la melodía a una crisis de la biodiversidad global que va dejando vacíos de fauna nuestros campos, cerros, bosques, cordilleras, prados y sobre todo ríos, humedales y mares. El informe Planeta Vivo 2022 de WWF recoge los números de ese mutismo que se va haciendo cada año más intenso, casi sin darnos cuenta: un 69% de la poblaciones de mamíferos, aves, peces, es decir, de vertebrados que habitan este planeta han disminuido desde 1970. Es casi el doble que hace 10 años, cuando el mismo informe reflejaba que lo hacían en un 38%.

Bien es verdad que en esta ocasión WWF analiza 32.000 poblaciones de 5.200 especies de vertebrados distintas, 11.000 más que en el informe anterior, pero también lo es que las crisis de clima y biodiversidad están imbricadas la una en la otra, acelerándose mutuamente hasta acallar la naturaleza. Es la conocida como ‘la sexta extinción’, y según la ONG conservacionista, presente en un centenar de países, parece no parece tener freno. “Estamos cada vez más solos en este planeta”, señalaba el día de su presentación el director de WWF España, Juan Carlos del Olmo. “Y ya no basta con proteger espacios, debemos hacer transformaciones en todo el sistema económico, financiero… y volcarnos en esta década en la restauración, en curar las heridas”, reclamaba.

En gran parte, encerrada en ciudades, la humanidad ya no sabe si lo que hoy no ve y no escucha estuvo o no ahí en el pasado. Pero en el informe descubrimos que, en un solo día de calor, en Australia murieron más de 45.000 zorros voladores, que ya nadie volverá a ver un sapo dorado de Costa Rica ni al roedor melomys de Papúa Nueva Guinea ni a más de mil especies que se han extinguido por el cambio climático, mientras que otras –polillas, gusanos o escarabajos– proliferan destruyendo los bosques que eran sumideros de carbono y que ahora son emisores por incendios que no hay quien logre apagar.

“Cada año perdemos unos 10 millones de hectáreas de bosques, una superficie como Portugal”, nos dice el documento. Y vemos en un mapa que en América Latina y el Caribe la disminución de número de animales en miles de especies es hasta del 94%, amenazados como están por una expansiva agricultura y ganadería que no conocen límites, por la minería y, cómo no, por el calentamiento global, que ya está en los 1,2ºC globales respecto a hace un siglo. Hace un siglo… ni siquiera conocíamos a los habitantes de esas selvas, hoy sucumben para alimentar nuestras vacas.

Enrique Segovia, responsable de Conservación en WWF España, recordaba que ya hay un millón de especies en peligro de extinción y que, si en Europa el ritmo de disminución es menor ,“se debe a que la transformación del territorio fue anterior a 1970”, no porque esté incólume. Aun así, seguimos destruyendo, con ejemplos tan claros en España como el Mar Menor y Doñana.

Un koala en su hábitat natural. Foto: © Shutterstock / GunnerL / WWF

A los responsables de la organización preocupa especialmente lo que pasa con las especies de agua dulce, ríos y humedales que hoy son sobreexplotados, contaminados, transformados sus cauces como fuentes de energía. El Índice Planeta Vivo señala que en estos 52 años han disminuido las poblaciones de peces, mamíferos, anfibios, reptiles y aves relacionados con estos cuerpos de agua en un 83%. Y menciona que, a nivel global, presas y embalses tienen ya secuestrados el 63% de los ríos de más de mil kilómetros, impidiendo las migraciones que infinidad de especies venían haciendo desde tiempos remotos.

“Todo lo que nos permite estar vivos viene de la naturaleza y está siendo afectada por las actividades humanas, por el uso abusivo de los recursos naturales. El consumo no deja de aumentar desde los años 70. Ya hemos superado con creces la biocapacidad de la Tierra: consumimos el equivalente a 1,75 planetas Tierra cada año, una huella ecológica que sale de nuestros bosques, de dejar los océanos vacíos y que, además, es muy desigual según donde se viva”, resumía Segovia. Mientras, mostraba un mapa y la mirada se iba a África, con una huella menor a las 1,7 hectáreas por persona –más o menos lo que nos permite la capacidad del planeta– que en España sube a cuatro y en Estados Unidos llega a las 6,7 hectáreas.

Gracias a la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) se sabe donde están los puntos calientes de las amenazas y, por tanto, dónde y cómo actuar con proyectos concretos. Pero es que además – menciona el informe–, hay que reducir las emisiones contaminantes (que no dejan de aumentar), poner en marcha soluciones basadas en la naturaleza (caso de los manglares, cuya deforestación ha disminuido en algunas porque se tomaron medidas), apostar por el liderazgo de los pueblos indígenas y su sabiduría, junto con las innovaciones que funcionan, retomar una cadena de suministros sostenible y justa, diversificar la producción de alimentos… Y restaurar.

La buena noticia es que todo el daño es evitable y reparable. La demolición de dos presas en un río del estado de Maine (EE UU) permitió que una especie de pez pasara de unos cientos de ejemplares a dos millones. En ríos de España ya hemos visto lo que ocurre cuando se renaturalizan: la vida vuelve a explotar. De los mares, WWF se fija en lo que está pasando con los tiburones y las rayas. Ahora tenemos un 71% menos de unas especies que llevan sobre el planeta 400 millones de años y han resistido extinciones masivas como la que acabó con los dinosaurios. Son una parte fundamental de las cadenas tróficas oceánicas y se pueden recuperar poniendo cuotas de pesca.

“Nos hace falta un plan, un objetivo mundial común por la naturaleza que sea global y que se aplique a nivel local en un plazo concreto. Siguiendo el ejemplo del Acuerdo de París, de no superar los 1,5º C, reclamamos lo mismo para revertir la pérdida de la naturaleza, para que tengamos una Naturaleza en Positivo para el año 2030”, defiende Juan Carlos del Olmo.

En  Planeta Vivo 2022 hay muchos ejemplos de cómo hacer bien las cosas: en Kenia, con el uso de semillas autóctonas resistentes a la sequía; en Australia, aplicando el conocimiento indígena a la gestión del agua; en Zambia, con la regeneración natural de los bosques… También hay deseos pendientes, como el de los pueblos amazónicos que, agrupados en la coordinadora COICA, se han unido para pedir que se proteja el 80% de su extenso territorio en 2025.

Gorila en el Parque Nacional de Virunga, República Democrática del Congo. © Paul Robinson

Más cerca, el ejemplo de Laura Martínez, responsable de una quesería y ganadera en extensivo de Bustarviejo (Madrid), que pedía más conexión con lo local, también de grandes empresas que van a comprar lana sostenible a otra parte del mundo, mientras ella no tiene a quien vender las de sus ovejas. “La cuestión es que cada vez es más grande el abismo entre el campo y la ciudad. Los niños hasta sienten asco de que salga leche de la teta de una oveja o miedo de las hormigas. Y luego se piensa que por tener un certificado de bienestar animal, ya se hace una compra de carne sostenible, cuando a lo mejor es de esas macrogranjas, que tanto impactan en los pueblos. Ese no es el camino. Hay que volver a conectar con el campo”, aseguraba.

Se escucha un lobo. No, varios. Aullidos en un torbellino como hace décadas que no se oía por estos lares. Ahora también hay linces maullando. Carlos de Hita ha vuelto a abrir sus micrófonos y la belleza de la biodiversidad se hace presente con las voces de la vida silvestre. Son aquellos a los que decidimos proteger y recuperar, que nos saludan desde el sonograma. Son la prueba de que cuando queremos, podemos sanar paisajes para que no perdamos un planeta vivo.

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