“Este libro reivindica la búsqueda de la vida propia a pesar de todo(s)”

La escritora Carmen G. de la Cueva y la ilustradora Ana Jarén. Foto de Nani Gutiérrez.

Su libro ‘Escritoras’, que relata la historia de mujeres creadoras como Emilia Pardo Bazán, María Lejárraga, Elena Fortún, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite, va ya por su cuarta edición y ha sido adaptado por la compañía Maracaibo Teatro. Hablamos con la escritora Carmen G. de la Cueva –“Yo creo que, sobre todo, este libro reivindica la búsqueda de la vida propia, es decir, de lo que uno desea a pesar de todo, y a pesar de todos”– y la ilustradora Ana Jarén, muy de actualidad porque este mes también publica, junto a Aroa Moreno Durán, ‘Almudena. Una biografía’ (Lumen), sobre la escritora Almudena Grandes.

La escritora Carmen G. de la Cueva y la ilustradora Ana Jarén son las autoras de Escritoras (Lumen, 2023), un libro que ya va por su cuarta edición y que cuenta la historia de mujeres creadoras de principios del siglo XX como Emilia Pardo Bazán, Carmen Baroja, María Lejárraga, María de Maeztu, Victoria Kent, Elena Fortún, Marisol Dorao, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite. Un libro “lleno de mujeres que se han acompañado para contar la historia de otra manera, su historia”, apunta Carmen. Una historia que transcurrió en la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino y que siguió a menudo en el exilio, de manera epistolar en muchos casos. La compañía Maracaibo Teatro estrenó el noviembre pasado en L’Escorxador de Elche una adaptación teatral del libro.

Aquellas mujeres tuvieron muchísimas responsabilidades, impedimentos y obstáculos: la labores de la casa, la maternidad… Los maridos de muchas no se lo pusieron fácil. “El de Carmen Laforet le prohibió que escribiera. Carmen Martín Gaite se separó de Ferlosio y escribió Entre visillos secretamente. El marido de Elena Fortún estaba celosísimo de su obra, y hasta que no se murió no empezó a despegar”, señala Carmen G. de la Cueva, que en sus libros y sus artículos combina la mirada personal con la bibliografía. Dando importancia al conocimiento y a la historia. Pero resaltando las referencias y su mirada.

¿Qué os parece el proyecto de Las Sin Sombrero? Un proyecto que empieza en el documental, luego sigue en lo literario, en las acciones educativas, tratando de englobarlo todo. Que exista ese tipo de proyectos lo que hace es visibilizar a mujeres creadoras.

Carmen G. de la Cueva: Yo creo que la capacidad divulgadora y didáctica de un proyecto como Las Sin Sombrero es lo que ha permitido que se abra un espacio. Y Laura Hojman, con el documental de María Lejárraga. Todo está bebiendo de lo mismo. Quiero decir que ha habido una recuperación de todo eso. Lo de Las Sin Sombrero es algo que ya hacía Antonina Rodrigo en los 80. Antonina Rodrigo escribió la primera biografía de María Lejárraga, escribió un libro de memorias de mujeres de esa generación, escribió sobre María de Maeztu… Lo que pasa es que hay periodos en los que se mira mucho a esa época, y periodos en los que vuelve a desaparecer.

¿Por qué crees que ocurre eso?

CG: La historia de la genealogía literaria española de las mujeres está llena de elipsis y silencios. Sucede así. Es simbólico, pero sucede que en un momento se presta atención, pero se toma como algo esporádico y anecdótico, no como parte del canon. Creo que hay proyectos que vienen a afianzar, sobre todo desde lo académico, que todas estas escritoras entren a formar parte del canon y de nuestra genealogía; es decir, que sobre todo en los programas educativos se empiece a leer y hablar de ellas.

¿Cómo ha sido este trabajo tan concienzudo de ‘Escritoras’?

Ana Jarén: La consigna era: se tiene que abrir el libro y entender de qué va, la ilustración debe ser explicativa, pero a la vez no puedes contar lo que se esté contando ya en la historia. He recurrido mucho a los surrealistas, a las emociones y al punto onírico para complementar lo que Carmen estaba proporcionando con datos y realidad. A estas mujeres no las hemos visto prácticamente nada, porque fotos hay muy poquitas. Quería saber qué sentían, qué punto emocional se les puede dar más allá. Ese era el extra que pude aportar yo. Me he sentido muy cómoda, porque Carmen tiene una manera muy bonita de hablar, pero a la vez muy accesible. Está generando imágenes muy bellas. Pero está siendo un tú a tú. Luego la seriedad de todo el estudio que ha hecho le da la rigurosidad que se merecían estas mujeres. Porque nos tenemos que tratar también como profesionales, nos tenemos que tratar con respeto y con un poco de distancia, de admiración, no todo colegueo, no todo comadreo. Necesitaba rigurosidad, y la tiene, a pesar de que es accesible.

CG: El trabajo de Ana lo vuelve hermoso y lo vuelve también muy accesible, porque convierte los textos en carne viva. Y su mirada se fija mucho en lo cotidiano, en los detalles, en la casa. Una de las ilustraciones del principio es de mis favoritas, aunque en realidad me gustan todas. Ahí tenemos a una mujer que está zurciendo un calcetín, literalmente, la niña  está con la amasadora, el puchero haciéndose, pero ella se está fugando de allí, imaginando. Están todos los detalles: el hilo que sigue; los pájaros que representan el destello de libertad. La composición es hermosa y dice muchas cosas.

AJ: Hay pequeños hilos. Creo que si tú quieres, puedes ver más de lo que aparece. Carmen selecciona mucho y hace una analogía con el mundo de los hilos, de las relaciones que se establecen entre las mujeres, de tirar del hilo, también. Así que hay mucha puntada, porque hay muchas horas de esas señoras zurciendo, bordando mantelerías, pañuelos. A través de la ilustración es un pequeñito homenaje a la cantidad de horas que se han tirado esas mujeres, queriendo o no queriendo hacer aquello. Yo he elegido mi profesión, y puedo hacerlo desde mi posición privilegiada, pero muchas se quedaron en la mantelería.

Se tiene una idea del libro ilustrado como algo muy accesible, como un producto más ligero. Pero aquí hay un peso distinto, porque se ve que hay un trabajo de reflexión, de ensayo, sin ser un ensayo académico.

CG: Yo huyo del ensayo académico. Para mí también es importante que las lecturas se gocen, y se aprendan, porque está lleno de referencias. Todo está citado, soy obsesiva con eso, porque no quiero que me pillen una falta.  La mayoría de la bibliografía, mucha de ella, la tenía ya trabajada. Virginia Woolf desde hace millones de años, pero Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Elena Fortún, también. Y María Lejárraga, no todo, pero parte sí, porque es un periodo de la historia que a mí me ha interesado desde hace mucho tiempo. Y estoy convencida de que tiene que ver con mi propia historia familiar, con las mujeres de mi familia, con la guerra…

No es tarde para transmitir muchas de las historias que nos han contado.

CG: Ahí están mi abuela y mi tía. En mi libro Mamá, quiero ser feminista (Lumen, 2016) hay un capítulo que se llama Mi bisabuela roja. Mi bisabuela Asunción, que fue estraperlista todo el tiempo que mi bisabuelo estuvo represaliado. Primero estuvo perseguido por ser alcalde republicano, socialista. Y luego estuvo en la cárcel de Baza un montón de años sin que se supiera dónde estaba. Mi bisabuela tenía cinco hijos, era la mujer de un rojo, y sus hijos eran los hijos de un rojo. De hecho, les echaron del colegio: una historia de mucha violencia. Ella se iba con su hermana al puerto de Sevilla, se fabricaron –todo esto está contado en el libro– unos delantales con bolsillos que se ponían debajo de las faldas para meterse cosas, para hacer estraperlo en el puerto de Sevilla durante mucho tiempo; esas historias me las contaban mi abuela y mi tía.

Cómo no voy a contar estas cosas, que son parte de mí, porque también me siento testigo de sus vidas. También son historias que me construyen identitariamente, porque estoy segura de que yo no miraría tanto al pasado si no hubiera estado escuchándolas. Pero aunque escriba cosas más personales, siempre voy a estar mirando lo que han hecho otras mujeres en distintos ámbitos del conocimiento. Y también hay historias de mujeres anónimas de la Residencia de Señoritas. Porque hay una curiosidad y una necesidad de seguir reconstruyendo la genealogía.

AJ: Y de hacerlo accesible. Es fundamental llegar a la gente. Hay que hacer una labor, lo mismo que están las exposiciones y los documentales. Parece que hay que dar vueltas de este tipo para hacer que la gente quiera saber más y que lleguen esos nombres a sus cabezas y que los atrapen. Y que tengan ganas, porque de otra manera no hubieran llegado a sus manos.

La escritura puede ser un gran refugio y una manera de evadirte. ¿Lo ha sido para ti, Carmen?

CG: En los primeros tiempos de mi maternidad, cuando mi hijo era un bebé y estaba todo el rato dándole el pecho, no tenía ni manos. Por eso el primer texto de una mujer lo escribe con el pensamiento, y vas hilando las ideas en tu cabeza, y cuando puedes, lo pasas al papel. Tengo textos publicados en CTXT, Leer y amamantar, que están escritos enteros en mi cabeza y luego pasados al Word. Es que estamos hablando de horas y horas, madrugadas. A veces, cuando me siento es porque el texto ya estaba aquí. Lo hacía con mi hijo Diego cuando le daba el pecho, cuando después lo paseaba con el carrito por la ciudad y se dormía durante horas. Y pensaba un texto, y ahora, cuando camino sola, también lo hago.

AJ: Porque su mente es inquieta. Necesita estar creando. Si no puede físicamente, lo va a hacer de otra manera. Eso no lo puede evitar.

CG: Es que ese hilo de pensamientos no se agota. No se calla el runrún. A veces le das sentido, lo estás rumiando en tu cabeza. Y de repente cuando te sale, tienes ese goce. Lo decía Virginia Woolf: “Odio escribir, pero soy feliz cuando ya he escrito”.

Luego está ese punto de conexión entre texto e ilustración. Cuando leías lo que escribía Carmen, ¿te surgían mil cosas en la cabeza, Ana? ¿Es un trabajo de imaginar mil opciones y alternativas?

AJ: Mi trabajo de ilustradora es muy diverso, pero una parte es ilustrar artículos o libros de otros. Creo que estoy muy entrenada para generar otras imágenes, para no ser redundante y para cautivar. Tenía eso todo el rato en la cabeza: hay que aportar algo. No es una coautoría, y tengo que ser capaz de crear algo que esté contando esas historias, pero de otra forma. Te abres a alternativas, y sobre todo con alguien como Carmen, que detalla y que precisa tan bien, que te hace un trayecto.

Está la necesidad no solo de mostrar estas historias, sino también la resistencia de que no hay que dejarse llevar por el curso de la vida. Si uno tiene ganas de hacer algo y de crear algo, hay que hacerlo, ¿no?

CG: Yo creo que, sobre todo, este libro reivindica la búsqueda de la vida propia, es decir, de lo que uno desea a pesar de todo, y a pesar de todos. Y lo pasaron mal tantas mujeres…; algunas lo consiguieron mejor que otras, pero todas lo intentaron. Sobre todo mujeres, pero también hombres, que a veces duden de sí mismos y se sientan impostores, lo lean y digan, voy a seguir pintando, voy a seguir escribiendo, voy a seguir investigando, voy a seguir, porque creo en mí. No voy a hacer apología del divorcio, pero en mi caso era así; si no me divorciaba, no habría podido escribir.

AJ: En mi caso es absolutamente todo lo contrario. Yo tengo un marido que me ha apoyado siempre en esto de la ilustración, o sea, él me regaló mis primeros rotuladores sin yo saber que quería pintar. Y no solo eso, sino que en el momento en que vio que mi infraestructura iba subiendo mucho, dejó su trabajo y se vino a trabajar conmigo. Veo a otros hombres que apoyan a sus mujeres y que lo toman como un proyecto com

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