Estuve en Fitur, un planeta sin hambre ni guerras

Ilustración: Liliana Peligro.

Ilustración: Liliana Peligro.

Ilustración: Liliana Peligro.

Nuevo reto para el autor, que cada quincena nos sumerge en arriesgadas aventuras que a menudo aceptamos como lo más normal y cordial del mundo, sin percatarnos de los peligros que encierran. Desde apuntarse a un gimnasio ‘low cost’ a asistir al musical de Jorge Javier Vázquez. Hoy aterriza en Fitur, la Feria Internacional del Turismo, celebrada la semana pasada en Madrid y que propone un planeta ‘ideaaaaal’.

Los que crearon la Organización de las Naciones Unidas en 1945, después de la masacre de dos guerras mundiales y con el fin de que los terrícolas se llevasen medianamente bien, más que la ONU querían crear Fitur, pero no se dieron cuenta. Si un alienígena venido del planeta Zordon aterrizase en Fitur, si afiturizase, pensaría que este es un planeta hermoso, preñado de maravillas, sin guerras, hambre y pobreza, poblado por tías buenas exóticas, apacibles jubilados con panfletos, bocadillos de tortilla y destinos de ensueño. Por ciudadanos que, como Baudelaire, prefieren estar en un lugar lejano en vez de donde realmente están y que acudieron batiendo récords históricos a la Feria Internacional del Turismo.

Uno va a Fitur y recala en el stand de Palestina, donde te invitan a visitar unas polvorientas tierras llenas de historia e historias, y no se ve por ningún lado ni una pizca de conflicto. El pabellón de Irán muestra un país plagado de modernidad y buen rollo. En Polonia, bajo las garras de un gobierno ultraconservador que persigue, entre otras cosas, la homosexualidad, vemos pulcritud y una maciza vestida de sirenita, mientras allí se destruye el Estado del Bienestar.

Hay muchas tías gancho por doquier, carne para atraer viajeros, paran sobre todo por países asiáticos y del Este de Europa, que aquí estas cosas ya están muy vistas y muy mal vistas. No hay proporción: el stand de la diminuta Andorra es más grande que el de muchos países que la centuplican en tamaño. I feel sLOVEnia. Te puedes hacer selfies con osos polares y leones (de pega) o con un enorme yogui de la India. «Tenéis que ir a Japón, que mola un montón», dice la dibujante de manga al final de su taller. Se mezclan razas y atuendos, como en un buen curso de antropología cultural que haría las delicias de Manuela Carmena. Y se hace evidente la paradoja geopolítica: Rumanía, el país que más emigrantes emite hacia España, nos invita a hacer el camino inverso y visitar esos lugares de los que tantos de los que vienen han huido. Lo que se echa en falta es el souvenir: «Estuve en Fitur y me acordé de ti».

Como muchas de la ferias que se celebran en Ifema, Fitur es un extraño híbrido entre el ocio y los negocios, así que uno nunca tiene demasiado claro si está en una gigantesca agencia de viajes o en un parque de atracciones no demasiado atractivo. Entretenimiento haylo, sobre todo a base de músicas y bailes regionales de los otros extremos del mundo (por alguna extraña razón en el stand de Filipinas tocaban My Girl como parte del folclore) y algunos actores disfrazados de centuriones romanos o de humillados caracoles, alguna cata de vino o de jamón de Guijuelo, pero poca cosa más. Lo que no se entiende es que al ciudadano de a pie le cobren una entrada (unos diez eurillos para el público general) por entrar en una tienda, como también hacen en ARCO (¡hasta 40 euros!). Pero, bueno, nadie conoce a nadie que pague, porque todo el mundo sabe que conseguir una entrada para Ifema es más fácil que sentir el absurdo vacío de la existencia.

Fitur es también un mapa de los tópicos regionales. ¿Qué había en la gigantesca parte dedicada a Andalucía? Flamencas. ¿Y en el recoleto stand asturiano? Botellas de sidra, una foto de un oso y el buga de Fórmula 1 de Fernando Alonso quien, por cierto, no se come un rosco desde 2006. Sin embargo, en Nerja, con stand propio, no salen las bicis de Verano Azul. «Chicas, ¿queréis ir gratis a Ciudad Rodrigo?», dice un animador con voz lujuriosa ante la indiferencia de las jóvenas que transitan. Luego está la parte del turismo gay (aquí no han implementado aún el término LGTB), de lo que se infiere que el resto es turismo hetero o asexual o algo así.

Conoce uno a muchos viajeros en Ifema y casi todos tienen bien interiorizado el actual mantra del capitalismo de seducción: tienes que cumplir tus sueños. Yo soy de los que también tiene muchos sueños, pero de esos que te hacen meterte a hacer la siesta con pijama y orinal. El vago, el sedente, el psiconauta que, más que viajar en trenes o en aviones, viaja en libros, oníricas varias o drogas raras, se pone un poco nervioso en Ifema. ¿Adónde ir? ¿Cómo? Y sobre todo, ¿por qué? ¿Y por qué no quedarse quieto, visitando nuestras entretelas interiores, si es que tenemos? Dice el proverbio que la vida es como el parchís, y que muchas veces recorremos el mundo entero para encontrar la meta justo al lado de casa. Nuestro Fitur, el lugar donde se materializan nuestros sueños, es la sección del colchones de El Corte Inglés.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 28 enero 2016

    Muy buen artículo. Todas esas reflexiones son muy apropiadas y oportunas.

  • Libia

    Por Libia, el 10 febrero 2016

    El último párrafo <3

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