Expedición al ‘último hielo del Ártico’, un mundo que desaparece

Expedición internacional al Ártico en 2018.

Una expedición internacional al Ártico parte mañana, 26 de julio, en busca de las claves del deshielo en el Polo Norte y de los ecosistemas no explorados que están modificándose. A la vuelta, en dos meses, nos contarán qué han visto, pero las previsiones no son muy halagüeñas. “De seguir así”, señala el geólogo mexicano Carlos Castro, “el hielo en la Tierra va a desaparecer. Me gustaría creer que todos conocemos el impacto que tendría. Por desgracia, vamos hacia el punto de inflexión”.

Existe un área de la Tierra que aún guarda muchos misterios. Se trata de ese océano cercano al Polo Norte que hasta hace muy poco tiempo estaba cubierto permanentemente de hielo. El cambio climático propiciado en unas pocas décadas por el ser humano ha transformado ese hielo en agua durante los meses de verano y cada vez durante más tiempo, dejando al descubierto y navegable un mar que este verano recorrerá la expedición oceanográfica del proyecto internacional Synoptic Artic Survey (SAS) en un viaje que durará dos meses.

En realidad, la expedición SAS, a bordo del rompehielos sueco Oden, debería haber tenido lugar el verano del 2020, pero como tantas cosas se pospuso debido a la pandemia. Ahora, tras pasar una cuarentena de ocho días en un hotel en Malmö, los expedicionarios esperan la partida, prevista para mañana, de una travesía de dos meses por el Polo Norte.

Urge tener información de lo que allí está pasando. Una investigación de la Universidad de Washington publicada recientemente (1 de julio) en la revista Communications Earth & Environment revela que en un Ártico que cambia rápidamente está desapareciendo la única área de hielo marino que podría seguir albergando especies que ya no tendrían donde ir. La llaman la “última zona de hielo”. “Si, como muestra nuestro estudio, puede ser más vulnerable al cambio climático de lo que la gente ha supuesto, esto es grave”, señala el autor principal de este trabajo, Axel Schweiger, científico polar del Laboratorio de Física Aplicada, en un comunicado de esta Universidad americana.

Shweiger y su equipo han estudiado el Mar de Wandel, situado entre el noreste de Groenlandia y el archipiélago Svalbard, una zona que siempre había estado cubierta por una gruesa capa de hielo antiguo. El 14 de agosto de 2020, sin embargo, imágenes de satélite mostraron que hubo un mínimo histórico: apenas había la mitad del habitual. ¿Era algo puntual? ¿A qué se debía? Los científicos analizaron las causas y han concluido que en un 80% se debió a factores relacionados con el clima del momento, como los vientos inusuales que rompieron y movieron el hielo más grueso, pero que en otro 20% se debió al adelgazamiento de una capa helada que está sufriendo, a largo plazo, el cambio climático: al ser más fina, entra más luz solar, se calienta más el océano y se derriten los témpanos.

Kristin Laidre, bióloga y también autora de este trabajo, reconoce que aún se sabe muy poco de lo que está pasando en aquel remoto lugar y también de la vida de los mamíferos marinos y otras formas de vida en esas regiones: “Tenemos muchas más preguntas que respuestas”, destaca.

De ahí la importancia del proyecto SAS, un ejemplo de colaboración internacional presentado en 2018, que implica a la ciencia noruega, sueca, japonesa, estadounidense, coreana, canadiense, alemana… Incluso está la rusa (se echa en falta algún español). Su ambicioso objetivo es cubrir con tantos buques de investigación oceanográfica como sea posible y en sólo tres años, toda la extensión del Océano Ártico, en superficie y profundidad, por secciones hidrográficas, biogeoquímicas y biológicas, hasta conocer al detalle sus ecosistemas y el ciclo de carbono, en el que tiene una función fundamental. Hablan de una docena de buques para conseguirlo.

El rompehielos sueco ‘Oden’ en el que se realizará la expedición.

Cuentan sus promotores que el legado histórico del SAS se remonta a la famosa Expedición Maud (1918-1925), cuando el científico y explorador noruego Harald Ulrik Sverdrup realizó la travesía del Pasaje del Noreste. Un siglo después de aquel legendario esfuerzo científico, ahora, dicen, “existe una necesidad imperiosa de explicar el Nuevo Ártico y su conectividad a latitudes más bajas”, recabando datos que son necesarios para la humanidad.

La expedición sueca del Oden, en la que participan 40 investigadores de varios países, ha puesto el foco en el ecosistema marino entre Groenlandia y el Polo Norte, la zona más inexplorada. Dado el ritmo de deshielo, urge averiguar cómo funciona antes de que cambie radicalmente. «Nadie antes había realizado las mediciones que tenemos previstas allí, ni tomado muestras de clorofila o zooplacton. Seremos los primeros», asegura la científica jefe de la expedición, Pauline Snoeijs Leijonmalm, de la Universidad de Estocolmo. El mexicano Carlos Castro, ahora en Suecia, explica que sólo conocemos el 20% del suelo oceánico ártico: “Sabemos más de la Luna y de Marte. Como geólogo, mi función se encuadra dentro del proyecto Seabet 2030, que manejará la eco-sonda multihaz que mide las profundidades oceánicas para crear así un mapa del fondo que resultará muy útil para quienes recogen muestras o especímenes de otros proyectos”. El suyo es uno de los 17 proyectos que van embarcados.

La meta que tienen es cubrir una décima parte de los 3,3 millones de kilómetros cuadrados que hay en esa inmensidad ártica. Castro, que ya estuvo en 2011 en Groenlandia definiendo la plataforma continental, recuerda que no hace tanto “se necesitaban dos o tres rompehielos para llegar al Polo Norte Geográfico, así que nadie miraba qué había debajo”. Y añade: “Es un misterio qué encontraremos a cuatro kilómetros de profundidad. Ni siquiera conocemos bien el origen del Ártico: unos científicos creen que dejó de ser un lago y se convirtió en un océano hace 20 millones de años y otros dicen que hace 36 millones de años”.

Lo paradójico, reconoce el geólogo, es que, cuando lleguen, las cosas ya serán distintas a como estuvieron durante muchos miles de años. La jefa de la expedición bióloga sueca es consciente de ello: “Si en un ecosistema que ha estado cubierto de hielo todo el año, el hielo ahora desaparece en verano, y además va a seguir sucediendo, los impactos en toda la vida son y serán enormes en pocas décadas, desde los osos polares a los microbios. Ya hay organismos en otras partes del mundo que se van hacia los polos escapando de un clima muy cálido, pero del Ártico no es posible ir más al norte. Las especies que están adaptadas al frío extremo no tienen dónde ir y eventualmente desaparecerán de la Tierra «, repite en un mantra habitual de los científicos polares: “No hay un más allá más gélido”.

Son muchos los trabajos que tienen previstos en el Oden para esta campaña respaldada por el Comité Internacional de Ciencias del Ártico (IASC) y la Universidad del Ártico. Tomarán muestras de clorofila para medir la productividad del ecosistema; muestras de ADN para averiguar qué organismos de plancton se encuentran y cómo son de nutritivos; cogerán también muestras del fondo y examinarán los sedimentos, un archivo histórico de la vida que hubo en el Océano Ártico. Buscarán microbios y capturarán otros seres más grandes, como peces y calamares, que quizá resulten ser distintos bajo el hielo. Para averiguarlo utilizarán hidroacústica, sistemas de cámaras, redes de arrastre verticales y palangres con anzuelos.

Pauline Snoeijs incluso se llevará unas cuantas cañas de pescar por si alguno “pica”. “Todos a bordo podrán tomar prestada una en su tiempo libre, aunque seguramente será poco, porque en un buque así se trabaja de 14 a 16 horas al día. Cada minuto en el Ártico cuenta», reconoce. “Creo que encontraremos peces en el Polo Norte, pero probablemente en una cantidad muy pequeña. Aún escasos, tienen un papel muy importante en el ecosistema como alimento para las focas”.

Además de la biología, que es el foco principal de la expedición, a bordo irán investigadores de otras disciplinas: geólogos como Carlos Castro, especialistas en oceanografía para medir las corrientes oceánicas, y químicos que examinarán la presencia de gases de efecto invernadero.

En todo caso, es solo un paso más en la ambiciosa propuesta de SAS de monitorear todo el Oceáno Ártico durante un año completo, lo que requerirá todo tipo de técnicas (amarres, satélites espaciales, boyas) y colaboraciones con otras iniciativas como la de MOSAiC, la expedición que pasó un año en el Océano Ártico (entre septiembre de 2019 y octubre de 2020). Precisamente, a finales de junio llegaba a puerto la última expedición MOSAiC, a bordo del rompehielos de investigación alemán Polarstern: han pasado un mes en el Estrecho de Fram, entre Groenlandia y Spitsbergen. Lo que contaban no da alas al optimismo.

“De seguir así, el hielo en la Tierra va a desaparecer. Me gustaría creer que todos conocemos el impacto que tendría. Por desgracia, vamos hacia el punto de inflexión donde la gente no podrá taparlo con un dedo. Por otro lado, por el temor a ese punto de inflexión parece que ya se hace algo. Lo que sucede es que en 10 años más será tarde. De momento, vamos a ver qué nos encontramos allá arriba”, concluye Castro. A su regreso, a finales de septiembre, promete compartir la aventura.

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