Un fascinante viaje por el cosmos sin salir del Museo del Prado

‘El nacimiento de la Vía Láctea’, de Rubens.

Vamos a comenzar septiembre con amplitud de miras y sin agobios. El Museo del Prado ha presentado recientemente ‘Reflejos del cosmos’, un nuevo itinerario creado por Montserrat Villar, doctora en Astrofísica del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). En él, a través de 20 obras de autores tan significativos como Patinir, Rubens, Murillo, Zurbarán o Tiepolo se muestra cómo el Universo siempre ha ejercido una potente atracción sobre los artistas y cómo su percepción y conocimiento han variado a medida que avanzaba la ciencia. Un viaje fascinante de arte y ciencia que podemos realizar hasta el 16 de octubre.

 El día de la presentación del nuevo recorrido diseñado para apreciar la historia de la astronomía a través de los cuadros del Museo del Prado, llegaban las primeras imágenes del telescopio James Webb llenas de belleza.

Con sus cinco primeras imágenes, el mayor telescopio espacial de la historia nos mostraba la Nebulosa de Carina –precipicios cósmicos y paisajes resplandecientes de nacimiento estelar, las nebulosas son viveros estelares donde se forman las estrellas–; la tórrida atmósfera del exoplaneta WASP 96b; la Nebulosa del Anillo del Sur; el espectáculo final de una estrella agonizante. Comprender qué moléculas están presentes y dónde se encuentran a lo largo de las capas de gas y polvo ayudará a los científicos al conocimiento de estos objetos. El bellísimo Quinteto de Stephan muestra las interacciones galácticas a unos 290 millones de años luz de distancia; destaca por ser el primer grupo de galaxias compactas jamás descubierto. Y la ya famosa foto del cúmulo de galaxias SMACS 0723, la mejor imagen infrarroja del universo lejano.

Millones de píxeles y miles de archivos de imágenes individuales han permitido ver el pasado glorioso del cosmos. Webb, como los espléndidos cuadros del Prado, nos permite lanzar la mirada hacia atrás en el tiempo y tal vez, aprender algo de ello.

Aunque cambie el mundo, el deleite que conlleva la visión del arte permanece y el milagro de la vida y del talento de los humanos también.

‘El paso de la laguna Estigia’, de Patinir.

Esto lo permite también Reflejos del cosmos en el Museo del Prado, un nuevo itinerario creado por Montserrat Villar, doctora en Astrofísica del CSIC, en el que a través de 20 obras de autores tan significativos como Patinir, Rubens, Murillo, Zurbarán o Tiepolo se muestra cómo la percepción y el conocimiento del cosmos han variado a la par que avanzaba la ciencia y cómo esos avances encontraron plasmación visual en el arte del pasado.

Reflejos del cosmos en el Museo Nacional del Prado se articula en cuatro recorridos temáticos independientes, pero complementarios entre sí: El mito de la Tierra plana, Mitos en las estrellas, Cuando la Luna perdió su pureza y La revolución del telescopio.

Para Montserrat Villar, “tras dos milenios creyendo que estábamos en el centro del cosmos y el resto de orbes giraban en torno a la Tierra, la ciencia y el telescopio propiciaron una revolución cultural sin precedentes, la cual coincidió, y no pudo ser casualidad, con la también profunda transformación que atravesaba la pintura, que saltaba de los templos a las galerías y vivía su propio proceso de modernización. Pocos museos, por no decir ninguno, son testigos de ello como el Prado”. “Son pinturas expuestas en diferentes salas, de distintas épocas y artistas, cuyo motivo no son exactamente los astros, pero que ofrecen una clave, oculta para el ojo no entrenado, de los debates y controversias que persiguieron a los astrónomos e inspiraron más de una vez a los mejores pintores”.

Un ejemplo son las Inmaculadas, en las que la Virgen suele estar representada sobre una Luna. “Pues bien, en esa Luna hay mucha más miga de la que parece”.

La Inmaculada Concepción de Rubens.

El mito de la Tierra plana

El itinerario también desmonta algunas ideas equivocadas que se implantaron durante la modernidad, como es el mito de la Tierra plana. Como recuerda Villar, fue durante el siglo XIX cuando se extendió la idea de que en la Edad Media se pensaba que la Tierra era plana. La realidad es que ya en el siglo VI antes de Cristo comenzaron a elaborarse teorías que consideran a nuestro planeta una esfera, y ese conocimiento nunca llegó a perderse del todo.

“Lo que estaba en duda a lo largo de la Edad Media y su transición al Renacimiento no era la forma de la Tierra, sino su tamaño”, precisa Villar

Mitos en las estrellas

Héroes, diosas, animales mitológicos, en muchos de ellos se configuran los mitos de las constelaciones, “registrando así la imaginación humana de siglo en siglo”. “Así, cada vez que se descubre un nuevo planeta, estrella o Galaxia, los astrónomos seguimos hoy localizando la constelación correspondiente”, recuerda Villar.

Así, este recorrido pasa por las obras de arte inspiradas en personajes de la mitología clásica que fueron convertidos en estrellas o constelaciones. Las Nereidas, Andrómeda, Perseo, Casiopea o Calisto convertido en la Osa Mayor pasan por los espectaculares cuadros de Rubens.

La Inmaculada Concepción de Zurbarán.

Cuando la Luna perdió su pureza

La interpretación de Villar es toda una lección sobre cómo el arte y los debates científicos y religiosos iban tantas veces de la mano: la controversia en torno a la naturaleza de la Virgen era un debate enquistado en el siglo XVII, mientras el protestantismo se consolidaba en el norte de Europa. “La Iglesia católica pone en marcha toda una maquinaria, una estrategia para frenar ese avance del protestantismo. El catolicismo reacciona con fuerza proponiendo cultos católicos, entre ellos la Inmaculada. Por eso en el siglo XVII hay tantísimas representaciones”, recuerda la astrofísica.

La tradición es representar a las inmaculadas con sus pies sobre la Luna siguiendo un pasaje del Apocalipsis. Y la Luna, según había imaginado Aristóteles, era un cuerpo impoluto y marmóreo que marcaba la frontera con el mundo celestial. Por lo tanto, “la Luna también fue representada por los artistas como un astro puro, perfecto. En Zurbarán y Murillo, siempre aparece una Luna sin mácula”, recuerda Villar.

Muchos pintaron Lunas perfectas salvo Rubens. En el siglo XVII la Luna perdió su pureza. Fue el siglo de los científicos, de Galileo Galilei y Jones Kepler, y de los artistas Cigioli, Zurbarán, Pacheco, Rubens y Murillo .“Todos pensaron sobre la esencia de la Luna por motivos distintos”. Dogmas de fe y observaciones astronómicas mediante el telescopio. Galileo con su Luna con valles y montañas sirvieron para el debate de la perfección de la Luna y también de la pureza de las Inmaculadas Concepciones. Pero la Luna de Rubens ya es la Luna de Galileo.

La revolución del telescopio

Cuadro emblemático donde los haya: El nacimiento de la Vía Láctea, de Pedro Pablo Rubens. Mitología y ciencia se dan la mano. Leche desparramada formando la Vía Láctea y dispersándose en multitud de estrellas, y es que Galileo había ya descubierto con su telescopio que no se trataba de una mancha blanca continua, sino que estaba formada por estrellas.

“Además, era una forma de apoyar a una persona que realmente estaba siendo muy perseguida por sus ideas. Plasmar los resultados de Galileo en sus obras significa que está defendiendo ese conocimiento. En ese sentido, Rubens fue muy rompedor”, afirma Villar.

A pesar de las amonestaciones y los juicios, la revolución de Galileo, Copérnico y Kepler cambiarían la visión del cosmos; ya no habría vuelta atrás. Artistas contemporáneos de Galileo como Ludovico Cigioli, Rubens o el pintor alemán Adam Elsheimer se interesan por este nuevos cosmos, como nosotros nos interesamos por el que el telescopio Webb nos muestra. La fascinación por el cosmos como parte de nosotros está ahí, en los cuadros y ahora en lo que transmiten los ojos electrónicos

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