Félix Sabroso: “Ahora todo el mundo imita el éxito en redes”
‘Mentiras pasajeras’ es su resurgimiento tras las cámaras. Una serie de encargo producida por El Deseo y Paramount, pero con más esencia suya de lo que se puede esperar de un trabajo de esta índole. Aborda la historia de una exitosa ejecutiva –interpretada por la incombustible Elena Anaya– que se dedica a hacer tratamientos estéticos de forma clandestina para poder seguir manteniendo su tren de vida tras ser despedida de su trabajo. Una premisa muy del universo personal de Félix Sabroso. Hoy, lunes, se estrena el último episodio de la serie, con lo que ya está al completo en la plataforma. Hablamos con él.
Encontrarse con Félix Sabroso es toparse de frente con la hospitalidad canaria y con la calidez humana que parece que desprende toda persona procedente de las islas. Quizá sea el acento o quizá sea que Sabroso es alguien que, aunque afirma que viene de la soberbia autoral, hace que te sientas como si te acabaras de encontrar con un viejo amigo que ha vuelto de un largo viaje. Y es que para viaje el suyo, que lleva casi 30 años navegando entre las cámaras y enfrentándose, con sobresaliente éxito, a la hoja en blanco. Primero junto a su inseparable Dunia Ayaso; ahora, tras el triste fallecimiento de su compañera de vida y profesión, en una acompañada soledad.
Mentiras pasajeras también es su primera incursión en el mainstream, acompañado por SkyShowtime, plataforma que estrena la serie. Sin embargo, por mucho que sea un producto para todos los públicos, en esta historia no deja de atisbarse el espíritu indomable del canario que desembarcó en la península en los años 90 para poner pasta arriba el sector audiovisual español. Algo que no ha dejado de hacer en cada uno de sus trabajos.
‘Mentiras pasajeras’ es una producción que nace de la mano de El Deseo, que ha confiado en ti para dirigirla. ¿Cómo llegaste a este proyecto?
Yo ya tenía una experiencia anterior con El Deseo con la película Descongélate y la serie Mujeres, así que cuando establecieron un proceso de desarrollo de un proyecto pensaron en mí para dirigirlo. Esta es una serie que creó Nerea Castro con Pol Cortecans, que eran los guionistas, y entonces Esther García me llamó y me dijo: “Oye, mira, están los ocho capítulos ya escritos y nos gustaría que la abordases tú”. Yo lo primero que hice fue leérmelos y les dije que me gustaban mucho. Me gusta la temática de las apariencias y las mentiras alrededor de la imagen; pero no solo en la imagen, sino en las relaciones de pareja, en las relaciones amistosas, en las relaciones íntimas, en las relaciones laborales… Me llamaba mucho la atención la mentira como herramienta y me parecía muy contemporáneo, además de ser muy afín a mí por Lifting [obra de teatro que se desarrolla en la sala de espera de un clínica de cirugía estética].
En la serie hay un plantel de actores increíble: Elena Anaya, Pilar Castro, Hugo Silva, Susi Sánchez… ¿No te impuso dirigir a un grupo tan amplio de actores con tantas tablas?
Yo siempre me siento muy cómodo con los actores, porque lo que ellos buscan es confiar, y yo soy esencialmente un director de actores. He trabajado con muy buenos actores y con muy malos actores. Los buenos me han enseñado mucho, pero los malos me han enseñado más, porque me han enseñado a enfrentarme a serias dificultades. Así que me sentí muy cómodo con el casting, no tenía ese susto. Al contrario, lo que me imponía más era la idea de trabajar en algo que no había desarrollado yo desde su génesis.
Como bien dices, tú eres un director de actores. Y eso se nota, porque sabes sacar de ellos, tanto en esta serie como en tu filmografía en general, un toque de estudiada improvisación. ¿Cómo lo consigues? ¿Cuál es el proceso de trabajo con los actores?
A mí el guion me parece que es una guía de trabajo. Es verdad que hay secuencias que están escritas y dialogadas de tal manera que las considero una partitura y exijo fidelidad a la letra; pero hay otros muchos momentos en los que de repente descubres que la propia situación o tu trabajo con los actores te invita a, efectivamente, improvisar algunas ocurrencias que tengo yo o que me proponen ellos. Es verdad que no soy de grabar improvisaciones. Es decir, no soy de dar acción sin saber lo que van a contar y adónde me van a dirigir. Eso me confunde mucho porque al final una narración es una suma de hechos y de situaciones que si tú no controlas muy bien puedes caer en reiteraciones, en anticipaciones, en contar cosas que ya se han dicho… Pero sí que me presto al juego y, una vez que el juego está establecido, digo: “Bueno, vale, pues esto sí, esto no; esto dilo y ciérralo aquí”, y no lo diseño en montaje. Lo dejo diseñado en el propio ensayo con los actores.
Normalmente tus historias han girado en torno a personajes de barrio que buscan la fama o el éxito económico, pero en ‘Mentiras pasajeras’ es justo lo contrario. Presentas a un personaje que lo tiene todo, pero corre el riesgo de quedarse sin nada. ¿Es casual este cambio de enfoque o es que han cambiado tus inquietudes a la hora de contar historias?
Hay algo que sí que pacté con Esther García y que lo entendimos los dos de la misma manera. En los guiones originales el personaje tenía un estatus más, digamos, asumible; pero yo le dije a Esther que esto tenía que oler en algunos momentos a alta comedia. Primero porque nos iba a venir muy bien un envoltorio formal y, segundo, porque narrativamente iba a ser muy útil para la historia. Si esta tía se va a desmoronar, cuando lo haga que sea verdaderamente una debacle y la lleve a la casilla de salida, porque se atisba que ese personaje ha venido de un estrato social más bajo. Así que nos pareció que era útil a nivel de envoltorio para la factura que pretendíamos dar a la serie, pero también para lo que estábamos contando.
Pilar Castro encarna el papel de Maite, una amiga fiel dispuesta a poner en riesgo hasta su propia integridad por ayudar a su amiga. ¿Crees que hay muchas Maites en el mundo real?
Yo creo que el personaje de Pilar Castro es una especie de personaje clásico en la narrativa. Es como Sancho Panza o María Barranco en Mujeres al borde de un ataque de nervios. La secundaria adherida a la protagonista que luego al final tiene todo un desarrollo de personaje. Y sí creo que los hay en la realidad. Todos los seres humanos necesitamos alguien en quien confiar. Un familiar, un mejor amigo o alguien con el que repetimos la idea de incondicionalidad. La incondicionalidad nos viene dada por el cordón umbilical, o sea, nos viene dada de la figura materna. Todos tenemos la sensación de que nos sentimos en casa cuando hay alguien que nos muestra un cierto modelo de incondicionalidad, que es algo también un poco mentira y un poco ficticio, porque la incondicionalidad al final no te la ofrece ni siquiera una madre. Pero todo el mundo busca eso en la pareja o en los amigos. Y está repitiendo un modelo que viene de la sensación de que tu madre es una todopoderosa, que te va a proteger siempre. Y ese es el personaje de Pilar en su relación con Lucía. Pero también es mentira, porque al final sucumbe a sus debilidades.
Por otro lado, el personaje de Hugo Silva es un escritor frustrado que tuvo cierto éxito hace 20 años y ahora vive de lo que fue. En tus trabajos también sueles reflexionar sobre la volatilidad de la fama. ¿Crees que, además de las mentiras, la fama también es pasajera?
Claro. Es una especie de zanahoria que te cuelgan delante. Es algo muy de mi generación y también de las nuevas. Quiero decir, ahora mismo todo el mundo imita el éxito en las redes sociales y hace como que hacen photocalls, que visten una ropa carísima o que tienen un estilo de vida que está por encima de sus posibilidades. Y eso se convierte en una realidad. Virtual, pero una realidad que alimentan todos los días. El personaje de Hugo Silva me gustó y quise darle la mano porque tengo muchos personajes así en mis películas: Pepón Nieto en Descongélate o los personajes de El grito en el cielo, que corren tras la manzana del éxito. O, por ejemplo, escritores frustrados como Alberto San Juan en La isla interior o en mi novela En la piscina vacía, donde aparece un escritor que ha dejado de escribir. Por eso me gusta el personaje de Hugo Silva, porque desde el principio te das cuenta de que es inmaduro, que está enmadrado y que ha venido de una época muy canalla.
Siempre se ha dicho que tu cine es muy almodovariano. ¿Cómo llevas que siempre se te haya comparado con él?
Mira, cuando hice Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí ya me dijeron “tu cine es almodovariano”. Al principio, cuando estaba buscando mi propia identidad, aquello me descolocaba, pero con los años tuve que reconocer primero, mi admiración por Pedro; y segundo, que mi forma de contar puede tener puntos de vista similares. Además, si esta serie rezuma el universo de Almodóvar es casi mi deber, porque estoy haciendo una serie de encargo para El Deseo y lo que quieren las plataformas y los que van a mostrar ese producto es que se vincule a la marca que representa El Deseo.
No obstante, a pesar de ir en varios momentos de la mano de la productora de Almodóvar, siempre os habéis movido en universos más independientes, económicamente hablando, y sacando adelante los proyectos con bastante esfuerzo. ¿Qué sensaciones te ha provocado saltar al ‘mainstream’?
La verdad es que mis tres últimas películas –El tiempo de los monstruos, La isla interior y Los años desnudos– tuvieron que levantarse desde mi voluntad personal y con muchísimo esfuerzo. En general, fueron actos de libertad, las hice y las escribí como yo consideré. Cuando haces una serie como Mentiras pasajeras para El Deseo y para una multinacional como Paramount, evidentemente tienes que pactar más acuerdos y tienes que llegar a escuchar más opiniones. Por ejemplo, tener que rematar el montaje de un capítulo a partir de informes de otra gente, al igual que pasa con los guiones. Pero me cogió con la edad y con la experiencia suficiente para saber manejarme en eso. Me he visto en situaciones que me generan irritación, pues cuando me mandan un informe de cosas que fallan, la primera lectura me irrita, no me gusta. Pero he aprendido a no soltar exabruptos al señor de la plataforma o al productor de turno. Lo elaboro con mi pareja, con mis amigos. Luego ya relativizo y al día siguiente lo veo de otra manera; pero sigue acompañándome el joven insolente al que las cosas le irritan. He tenido procesos en la vida en las que he sido más domado, porque cuando murió Dunia yo tenía muchas deudas y tenía que volver al cine, al teatro y a hacer cosas porque necesitaba resolver mi vida. Luego, además, estuve tres años trabajando de jefe de contenidos en Telecinco donde miraba los toros desde la barrera: hacía los informes yo y leía proyectos, con lo cual he aprendido a relativizarlo, pero no al cien por cien. Sigue estando el protestón que le parece que hay que dejarlo libre y que es intocable.
Hablando de Dunia, esta serie es lo primero que diriges sin ella, exceptuando ‘El tiempo de los monstruos’. ¿Cómo es esa sensación de trabajar a solas después de haberlo hecho en tándem durante tantísimos años?
Yo me entiendo muy bien con el equipo de El Deseo y con Esther García, pero estoy seguro de que con Dunia hubiera sido más duro. Sí, porque los dos tenemos esa especie de soberbia juvenil con la autoría y todo eso, pero luego yo soy capaz de relativizar y doy un paso atrás, pero Dunia no, ella es más feroz.
En el segundo capítulo de ‘Mentiras pasajeras’ hay un momento en el que aparece el bar del Pavón, situado en un Lavapiés que visitaste 20 años atrás con ‘Descongélate’. ¿Cómo ha cambiado el Félix Sabroso de entonces respecto al de hoy?
Pues, mira, me sorprende ver que tengo más paciencia y que soy de relativizar, pero luego me doy cuenta de que sigo siendo un exagerado. Soy una persona muy hiperbólica, soy apasionado y me involucro demasiado. Me creo mucho lo que hago hasta el punto de que lo disfruto y lo sufro en la misma medida, tanto los procesos de trabajo como las relaciones personales. En eso no ha cambiado mi andamiaje, pero sí es verdad que soy capaz de mirarlo desde fuera, como si no fuera yo, como si fuera otra persona que dijera “bueno, venga, cuenta hasta diez o repósalo un poco”.
Para terminar, la clásica pregunta: ¿qué proyectos aguardan a Félix Sabroso?
Ahora he terminado de montar una producción mexicano-española-dominicana que he rodado en República Dominicana y que se estrenará el año que viene en Disney+ en Latinoamérica. Además, mientras estoy promocionando la serie estoy desarrollando un proyecto para el año que viene que va caminando muy bien. No puedo decir mucho, porque las plataformas tienen unas cláusulas de confidencialidad brutales, pero sí que es un proyecto muy personal, que se parece mucho a lo que yo quiero hacer y que están gustando mucho los guiones que he entregado. Y encima tengo una propuesta de casting muy poderosa y una temática con la que me siento muy, muy involucrado.
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