Felpudos parlantes y escenas kafkianas de Juan Cavestany

Genteensitios

En esta singular sesión continua en la que Luis Roca, de la mano de la plataforma cinematográfica Filmin, repasa joyas, rarezas y diamantes en bruto, hoy le toca el turno a Gente en sitios (2013), un extraño filme que mezcla comedia y terror, sexo y política, de Juan Cavestany. Bajo presupuesto y reparto de los que dejan sin palabras.

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Gente en sitios (Juan Cavestany, 2013)

La primera señal de que no es una película cualquiera fue que no dejó verse en la oficina. “¿Qué es eso de verme a hurtadillas?”, me decía el link por los cascos. Sí, Gente en sitios, de Juan Cavestany, también te dice cosas al oído. El segundo aviso fue que solo dejaba oírse en mono en el cine en casa de la azotea, con cualquier otro sistema los diálogos parecían un campeonato de eructos. Pero hubo una tercera señal más: en la secuencia de los tamales, la imagen se congeló unos diez segundos y aparecieron pixeles como espinillas fabulosas en los rostros de las actrices. Cuando esto te pasa y no estás seguro de si es defecto de la conexión o si la película es así, es que está siendo un visionado muy raro.

El filme de Juan Cavestany es muy pequeño, a pesar de tener en el casting, entre otros, a Maribel Verdú, Adriana Ugarte, Alberto San Juan, Antonio de la Torre, Santiago Segura, Coque Malla, Ernesto Alterio, Javier Gutiérrez, Carlos Areces, Irene Escolar, Julián Villagrán, Raúl Arévalo, Roberto Álamo, Eva Llorach, Eduard Fernández, Javier Botet, Tristán Ulloa, Diego Martín y Martín Rivas. Más pequeño aun que esos a los que el presidente de la Academia, Enrique González Macho, se refirió durante su discurso en la pasada Gala de los Goya. “Pueden existir”, vino a decir como quien da permiso, “pero las que no pueden desaparecer son las películas grandes”.

Gente en sitios atrapa por la coherencia de un discurso que se expresa a contrapunto durante todo el relato. Un sentido que encuentra su clímax precisamente en el anti speech del taxi. Las escenas se hilvanan a la manera de El fantasma de la libertad, de Luis Buñuel. Aquí Cavestany resuelve cada una con el desenlace menos esperado, bizarro, kafkiano, paradójico, desconcertante. En Gente en sitios hay comedia y hay terror. Sexo en un felpudo parlante y política en los semáforos. Hay gente que aprende a caminar, beber y dormir (a nadie se le enseña a soñar). Hay quien llora por unos pechos y quien se transforma en un portabultos.

Sin ser la película que recomendaría a sus suegros, el poco modélico filme de Cavestany le cambió la tarde a Carla, la volvió del revés. Xavi la abrazó, le dijo que no era para tanto. El vulcanólogo no negaría que dio sus buenas cabezadas durante la proyección. Tampoco entendía por qué esa textura como de vídeo de la era pre HD. Para Carla era incluso mejor que Holly Motors (2013), de Leos Carax, a la que le recordó. “¡Tiene más capas que una cebolla de Gáldar!”, exclamó. “Cebolla roja en todo caso”, añadió Xavi con sorna. Y zanjó: “Ahí ves uno de los problemas del cine español. Que la que para ti es la Holly Motors española tiene una factura digna de corto de F.P.”. Busqué nada más terminar una imagen de Cavestany en Internet y vi en su rostro al heroico Jess Franco. También hay desparpajo y proverbial peineta estilo tío Jess en el filme. “Lo que no hay es público masivo. Ni está ni se le espera”, dije apagando el equipo.

De camino a la guagua jugamos a elegir nuestra secuencia favorita. Yo ya sabía que la de Anais iba a ser la del extraño diálogo entre las dos mujeres en la calle a propósito del restaurante mejicano. “Lo mejor fue cuando la más joven le pide por favor a la mayor que deje de chuparle los zapatos”. Una noche jugué a eso con ella. “Yo me quedo con Alberto San Juan dando la brasa a los de la mudanza”, dijeron las gafas de pasta negra de Carla (ella suspira por el actor madrileño desde El otro lado de la cama). Xavi no tardó en replicar. “Pues a mí ese fue el momento que me pareció más cine español de toda la película. Para unas risas prefiero el del robo con nocturnidad y bonhomía”. “¿Y qué tienes tú en contra del cine español?”, replicó Carla ajustándose la gruesa tira del sujetador. “A ver si ahora resulta que eres del club de la caverna”. “Pues debes saber que fue precisamente en una caverna donde hace miles de años empezó el cine en España. Concretamente en una de Altamira”, respondió el novio con lucidez.

Yo me separé de ellos durante unos segundos de silencio. Esperaba que alguno me preguntara por mi favorita. Solo meses más tarde, mirando alfombras con Anais en un centro comercial, le contaría cómo me gustó la de Maribel Verdú y Tristán Ulloa en el rellano de la escalera. Además de ser la más sexi de esta propuesta tan puñetazo sobre la mesa, expresaba como ninguna otra el alma de una película que juega a construirse con lo que parecen ser descartes de guiones de muchas películas distintas.

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* Con un arsenal de más de 5.000 títulos, Filmin tiene su base en el cine independiente que triunfa en festivales. Esta plataforma es tabla de salvación para amantes del buen cine, con visionados con calidad y de forma legal en múltiples soportes; especialmente interesante para quienes viven fuera de Madrid o Barcelona, donde el parque de salas en versión original es prácticamente nulo.

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