El feminismo toma las riendas de la utopía en este mes distópico
En medio de esta distopía en la que todas y todos participamos, pese al desaliento que generan las insultantes migajas consensuadas por los representantes de la ciudadanía en la Cop27 del cambio climático, la simple existencia del monumento a la explotación y la injusticia que representa el mundial de fútbol en Qatar o las espeluznantes cifras de la violencia patriarcal contra la mujer, existen personas que se siguen reuniendo para ensoñar utopías, que es mucho más que idearlas, debatirlas, planearlas y hacer lo imposible para que sean realidad. Este mes, un puñado de mujeres abrieron esta herida para que entrara la luz de la utopía y lo hicieron en nombre de un feminismo que hoy está abierto a mil frentes.
Sucedió el 19 de noviembre, en uno de los epicentros del capitalismo en crisis, en un lugar donde muestra sus roturas con obscena desinhibición, en chanclas y ligero de ropa, entristeciendo con sus risas cualquier horizonte de posibilidades: Mallorca. Esta isla es uno de los destinos turísticos más explotados del Mediterráneo occidental y uno de los territorios más atravesados por la especulación urbanística y por la inmobiliaria financierizada del Estado español. Más de cien personas de diferentes entornos y colectivos se encontraron con un selecto grupo de mujeres, referentes mundiales de la resistencia y la cooperación (gitanas, afrodescendientes, indígenas de Abya Yala –el nombre más antiguo conocido referido al continente americano–, migrantes procedentes de culturas originarias, profesionales del cuidado…) para tejer horizontes posibles. Nadie sabe si la iniciativa tendrá efectos sísmicos, pero el simple hecho de suceder ya está moviendo el suelo.
Con las voces de Basha Changuerra, Lolita Chávez, Carme Clavel, Pastora Filigrana, Rafaela Pimentel y Yayo Herrero, el encuentro puso encima de la mesa una propuesta alentadora: preguntarse por la existencia de unas utopías que permitan transformar este presente agotador a partir de las experiencias de colectivos feministas que han demostrado que saben ensoñar sus horizontes. Ensoñar implica firmar un pacto sagrado y esperanzador con el presente que nos permita vernos en ese horizonte difícil pero posible con la certeza de que ya formamos parte. De esta forma, la utopía deja de ser un destino situado en la punta de los dedos para ser una acción en marcha, comprometida con la red de la vida y en constante y resiliente transformación.
Ante una audiencia sedienta de esta alegría, las mujeres descifraron no sólo el qué de las utopías feministas (el buen vivir para todas las expresiones de la trama de la vida), sino el cómo se co-crean en un presente que va más allá de las agendas, lo que permite regenerar desde el origen el daño infringido a este planeta y a quienes lo habitamos.
El hecho de que la jornada estuviera organizada por una excepcional Dirección General de Cooperación de las Illes Balears, dispuesta a asumir el principio de reciprocidad en estos momentos en los que la Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global está a punto de ser aprobada, fue en sí mismo un marco rupturista que sirvió para iluminar ese cómo, porque para alcanzar la utopía es necesario abandonar el dogma dualista que crece en la confrontación de opuestos hasta la violencia fomentando la participación honesta de todas las partes.
La existencia de una forma feminista de abordar las utopías se hizo evidente con la complicidad alegre de las ponentes, manifestada en el respeto que cada una guardaba a los tiempos de expresión de sus compañeras y en la búsqueda de elementos comunes y complementarios que permitieran tejer un “cosmocimiento”. Hora tras hora, en una espiral emocionante, se fue definiendo el proceso de co-creación de utopías.
Una de sus características es que defiende la recuperación de una memoria colectiva que va más allá de nuestros ancestros humanos, que nos conecta con las aguas, las montañas, el aire del que nos nutrimos… y que nos redefine como seres vivos. Se trata de una memoria que es mucho más que histórica y democrática porque lleva el nosotras a una dimensión que el Norte global ha expulsado de sus reflexiones. Hemos llenado de tóxicos usos y prejuicios conceptos como “espiritualidad” o “amor”, de ahí que temamos incorporar estas palabras en ciertos debates públicos. Aun así, en este encuentro fueron dichas. “Es porque amo la vida por lo que acuerpo el buen vivir, de ahí el gozo, el placer, de ahí que celebre con alegría el alimento y de ahí la digna rabia”, escuché decir a Lolita Chavez, defensora de los derechos humanos y del territorio, líder de la comunidad Quiché (Guatemala).
Rafaela Pimentel, cabeza visible del colectivo de mujeres que se dedican a los cuidados organizadas en la asociación Territorio Doméstico, aportó otra pista sobre cómo el feminismo ensueña utopías: “Primero nos sostuvimos, luego nos organizamos haciendo con lo que tenemos, y después empezamos a buscar alianzas”. Desde ahí han dado forma a un horizonte capaz de romper el patriarcado: avanzar hacia un sistema público del cuidado.
La abogada y activista por los derechos humanos Pastora Filigrana rescató la alegría, autonomía y libre determinación del pueblo gitano como potencia necesaria para definir las utopías desde el feminismo. Se trata de un valor basado en una forma amplia de entender la cooperación, un aspecto que también puso en valor Carme Clavel, miembro de JASS Mesoamérica al afirmar que «la red salva».
La activista y política Basha Changuerra compartió la aportación de la comunidad afrodescendiente a la creación de nuevas utopías: la transformación que ensoñamos no pasa por desear los privilegios de los explotadores; no se trata de reivindicar sus mismos derechos, sino de buscar una vida digna que pasa por la redistribución de la riqueza. En línea con este planteamiento, Lolita Chávez recordó la importancia de las alianzas intergeneracionales, y señaló la necesidad de que impulsáramos a las nuevas generaciones a adquirir conocimientos lejos de esas universidades que perpetúan el extractivismo y acentúan el conflicto entre el capital y la vida, tal y como señaló la antropóloga, ingeniera y activista ecofeminista Yayo Herrero.
Comentarios
Por Yeruti, el 30 noviembre 2022
No todo está perdido, cuando tantas hermosas mujeres se unen para «ofrecer su corazón» cómo decía un poeta. Para mi, las utopías son necesarias, y más aún en los momentos de caos y desaliento, cuando vivimos en distopía, la utopía es la pequeña llama que ilumina el camino, y nos recuerda que, cómo decía otro poeta, la utopía y el horizonte, aunque nunca podamos alcanzarlos, aunque siempre se alejen cuando creemos estar cerca, sirven para eso, para ayudarnos a seguir caminando.
Por Maria Antònia, el 10 diciembre 2022
Que bo aquest article. Clar, esperançador, ple d’idees motivadores a fer feina per a la transformacio social, amb energia i il.lusió. Amb fermesa, experiència i contingut.