La activista feminista Gloria Fortún lanza sus primeros versos como azores salvajes

La escritora y activista feminista Gloria Fortún. Foto: Isabel Wagemann.

‘Todas mis palabras son azores salvajes’, el primer poemario de Gloria Fortún –escritora, traductora, profesora, bien conocida por su activismo feminista y lésbico–, nace de la memoria de una mujer que no juega a ser poeta, sino de una mujer que enuncia entre aciertos y versos aún imperfectos su porvenir como poeta. Es un libro arriesgado por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, por la extensión del ritmo dramático con que envuelve sus evocaciones, sus certezas, sus sueños.

El primer poemario de Gloria Fortún tiene muchas cualidades; por ejemplo, que engloba poemas que son como una sábana blanca tendida al sol que muestra su longevidad, la sabiduría de los cuerpos que le han lamido la piel mientras el sol busca su debilidad para imponerla sobre un paisaje que le lleva la contraria para reverenciar su honestidad.

Todas mis palabras son azores salvajes nace de la memoria de una mujer que no juega a ser poeta, sino de una mujer que enuncia entre aciertos y versos aún imperfectos su porvenir como poeta.

Es un libro arriesgado por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, por la extensión del ritmo dramático con que envuelve sus evocaciones, sus certezas, sus sueños. Fortún grita como solo gritan las poetas beat y escribe versos que ya le otorgan un peso real dentro del panorama poético:

“De alguna forma aprendimos el idioma de las personas”

“Me llamas en otra lengua. / Como si tu verbo no lamiese”

Fortún tiene hambre de lirismo útil, pero también tiene miedo y respeto por un oficio que aún no le ha abierto del todo las puertas. Y eso hace que algunos de sus poemas caigan en la narración y se alejen de la imagen exacta que los poetas deben buscar para trascender. Sin embargo, a su favor tiene la frescura de un montón de huellas que, verso a verso, van calando sobre la espalda del paisaje poético. Fortún se atreve y llama a la cosas por su nombre y las emociones que descarga en sus poemas chocan contra quien transita por ellos como choca el corazón de un ciego contra la primera palabra que es capaz de leer en Braille.

Fortún gana cuando fabula, cuando transforma la persona en personaje, cuando sobredimensiona la realidad hasta convertirla en un hogar apto hasta para el más pródigo de los hijos:

“Te pedí que me hicieras unas fotos desnuda en el bosque y se me antojó ser tuya como aquellas piedras de mica que te ibas guardando en el bolsillo por el sendero del río”. 

Fortún ha escuchado a Sylvia Plath o, como en ese caso, a Virginia Woolf, a lo largo y ancho de este poemario de largas sentencias desde una originalidad que interrelaciona todas las edades que la poeta lleva dentro de la mirada.

Sabe también escribir poemas que pinchan sobre la memoria de quien lee cuando no se conforma y busca las sombras:

“Hay quien nace teniendo que luchar por cosas que la gente / ni se imagina que son batallas”. 

Y tiene versos muy frescos y mucho empaque para combatir el desamor. Es una poeta que sabe despojarse sin pudor del peso de las banderas blancas. Y no porque acuda a la venganza, sino porque es una escritora justa con el dolor propio y el ajeno. Sus poemas son una briosa bifurcación de silentes tiempos verbales:

“Te voy a decir una cosa / estoy bien jodida y es mala época para quedarse sin respiración”.

Todas mis palabras son azores salvajes es un libro de una transparencia avasalladora, de una honestidad exultante, que comienza desde el título, que es sin duda una clarísima declaración de intenciones y que dota a este libro de una bicefalia emocional que desboca y atenaza a partes iguales la lengua de la poeta.

Fortún sabe herir con sus confesiones y sabe que al mismo tiempo será herida por ellas.

No dejen de leerlo, porque es una hermosa demostración de que la guerra y la paz se parecen cuando el silencio y los espejos escriben los epílogos de los amores perdidos.

‘Todas mis palabras son azores salvajes’. Gloria Fortún. Dos Bigotes. 127 páginas.

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