Festival de cine de San Sebastián, día 2: El akelarre del amor

Fotograma de La vie d'Adèle

ZINEMALDIA DREAMING

Amor entre dos mujeres, amor de un padre hacia su hijo, amor en un matrimonio maduro, y, en medio, como esperpéntica risotada de serie B, akelarre en Zugarramurdi. Segundo e intenso día en las pantallas de San Sebastián, con películas que ya cosecharon éxito en Cannes, nombres con proyección como Álex de la Iglesia y Juan Antonio Bayona, y, entre ellos, como devaluada risotada de Gobierno serie B, un ministro.

Segundo día y ya el festival coge velocidad de crucero. De crucero y de no parar. Vean si no: la primera película de la que hablamos hoy se pasó en sesión única a las 23.30 del día de la inauguración, así que los proyectores no pararon de iluminar cine en el arranque del Zinemaldia hasta casi las 2.30 (AM) de su segunda jornada. No está mal.

Ayer amaneció un día fantástico en Donosti. Tanto, que a la hora del almuerzo, en la exclusiva terraza del restaurante Bokado de Mikel Santamaría, en el Aquarium Donostiarra, el ministro Wert tomaba un cocktail. No le salió gratis: tuvo que escuchar de aperitivo una pequeña ensalada de improperios que algunos ciudadanos le lanzaron desde el Paseo Nuevo: “¡Chorizo!”, “sinvergüenza! “¡saludos a tu amigo Bárcenas!” o “¡date la vuelta, que tu posición natural es cara al sol!”, fueron algunas de las frases. Pero vamos a lo que realmente importa, el cine, por más que este hombre quisiera ayer ganar titulares anunciando una asignatura en torno a las Artes Audiovisuales en Bachillerato. ¿Alguien podrá creerle?

LO QUE VIMOS

La Vie de Adèle. (Francia). La última Palma de oro del Festival de Cannes engancha, pero no atrapa. Mantiene el tipo con nota, pero no deslumbra. Formalmente, no presenta ninguna novedad que los críticos pudieran interpretar como un salto adelante en la exploración de los límites narrativos. ¿Le habrán dado también el premio Fipresci de los críticos en parte por las muy tórridas secuencias de cama entre las dos protagonistas? Las escenas, sí, rozan el porno, con momentos de sexo explícito. ¿Qué tiene, pues, la vida de Adèle para que le hayan dado la máxima distinción en Cannes? Una historia con morbo -sí, y digamos que esto en pleno siglo XXI puede que tenga delito, pero no necesariamente las sociedades siempre avanzan- y la excepcional caligrafía cinematográfica de su director, con momentos de gran belleza y dramatismo para dibujar esa bellísima historia de amor basada en la novela de Julie Maroch. También, cómo no, las interpretaciones de las dos protagonistas, Adèle Exarchopoulos (Adèle) y Léa Seydoux (Emma). La segunda impecable; la primera, a punto de estarlo si no fuera por algunos momentos en los que roza la sobreactuación. Su director, Abdellatif Kechiche, presentó la película junto al productor en el abarrotado cubo pequeño del Kursaal. Aguantar sus 175 minutos de metraje (casi tres horas), después de casi un día sin dormir también habla bien de la capacidad del filme para mantener al espectador despierto.

Las brujas de Zugarramurdi. (España-Francia). Va mal el cine español porque hay toda una generación de jóvenes que ha dejado de acudir a las salas. No hay recambio para los que llenaron salas en los noventa y hoy rozan los cincuenta. De la Iglesia quizás lo sepa. Y… taquilla tendrás si a ese público logras llegar. En España, descontando al genio de Calzada de Calatrava, los últimos exitazos han necesitado de ese segmento, tan poco exigente con el mejor cine por otra parte. La devaluación del cine en salas comerciales viene también por el bajón de los niveles de exigencia del espectador. La culpa de todo no la tiene Yoko Ono.

¿Qué hará De La Iglesia para poder mantenerse tantos años con producciones ambiciosas que siempre adolecen de los mismos defectos? Eso es talento. Lo mejor sigue siendo El día de la bestia y La Comunidad. Zugarramurdi se veía venir y no decepciona. Acción, disparate, momentos hilarantes y otros ridículos. Los actores bien, si tenemos en cuenta que se tienen que poner en personajes empobrecidos, meros clichés. Yo me alegré especialmente de ver a Terele Pávez.

El arranque es lo mejor, con ese impagable momento Bob Esponja acribillado en una Puerta del Sol excepcionalmente ambientada. Al vasco le ponen los iconos. En la relación de brujas de los títulos de crédito del principio, la imagen de la Merkel es una facilona concesión a la galería. ¿No encontró brujas más cerca?

Después, empiezan las curvas, las de la carretera en la huida en coche de los protagonistas y las del guion para justificarse. Zugarramurdi arranca sonoras carcajadas lo mismo que silenciosos sonrojos. Es divertida la idea de un mundo dominado por brujas como metáfora de la vida real. Y no es descabellado ese akelarre. Es un asunto del que De la Iglesia parece hablar con conocimiento de causa. Pero lo dicho, perfecta para amantes del Grand Theft Auto, la PSP, las pelis tipo zombie, la casquería y los cameos raritos al estilo Torrente. Hará buena taquilla. Ya verán.

Like Father Like Son (De tal padre tal hijo) (Japón. Sección Perlas). Hace dos años estuvo Kore-eda Hirozaku en la Sección Oficial de San Sebastián con la hermosa Kiseki (Milagro), protagonizada por una pandilla de niños que parecían dirigir ellos solitos la película. Se fue de vacío. Regresa al Zinemaldia con Like Father Like Son (De tal padre tal hijo) y el aval de todo un Gran Premio del Jurado logrado en el último festival de Cannes.

Un padre debe decidir si quedarse con su hijo de seis años, Keita, o devolverlo a su verdadera familia, que a su vez ha criado, sin saberlo, al hijo biológico de los primeros. Una situación que -se desvelará- no ha sido fruto de un malentendido. El drama con precioso niño de ojos rasgados por medio está servido.

Abusa del piano en la composición musical de este filme de dos horas el maestro Kore-eda. Y eso hace rozar por momentos la sensiblería. Pero un eficaz guion -con el detalle de las idas y venidas de ambas familias y el suspense sostenido sobre lo que pasará- , una gran dirección de actores y, muy especialmente, la gran lección moral que Kore-eda da sobre las cosas verdaderamente importantes de la existencia  -qué importa la sangre cuando lo importante es el compromiso; qué importa el dinero cuando los niños solo necesitan que se les dedique tiempo- hace levantar el vuelo a un filme de cadencia reposada y con algunos momentos muy emotivos.

Fotograma de Le Week-end

Le Week-End. (Reino Unido). El director Roger Michell acude a la Sección Oficial con esta película que es un canto crudo al amor en letras mayúsculas. El planteamiento parece fácil y hasta cursi: Nick y Meg son un matrimonio maduro que decide celebrar sus 30 años de unión en París. Pero Michell sabe perfectamente cómo sacar petróleo de los diálogos entre dos actores que merecerían llevarse algún premio en este festival, sobre todo él, Jim Broadbent -que interpretó a aquel padre pusilánime de la primera entrega de Bridget Jones- magníficamente apoyado por Lindsay Duncan. Treinta años de amor dan para mucho y la estudiada sencillez con la que discurren los reproches, el deseo, las dudas, manías y temores de esta pareja lograrán que hasta el último ser vivo en la sala se sienta identificado con ellos. Se verán reflejados en un futuro o un presente que son como una canción de Bob Dylan o de Nick Drake. Eso los que tengan o hayan tenido la inmensa suerte de haber conocido o de conocer eso que llaman amor para vivir. Pero todos, sin excepción, afortunados o no, saldrán del cine con el tic-tac, tic-tac, tic-tac del reloj resonando en sus cabezas. Con la necesidad imperiosa de no ver el tiempo pasar, sino de vivirlo.

la foto copia 2

Foto: JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ

EL PROTAGONISTA

Sin duda, el protagonista de la jornada fue el director Juan Antonio Bayona (en la foto), que ayer recibió el Premio Nacional de Cinematografía en San Sebastián. El realizador que el año pasado presentó en este festival su película Lo imposible también le lanzó un mensajito al ministro Wert durante su discurso en la ceremonia de entrega: “No llegaremos a ningún lugar sin considerar la educación y la cultura como la base donde aposentar nuestra sociedad. La mina de oro de este país tiene que ser aprovechada por nosotros mismos”. Eso subrayó. Pero ya saben lo que pasa con este Gobierno. Lo dijo su vicepresidenta en un Consejo de Ministros: El partido del que proceden actúa como una empresa. Con ese eslogan, queda todo dicho.

Puedes seguir en Twitter a Luis Roca, autor, además, de las fotografías de la fotogalería.

Crónica del arranque del Festival de San Sebastián: ‘Un partido de dobles’

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Comentarios

  • Monosabio

    Por Monosabio, el 22 septiembre 2013

    ¡Joder con las francesas!

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