Festivales de ‘cine en verde’: se consolida la nueva mirada al planeta

Fotograma del documental ‘Antártida: un mensaje de otro planeta’.

Se consolidan los festivales de cine verde y aumentan las producciones documentales sobre impactos humanos en el medioambiente que han visto en las plataformas digitales unas buenas aliadas para su promoción. Estos tiempos de pandemia y las numerosas sesiones ‘on line’ han encontrado nuevos públicos para estos trabajos cinematográficos. Hablamos con los responsables de los festivales Suncine y Another Way Festival.

Un encuentro en la Cumbre de Davos entre el brasileño Jair Bolsonaro y el norteamericano Al Gore, negacionista del cambio climático y ex político activista. Un indígena guatemalteco preso por defender un río del negocio de grandes hidroeléctricas. La historia del lago más grande de la Tierra, el Baikal, que languidece entre desperdicios e incendios. Madereros amazónicos hablando a cámara abierta de sus turbios negocios. Mujeres africanas que se han convertido en guardianas de la fauna frente a la depredadora caza furtiva… Es la otra mirada al mundo que nos llega desde los documentales ambientales y sociales, unidos por un cordón umbilical que nos sumerge en el universo de los festivales que ponen

el foco en la otra cara de este mundo. En este extraño año de pandemia, muchos de estos festivales han salido de las salas y han llegado a la red para quedarse. Pero ¿a qué limbo van estos documentales cuando el festival acaba?

La necesidad de retratar la naturaleza se remonta a los inicios de la propia especie sapiens, como podemos ver en pinturas rupestres, hechas cuando aún habitábamos las cavernas. Entonces se retrataba la vida y la lucha por la supervivencia en un mundo hostil. Hoy, sin embargo, la belleza que dejaron plasmada en sus muros coexiste con las imágenes de unos impactos que están cambiando la faz de la Tierra, obra de la misma mano humana, ahora convertida en hostil al mundo. Más que obras de arte serán pruebas del delito para quienes en el futuro quieran conocer cómo y quienes transformamos un planeta hermoso en apenas un siglo.

Jaume Gil Llopart, que dirige el festival ambiental Suncine, creado en Barcelona en 1993 bajo el nombre de FICMA (Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente), ha visto pasar por delante el cambio de rumbo en los documentales que le llegan desde hace años. “En una década hemos visto cómo hemos cambiado de separar la naturaleza del ser humano a comprender que el segundo no es ajeno a lo que pasa con la primera. El cine consiste en contar un drama y hoy el tema ambiental lo es, así que creo que cada vez tiene más atractivo para la industria del cine. Hasta películas de ficción comerciales como las de Marvel lo incorporan”.

La mejor prueba de cómo la temática está en auge es la cantidad de producciones que reciben en cada convocatoria. En la última edición de Suncine, octubre pasado, fueron más 2.000; de ellas, 700 largometrajes.

En Another Way Festival, unas 500. Todos señalan que resulta curioso cómo el tema del año se va pergeñando sin buscarlo ni pretenderlo en cada edición. El año 2020 ha sido, indudablemente, el de los pueblos originarios. Tanto en Suncine, festival que abrió el camino en 1993, o en Another Way Festival de Madrid, que lleva seis ediciones. “En 2018 hubo varios largometrajes relacionados con la salud humana, el 2019 fue el año de los derechos humanos ligados a temas ambientales y éste ha sido, sin duda, el de los pueblos indígenas, su relación con la naturaleza y sus luchas”, reconoce Marta Sánchez Larriu, directora de certamen madrileño.

También destacan la calidad creciente de los documentales que llegan a sus manos, algunos tras haber pasado por otros festivales internacionales. En realidad, son auténticas investigaciones en las que consiguen sacar a la luz, en ocasiones con toda su crudeza, aquello que rara vez encuentra hueco en las grandes pantallas o los grandes medios televisivos.

Félix Zurita, que este año presentó su documental La sangre de la tierra sobre la lucha por el agua en Centroamérica, reconoce la dificultad que hay tanto para lograr patrocinios para este tipo de películas como lograr su gran difusión. “En este caso, el documental es una colaboración con una ONG, Entreculturas, que lo iba a difundir en talleres y actividades que la covid-19 ha aplazado”. Y es que, si no resulta fácil salir del circuito de festivales, aún es más difícil que se financie su realización, casi siempre costosa porque implica muchos viajes y mucho tiempo. “Llevo 30 años en este trabajo. Antes sí se conseguían ayudas y apoyos de televisiones, pero ahora en España es un imposible; a veces creo que el documental largo acabará por desaparecer si sigue esta tendencia. A la vez, es muy importante visibilizar lo que está pasando, pero, tal como están las cosas, no compensa”, considera Zurita.

De hecho, sólo algunas películas de temática verde, como ha sido la trilogía de Joaquín Gutiérrez Acha, dos veces nominado a los Premios Goya en la sección genérica para documentales, logran llegar a la gran pantalla durante unas pocas semanas. En su caso, además, como señalaba en El Asombrario, se enfoca fundamentalmente al retrato de la belleza, más que a documentar los daños, aunque reconoce que no los obvia porque resulta imposible no verla. Y los hay que utilizan ciertos toques de humor para que el mensaje cale, como ha hecho Mario Cuesta con su documental Antártida: un mensaje de otro planeta, ganador este año del festival de Madrid.

Gil Llopart reconoce que, en general, son películas duras a las que cuesta mucho trabajo sacar adelante porque tienen poco glamour fuera de festivales. “Cuando comenzó el FICMA no hablábamos de cambio climático, y mira ahora cómo estamos. Eso es duro, aunque siempre buscamos que haya opciones en las que se proponen soluciones para no quedarnos solo en lo negativo. La vía que ahora se ha abierto es la de las plataformas digitales, como Netflix o HBO, donde estos documentales encuentran su espacio. Y ahí si que se están viendo, porque si algo ha hecho la pandemia es ponernos en nuestro sitio, demostrarnos que si la naturaleza enferma lo hacemos nosotros. Es un mensaje que va calando”.

En realidad, la covid-19 abrió una puerta virtual a los festivales verdes que no esperaban. La posibilidad de que las películas se vieran on line en la propia web o a través de la plataforma Filmin, lo que disparó la cantidad de público que tuvo acceso respecto a anteriores ediciones. Más de 70.000 personas entraron en la web de Suncine y más de 10.000 compraron acceso para ver una sesión de cine en casa con Another Way Festival. Un camino al que, de ahora en adelante, nadie quiere renunciar.

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