Cuatro festivales folk unen en Burgos música, ecología y mundo rural

Uno de los grupos que actuaron en la pasada edición del festival Artimusic.

Uno de los grupos que actuaron en la pasada edición del festival Artimusic.

Uno de los grupos que actuaron en la pasada edición del festival Artimusic.

Uno de los grupos que actuaron en la pasada edición del festival Artimusic.

Se ‘hermanan’ para poner en valor el medio rural a través de la cultura y para tender puentes colaborativos entre lo que pasa en la ciudad y lo que pasa en los pueblos. Los festivales burgaleses Artimusic, Pollogómez Folk, DemandaFolk y Tablero de Música traen durante julio y agosto una variada oferta musical para refrescar el verano con folclore, diversidad, cultura y tradición, sin perder de vista el cuidado del medioambiente y el desarrollo rural.

Hay valores que son intangibles y difíciles de medir, porque su valía no está tanto en las cifras. “Si la gente está más contenta y orgullosa desde que existe este festival en su pueblo, ¿cómo se mide eso?”. La pregunta se la hace Diego Serrano, director del festival Demandafolk, que este año celebra su 18ª edición. Junto a otros dos festivales rurales también burgaleses (Artimusic y Pollogómez folk) unieron fuerzas para lanzarle la posibilidad de colaboración a la Universidad de Burgos y el festival urbano Tablero de Música. Así, los cuatro eventos se unieron recientemente para presentar de forma conjunta sus programaciones y establecer sinergias. “Nos hemos acercado a la universidad entendiendo que, como centro de conocimiento y cultura, tiene una responsabilidad con los entornos rurales, no sólo con los urbanos. Que la universidad esté presente en nuestros pueblos y que nuestros festivales rurales estén presentes en la universidad. El mundo académico puede aportar proyectos de investigación y nosotros también podemos transmitir conocimiento como organizadores de eventos culturales sostenibles en entornos rurales”, explica Serrano.

Y así ha sido; fruto de esa colaboración se ha organizado ya un curso sobre sostenibilidad medioambiental, cultural y social. “Se ha ido creando una red de eventos culturales en la provincia de Burgos que puede dar pie a que se organicen más cosas. Se han hecho incluso trabajos de fin de grado sobre escritores y literatura, también iniciativas vinculadas a lo tecnológico y la investigación. La universidad puede medir el impacto social e investigar todo esto en los pueblos”.

Tras casi dos décadas de trayectoria organizando el DemandaFolk, a sus organizadores les gustaría poner en valor su impacto social. “Es difícil medirlo. Si nuestro objetivo único fuera revertir la despoblación, pues sinceramente no lo hemos conseguido aún.

Si cojo el padrón, está claro que no se ha ido a vivir más gente al pueblo porque se necesita crear actividades estables. Pero seguro que cuentas las horas que los jóvenes han pasado en el pueblo desde que empezamos la aventura de organizar el festival y todo lo que se genera alrededor, y ese dato sí supone un impacto social”. Motivación, unión, efecto contagio en otros lugares cercanos y un innegable impacto económico. “Buena parte del presupuetso de nuestro festival se gasta en comercio de la zona y contratación de servicios (desde equipo técnico hasta casas rurales) lo más local posible. Hay bares de pueblo que hubieran cerrado ya y se mantienen gracias a la actividad que generan estas iniciativas”.

Participantes del festival Artimusic en la pasada edición.

Participantes del festival Artimusic en la pasada edición.

Otro de los ejes es la sostenibilidad ambiental y el cuidado del entorno. “Los buitres se han quedado, no seremos los únicos responsables, pero entre todos movimos y colaboramos para que se mantuvieran en la zona. También hemos transmitido prácticas sostenibles y de cuidado del medioambiente que se van extendiendo a las fiestas de nuestros pueblos, que eran un desastre a nivel medioambiental, y ahora nos piden consejo. La gente está orgullosa de que en sus pueblos se organicen estos festivales. No sé cómo se puede medir el valor de todo esto. No queremos que los pueblos se mueran. Vale que no se va a ir la gente a vivir de momento, pero estamos revitalizando la zona como primer paso”.

El campus de la Universidad de Burgos reunió la presentación conjunta de estos festivales hermanados y, además de música en directo, el encuentro sirvió para ofrecer talleres y charlas de concienciación sobre lo que pasa en los pueblos, ya que cada festival se celebra en zonas muy distintas (sierra, zona de trashumancia o secano y cultivos de trigo marcaban diferentes formas de vida).

El primero en arrancar con la programación festivalera del verano es el festival universitario Tablero de Música, que se celebra todos los jueves del mes de julio. Su apuesta es la diversidad cultural y trae músicas del mundo (funk, jazz, folk, ska-rock) con las actuaciones de Huntza, Los Caligaris, Kologbo y Big Sam.

Después le llega el turno a Artimusic, del 12 al 15 de julio en Espinosa de los Monteros (Comarca de las Merindades). Cuatro días de talleres, conciertos, pasacalles, muestras de oficios artesanos, teatro y actividades infantiles que buscan revalorizar la cultura y el folclore tradicional con espectáculos que fusionan artes escénicas y música. Este festival etnográfico es “un homenaje a nuestras raíces, a nuestros antepasados y a los pueblos en los que vivieron, trabajaron, cantaron y bailaron. Es un punto de encuentro e intercambio de cultura, folclore, saberes ancestrales y tradición. Un evento que aspira a hacernos bailar y gozar, a liberar los pensamientos que nos hacen conectar con lo salvaje, con lo auténtico y natural”, tal y como indican desde la organización.

En esta edición, contará con las actuaciones de El Naán, Fetén Fetén, Korrontzi, Pan de Capazo, Kabayla Zingary, Abrakabalkan y Neonymus. Además, las oportunidades de encuentro como las comidas populares, el mercado de productos artesanos y muestras de oficios tradicionales buscan fomentar el intercambio generacional, la convivencia y las relaciones humanas, “poniendo en contacto actores muy diversos del mundo rural y el mundo urbano en un espacio de creatividad y reflexión para crear estructuras, exponer ideas, generar conexiones y establecer redes entre personas y proyectos que pondrán de manifiesto la variedad y riqueza cultural de los pueblos europeos, dando todo esto lugar a multitud de iniciativas que busquen beneficios para el mundo rural”.

Reducir la huella ecológica (con coches compartidos y reciclaje) es otra de las inquietudes que comparten con el festival Demandafolk que se celebra del 3 al 5 de agosto en Tolbaños de Arriba, en la Sierra de la Demanda. Un “festival no convencional de música tradicional” donde la música y la tradición, la gastronomía y el paisaje ofrecen una experiencia refrescante a sus casi 5.000 asistentes. “Hemos demostrado que podemos llevar a tantas personas a nuestro festival en una zona del monte protegida con mínimo impacto, concienciando a la gente, cuidando los espacios. Hacer actividades culturales facilita que los lugares se mantengan cuidados, limpios, dándoles incluso otros usos”. Este año el DemandaFolk trae la música de La Banda Morisca, grupo que nace de la investigación en las tradiciones andaluzas para recuperar el patrimonio musical de la antigua al-Andalus y la franja mediterránea. El cartel cuenta también con la banda gallega Radio Cos, el juglar castellano Carlos Herrero y el grupo de música tradicional La Tolba (compuesto por habitantes de varios pueblos de la comarca). El concierto didáctico de Neonymus, el folk irlandés de The Taverners, los murciano-cántabros Manuel Luna y La Maquila, Zagala y Los Drunken Cowboys completan la oferta de música en directo para que la sierra baile.

La última cita será el festival Pollogómez Folk, que se celebra los días 24 y 25 de agosto en Villangómez. Como cada año, se entregará el Pollogómez de Honor a una figura representativa del panorama artístico y cultural, y este año se ha organizado también la Ruta de los Murales y Escritores y el concurso de micro-relatos. En su novena edición contará con las melodías mediterráneas de Bruna Sonora, la banda italiana Kalàscima y la música para no parar de bailar de Papawanda. El espectáculo Gran Rufus animará las calles y además este año se incluye el festival infantil Little Chicken, destinado a los y las peques, con talleres de manualidades, barro, tela, huertos, piedras pintadas, animación y actuaciones.

Las propuestas de festivales rurales cada vez ponen más el foco en el público infantil para que disfruten de actividades que les acerquen a la cultura y el entorno rural de los pueblos. “Nos movió a hacer esto la pena. Nos gustaría que nuestros hijos disfruten de ese entorno natural, del monte limpio, que haya quien les explique cuál es esta planta, para qué sirve, todo ese patrimonio que es irrecuperable”, indica Diego Serrano. “Recuperar los vínculos con nuestras raíces. De pequeños nos tirábamos tres meses en el pueblo y no te aburrías. Que pueda seguir pasando eso es muy bueno. Apostamos por la cultura como elemento revitalizador que se puede repicar en muchos lugares”.

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Comentarios

  • Veronica

    Por Veronica, el 11 julio 2018

    Me interesaría ir para mostrar mis productos artesanos si fuera posible escribidme al correo gracias y enhorabuena.

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