Final Fantasy: “Para quienes se ciegan a la verdad, todo es oscuridad”

Personajes del videojuego Final Fantasy VII Remake.

Pantallazo del videojuego ‘Final Fantasy VII, Remake’.

“Una libertad infinita y aterradora”. Con estas palabras se despide hacia el final de los últimos diálogos Aeris, protagonista del videojuego de rol ‘Final Fantasy VII Remake’, que me ha acompañado durante 50 horas en este confinamiento. Un juego que habla de algo tan contemporáneo como las causas y las consecuencias de nuestras decisiones como conjunto, como humanidad. ¿Es sostenible el mundo tal y como lo hemos planteado?

Era un título que esperaba con mucho interés porque ha sido como saltar en la piscina de mis 12 años, cuando descubrí la entrega original, mi verdadero impulso para aprender inglés y apuntarme a teatro.

Mi infancia no ha sido del todo feliz, justamente porque pasaba mucho tiempo en una soledad-confinamiento impuesto, ya que tanto mi madre como mi padre siempre han tenido que trabajar y vivía lejos del centro, donde los niños que estaban cerca de mi casa y que le daban cierta vida a nuestra calle residencial nunca quisieron que me uniera a ellos, probablemente porque me veían como un niño afeminado y pardillo. Por eso, ser Cloud Strife o un mago de nivel 12 me ayudaba a imaginar otras posibilidades para mi cuerpo, de alguna forma sentía que un muñeco programado por un informático japonés estaba allí cuidándome. Y eso es, en parte, bastante patético. Sin embargo, los juegos de rol me ayudaban a sentirme menos solo y a descubrir qué significa estar en la piel de otro porque quien programa y piensa estos juegos lo hace desde una perspectiva cultural bastante lejana de la mía.

También he aprendido mucho sobre el fracaso y sobre la imposibilidad de conseguir ciertas cosas, por mucho que quisiera: “Aquella puerta no se abrirá porque el sistema informático (socio-cultural y capitalista) no te lo permite” y siempre he tenido que buscar otros atajos para intentar llegar a obtener lo que ansiaba, con desenlaces no siempre esperados.

Final Fantasy VII, además, es un juego que habla de algo tan contemporáneo como las causas y las consecuencias de nuestras decisiones como conjunto, como humanidad. ¿Es sostenible el mundo tal y como lo hemos planteado? ¿Qué significa progreso? Y, sobre todo, ¿qué precio pagamos por él?

Sefirot, el archienemigo, en ‘Final Fantasy VII, Remake’.

Nos han vendido y hemos comprado un concepto de verdad que se asemeja más a una lista de la compra que a cualquier otra búsqueda capaz de poner en tela de juicio un sistema que, francamente, siempre pone de rodillas a los mismos cuerpos. Y esto lo podemos ver a diario, sobre todo en estos días, al abrir casi cualquier periódico.

Decimos que hemos sacrificado nuestra libertad por empatía y por un bien común, pero hasta hace dos días no habíamos sido capaces de salir de nuestra zona de confort, de la órbita de nuestro ombligo primermundista, por no hablar de las políticas fascistas de la extrema derecha y de sus suscriptores. Y, ahora, de repente, todos somos héroes, claro, lo dice la tele.

No creo que sea así.

Creo que el miedo a perder nuestros privilegios tiene un papel mucho más importante en nuestras acciones. Y siento no ser optimista, pero me temo que, cuando todo esto acabe, lo enterraremos en una dulce capa de azúcar, lo romantizaremos, como lo hacemos con todo, nos sacarán una lágrima burguesa y volveremos a ser los mismos amos de siempre, los buenos y dulces amos de este mundo, llamando “malos” también a los mismos de siempre, a los que, por supuesto, nunca escucharemos, porque si los escucháramos nos dirían cosas como esta: 

“Para quienes se ciegan a la verdad, todo es oscuridad”, Sephiroth, FFVII Remake.

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