‘Fragua’, la nueva novela de Ali Smith que dejará ojiplático al lector
Ali Smith (Inverness, Escocia, 1964) nos convierte, mientras leemos su nueva novela, ‘Fragua’, en ratones aislados en un laboratorio, en espectadores de un mundo cada vez más manipulado y más manipulador. En los protagonistas de una fábula que galopa a caballo entre la debacle que ha provocado el Brexit y el ahíto panteón en que ha convertido el mundo la pandemia. Smith no se anda con paños calientes. Un libro inclasificable que ha venido a hacer añicos las normas de la imaginación y de la verosimilitud.
Ali Smith es siempre una escritora de tramas extrañas y audaces que ponen a prueba la paciencia y la inteligencia de los lectores. Su cuarteto estacional rompió la adocenada perspectiva de la literatura anglosajona y con él sus admiradores imaginamos que le había dado la última vuelta posible al intrincado tornillo de la literatura. Pero acaba de llegar Fragua para destrozar esa precipitada teoría que escogimos quienes caímos fascinados frente a la trasgresión narrativa de aquellos cuatro volúmenes.
Fragua es un libro inclasificable de incalculable valor narrativo y argumental. Un libro que ha venido a hacer añicos las normas de la imaginación y de la verosimilitud.
Fragua es un capricho cuyas entrañas hierven alimentadas por la inteligencia de la autora británica. Es un hito, la sombra de una boutade que acabará siendo la luz que nos hará creer en la nueva vida de la literatura. El lector se convierte en un ser ojiplático, al que le cuesta creer lo que lee, y, sin embargo, se mantiene pegado a las páginas del libro de esa forma esperanzada en que un niño necesitado pega su mirada frente al escaparate de una pastelería con el deseo de que algún dios acabe con la avaricia endogámica de quien lo posee todo.
Ali Smith nos convierte, mientras leemos este libro, en ratones aislados en un laboratorio, en espectadores de un mundo cada vez más manipulado y más manipulador. En los protagonistas de una fábula que galopa a caballo entre la debacle que ha provocado el Brexit y el ahíto panteón en que ha convertido el mundo la pandemia. Smith no se anda con paños calientes, sus párrafos son descorazonadores; algunas de sus protagonistas, épicas narcisistas que construyen sus nidos sobre la empatía ajena.
Fragua cuenta la historia de un rarísimo encuentro. Sand, artista y paria, recibe la llamada de una vieja compañera de universidad y, a través de la línea telefónica, comienza el declive de la vida tal y como la ha conocido hasta ese momento. Cae en una ensoñación que la hará viajar a universos hasta ese momento intangibles e impensables. Fragua es un libro ultra exigente que rompe el principio de verosimilitud tantas veces que acaba convertido en una verdad capaz de mostrar la verdadera cara del siglo XXI, capaz de demostrar que la desconfianza que Ali Smith tiene en el progreso reside en la capacidad que tiene éste para esclavizar a los excluidos.
Su descreimiento construye monumentos literarios:
“Alexa. La gente decía que sus dispositivos eran reconfortantes, una especie de amigos, un poco como esos jueguecitos japoneses que tenían todos los niños hace veinte años en los que había que pulsar botones cuando los dispositivos pitaban para indicar que tenían hambre porque pulsar botones les alimentaba y si no los pulsabas a tiempo la vida del aparatito moría”
La totalidad de esta novela escenifica una venganza magnífica e inteligente, “un juego de apuestas altas” parafraseando a la autora, que será piedra de toque para mantener alerta las conciencias de las nuevas generaciones. Smith ha creado una novela lógica partiendo del absurdo, partiendo del presente para acabar asiéndose a las habilidades de un remoto y poco halagüeño pasado, para volver a demostrar que el hombre no aprende jamás de sus errores.
Fragua nos sumerge en la insurgente perspectiva de Ali Smith, en su animadversión hacia la tecnología y la patética infantilidad del logaritmo hasta hacernos cómplices de esa insurgencia cognitiva que hace de ella la narradora más incómoda, pero también más necesaria. Fragua suena como una clase magistral, como la conferencia que necesitan escuchar los habitantes del siglo XXI para encontrar el sentido de la vida:
“Dios, si se enterasen de que no tengo un sitio en el que trabajar… Ahora mismo estarán comprobando mis cuotas. Las máquinas nos vigilan, iba a decir como halcones, pero es peor, nos vigilan como máquinas. Cada veinte minutos pasan un informe sobre qué y cuánto, y nos clasifican y evalúan a diario”.
“Lo que vimos fue a políticos discutiendo entre sí mientras la gente se ahogaba en la estrecha franja de mar que nos separa del resto de Europa”.
“¿Me oyes? No somos la historia. En cualquier caso, una historia no es nunca una respuesta. Una historia es siempre una respuesta”.
Smith siempre alberga un mapa incómodo en su memoria, un lugar en el que clavar y analizar todas las tropelías que se comenten a diario en nombre de la política y de la patria, y Fragua es sin duda el mapa más extenso y clarificador que ha armado en toda su carrera literaria.
Smith es incómoda como la picadura de una medusa en ese mar transparente en el que nos atrevemos a bajar la guardia, porque creemos tener el control absoluto de los acontecimientos. Porque su transparencia nos aleja de la amenaza.
Y vuelve a sorprender su elección de apegarse a los autores clásicos, en esta ocasión a Dylan Thomas y a Shakespeare, siendo como es una trasgresora enérgica e irreductible.
Como decía más arriba, Fragua es de principio a fin un libro inclasificable que a ratos hace enloquecer al lector y a ratos lo llena de gozo. Un libro abierto que, una vez cerrado, nos hace pensar que es el increíble salvoconducto que alejó a la autora de la locura que supuso el confinamiento durante la pandemia. Que la creación de esa cerradura y del encuentro de su historia con su antigua amiga y sus fatídicas hijas, Eden y Celine Plef, no es más que el sueño de una niña solitaria que quiere sentir cerca de su cara el aliento de una liberadora amiga invisible.
Por eso les animo a que lo lean, porque contra la vulgaridad no hay mejor destino que el de la imaginación, porque hay batallas a las que solo nos está permitida la entrada si ejercemos como zombies, y Ali Smith es una habilidosa hacedora de resurrecciones en esta novela única en la que el sueño de la razón se convierte en una distopía regresiva que aún no conoce su verdadera naturaleza.
‘Fragua’. Ali Smith. Nórdica . Traducción de Magdalena Palmer. 209 páginas.
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