‘Frenalacurva’: proyectos de 20 países para construir un futuro más justo

El logo de la iniciativa Frena la curva.

El logo de la iniciativa ‘Frena la Curva’.

La plataforma participativa ‘frenalacurva.net’ ya construye el día después, a partir de iniciativas ciudadanas de 20 países. Tras la cuarentena, habrá que retomar agendas olvidadas y habitar combates interrumpidos por la justicia climática, contra la desigualdad social y por la innovación pública, con creatividad y complicidad.

“Este es el repositorio de iniciativas ciudadanas más extenso en lengua castellana”. Fue la contundente frase de Raúl Oliván , director general de Gobierno Abierto e Innovación Social de Aragón, en el tramo de apertura del Festival de Innovación Abierta Frena la curva, una jornada de charlas, debates, talleres y conciertos que le puso rostros a la comunidad reunida en torno a la plataforma frenalacurva.net. A comienzos de este mes, cuando el horizonte del confinamiento comenzaba a despejarse, Frenalacurva también ponía en marcha la siguiente fase del plan: la de comenzar a imaginar un mundo nuevo y compartir proyectos interdisciplinarios entre ciudadanos de los 20 países que ya forman parte de la cosa.

Frenalacurva.net surgió, en marzo, como una guía participativa de innovación social y resiliencia cívica para hacer llevadero el aislamiento por la Covid-19. Gracias a un mapa interactivo online, a lo largo de estas semanas se fueron registrando acciones individuales, asociativas y de servicios públicos, así como ofertas y demandas de cuidados entre vecinos, que trascendieron las fronteras españolas hacia Latinoamérica y el resto de Europa. El impulso inicial lo dieron centros de políticas públicas, movimientos sociales y empresas de software, y se fue avanzando gracias a la experiencia de profesionales que ya habían puesto en marcha mapeos de iniciativas ciudadanas o espacios de experimentación e innovación (como Impact Hub, Coordinadora de Voluntariado, Las Naves de Valencia, Montera 34, Eurecat o Colaborabora).

Ya en la senda, y para llegar a una acción transformadora de lo real, ha resultado indispensable esta obligada alianza entre lo digital y lo presencial, en un periodo de restricción de movimientos como el que vivimos. Sin embargo, este respeto a las distancias físicas no debería admitir daños sociales colaterales que nos vuelvan pasivos, según la filósofa Marina Garcés. “Hace falta desmentir aquello que el confinamiento nos quiere transmitir: el victimismo, la pasividad y la falta de ideas. Estas son las cosas que nos acechan en este momento, ante este presente y este futuro. No somos víctimas pasivas ni impotentes”, recalcó la autora de La nueva ilustración radical, durante su breve conferencia.

Cómo proyectar la energía acumulada

De hecho, gracias a este tipo de iniciativas, toda la “energía acumulada” durante el confinamiento ya está proyectándose hacia adelante. La avanzadilla de frenalacurva.net son 140 proyectos de 15 países, seleccionados para “el día después”, algunos de los cuales se expusieron durante la jornada festivalera en streaming (que puede repasarse aquí). Entre los ponentes, destacaron nombres como los de la secretaria de Estado Cristina Gallach, la socióloga Saskia Sassen, la ministra digital de Taiwan Audrey Tang, la tecnóloga Angela Oduor Lungati, el politólogo Pablo Simón, el economista Tony Roldán, la profesora del MIT y activista Sasha Costanza-Chock, la gestora de Grigri Projects, Susana Molinier, y el arquitecto Mauro Gil-Fournier (Affective Arquitectures), entre otros. Los temas: cultura por hacer; salud mental compartida; co-educación, desescalada y brecha digital; sostenibilidad; pandemia y makers (personas provistas de máquinas de impresión 3D, cortadoras láser, brazos de robot o impresoras de circuitos digitales que fabrican objetos); renta básica; laboratorios ciudadanos; activismo digital e innovación pública, así como recursos prácticos de crowdfounding y diseño justo, o pedagogía a través de tutoriales o mapas en open source.

De los debates y las reflexiones sin prisas, a lo largo de las 12 horas que duró el evento, podemos resaltar las siguientes: el Estado también necesita ideas; no hay respuestas fáciles pero hay que asumir la complejidad (“acompañarla con complicidad”), así como las paradojas institucionales; el método siempre importa y es inevitable el desarrollo de nuevas metodologías (hoy utilizamos aún herramientas de representación y control del siglo XVIII); la incomodidad puede generar temáticas y complejidades que hacen necesarios los laboratorios de innovación pública como espacios de resistencia (para mitigar la burocracia) o la ciudad como “condición de lo que sí pueden los sin-poder” (en palabras de Saskia Sassen).

Acerca de la necesaria reelaboración del espacio público y la regeneración, por encima de la “reconstrucción” de ese pasado, del que han llegado problemas que han estallado durante la cuarentena, algunas voces:

Marina Garcés: este capitalismo nos lleva a la devastación

“¿Qué estaba pasando cuando se paró el mundo?”, fue la pregunta que guio la ponencia de Marina Garcés. La filósofa recordó las revueltas del otoño pasado alrededor de la Tierra (de Santiago de Chile a Beirut, pasando por Barcelona, Argel y Teherán), para problematizar el asunto de que “el mundo no se ha parado: seguimos viviendo, muriendo, sufriendo, pensando; como tampoco se ha parado la gran máquina del capitalismo global y sus poderes económicos y políticos, que están recomponiendo sus formas de ejecución”. Hoy asistimos a una “saturación informativa y reflexiva” que sí se bloquea en la “pregunta tentadora acerca de qué pasará, que es peligrosa, porque nos embarca a mirar adelante sin mirar hacia atrás y hacer de esta pandemia un antes y un después, que no sirve para un pensamiento crítico, que necesita más bien de la pregunta: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?”, según Garcés.

Detenerse en los slogans (“todo va a salir bien”, “ahora más que nunca”) alimentaría la impotencia, a su entender: “No solo queremos imaginar futuro, sino que queremos cuidar nuestras vidas, hoy y aquí, en presente continuo y no solo desde la futurología de los mercaderes de futuro que van a vendernos ahora el mejor plan o el menor mal posible (…) El capitalismo actual no tiene capacidad para ofrecer futuros porque su evolución actual y su desarrollo es sinónimo de devastación”.

En palabras de la filósofa, “este es un momento en que aquellos combates tienen que ser habitados, como gérmenes contra el virus (gérmenes son aquellos que hacen germinar otras formas de vida). Recordar qué estaba pasando cuando se paró el mundo es considerar estos gérmenes en presente continuo, contra la parálisis del virus (…) Germinar, y no solo dibujar futuros posibles, hacerlos crecer entre nosotros y que se hagan grieta contra estos muros que se están levantando entre nuestras vidas colectivas e individuales”.

Javier Creus: Lo posible se ha ampliado

Por su parte, Javier Creus, responsable de la consultora Ideas for change, asegura que lo posible se ha ampliado: “En estas semanas hemos avanzado meses o años en innovación tecnológica (la teleconferencia, el teletrabajo, los makers…), pero hemos avanzado también en innovación social, y frenalacurva.net es el mejor ejemplo. Nos han llegado más de cien iniciativas que nos demuestran la plasticidad empresarial y ciudadana (…) y que había una reserva de productividad en nuestra economía (no éramos conscientes de a qué velocidad podíamos cambiar) y una reserva de felicidad, porque estamos dispuestos a renunciar a perder el tiempo. La gama de soluciones es mucho más amplia: se puede más, en menos tiempo y mejor. ¿Qué es necesario? Regenerar, a partir de la agenda olvidada. Esto es, considerar la emergencia climática, salvarnos a todos, generar los sistemas que puedan cumplir misiones críticas para la sociedad (sanidad universal, educación universal, renta universal; energía barata, sostenible, distribuida; movilidad activa con la estructura del transporte público). Nos va a tocar endeudarnos, inyectar liquidez, para introducir movimiento hacia la generación de un futuro al que valga la pena volver”.

Para Creus, lo crítico es el “control sobre los datos”. Tras constatar que China posee los datos de sus ciudadanos o que Facebook puede intervenir en unas elecciones, sabemos lo importante que es que los datos nos pertenezcan, ya que “el control de los datos es el control social”. Los datos son, a juicio del sociólogo, “buena parte de la solución”, porque deberíamos poder cederlos “de forma voluntaria” y que seamos los ciudadanos quienes decidamos “para qué deben ser usados, por quién deben ser usados, cómo compartir los resultados y durante cuánto tiempo”. Se trata de “una nueva lógica social, para el bien común”.

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