La Fura desguaza ‘El holandés errante’ en la sociedad capitalista del siglo XXI
La Fura dels Baus, representada por el director de escena Alex Ollé, sitúa ‘El holandés errante’ en “el infierno en la Tierra”, en el cementerio de barcos de Chittagong, la segunda ciudad de Bangladesh, uno de los lugares más contaminados del planeta. Una perfecta metáfora de la sociedad capitalista del siglo XXI.
Las palabras de Pablo Heras-Casado fueron tan inteligentes, sinceras y emocionantes durante la presentación de la obra ayer, que es bueno empezar por ellas: “No hace falta saber nada de ópera, ni de música, ni ser un erudito. Tan solo hay que dejarse llevar con el corazón abierto y limpio y que sea el propio compositor quien te transporte y te lleve de la mano. La emoción es algo subjetivo y muy difícil de describir…”. El director de orquesta granadino respondía así a una pregunta referente a la dirección de El holandés errante, la que será su primera aproximación a Wagner al frente de una orquesta. Se estrenará en el Teatro Real de Madrid a partir del sábado y lo hará en 10 únicas funciones.
Para Álex Ollé, sin embargo, este será su segundo Wagner, después de enfrentarse a Tristán e Isolda en 2011. El director de escena -uno de los integrantes del grupo La Fura dels Baus- firma esta versión de El holandés errante, la que está considerada la primera ópera “oficial” del compositor alemán -tras La prohibición de amar y Rienzi, de las que el propio músico renegó, por inmaduras, en varias ocasiones-. Esta producción se estrenó con gran éxito de crítica a finales de 2014 en la ópera de Lyon y ahora llega a Madrid, según afirmó Ollé, “casi intacta, tan solo con algún retoque de vestuario”.
La historia de El holandés errante parte de una antigua leyenda de resonancias homéricas y hebraicas, transformada en cuento por el escritor Heinrich Heine, en la que un marino está condenado a vagar por los océanos hasta que el amor y la fidelidad de una mujer lo liberen de la maldición. Después de navegar durante 7 años interrumpidos, le es permitido atracar para buscar ese amor que le libre del conjuro. Traba amistad con Daland, el capitán de otro barco que tiene una hija, Senta, obsesionada con la figura del holandés del que ha escuchado su leyenda y está convencida de que será ella quien le salve. Daland vende a su hija al recién llegado para desesperación de Erik, un cazador, pretendiente de la muchacha.
Wagner se inspiró, además, en un turbulento viaje que realizó, huyendo de sus acreedores, en una goleta entre Riga y Londres en 1839 junto a su esposa Minna Planer y su perro terranova Robber, según cuenta Ernest Newman en la biografía del compositor. Durante la travesía que duró más de cuatro semanas por los mares Báltico y del Norte, el compositor se vio envuelto, junto a los siete tripulantes de la embarcación, en una fuerte tempestad. Los marineros le cantaron la saga de El holandés errante y la furia y belleza de la naturaleza hicieron el resto.
“¿Dónde podría ocurrir hoy en día una historia como esta? ¿Entre quiénes? ¿En qué lugar del planeta es posible que un padre sea capaz de vender a su hija por dinero? ¿En qué lugar la vida podría tener tan poco valor que la muerte, a su lado, no fuera necesariamente una mala opción?”, se preguntó Ollé a la hora de transportar la trama de esta ópera a nuestros días. “Pensamos primero en los piratas somalíes, pero lo descartamos al ver un documental sobre el puerto de Chittagong, la segunda ciudad de Bangladesh, uno de los lugares más contaminados del mundo, conocido como “el infierno en la Tierra”, concluyó el director de escena. Un enorme y gigantesco cementerio naval en el que los grandes barcos mercantes son desguazados en un paraje duro, árido, óxido, contaminado y desértico frente a la inmensidad del horizonte.
Hasta ese lugar tan inhóspito traslada Ollé las emociones y conceptos que impregnan la obra wagneriana: la lucha entre el mundo real y el espiritual, los conjuros de los dioses, la redención a través del amor puro, la muerte, la eternidad, la pasión, el miedo. “En nuestra aproximación a la obra”, explica Ollé, “no está claro que el holandés esté vivo o que exista realmente. Es más bien una emanación de la necesidad de Senta de escapar de un mundo que la oprime y en el que no encaja; pero también es un sueño para su padre, el dueño del desguace en nuestra propuesta, desde el punto de vista material, claro está. E incluso resulta ser un sueño para Erik, el de encontrar un contrincante que nunca tuvo”.
Finalmente, para Ollé “los fantasmas del holandés errante son el alma de la sociedad capitalista embarrancada en los escollos del siglo XXI. Es lo otro de nuestra sociedad, una mirada al otro lado del espejo de Occidente. Un lugar donde, mientras el materialismo lo desguaza todo, aún queda alguien dispuesto a soñar en alcanzar un mundo mejor. El último vestigio de un idealismo salvador”.
Heras-Casado aseguró que esta obra es “muy intensa a todos los niveles». «Ningún otro compositor demanda que te sumerjas en su mundo poético como lo hace Wagner. Has de saber controlar las grandes dimensiones de una obra en la que no existe casi nada decorativo, en la que todo es emoción y para la que es muy difícil dosificar las energías”. Ollé, que aseguró que Wagner sería hoy el perfecto e insuperable compositor de bandas sonoras para el cine, insistió en que “tan solo hace falta escuchar su música para tener una imagen perfecta de lo que quiere transmitirnos, no hace falta nada más”. Sin embargo, nos propone una producción grandiosa, con unos números -en principio- a la altura del reto de la partitura. Sobre el escenario se alzará un barco de más de 15 metros de altura. Para confeccionar la escenografía han sido necesarios 3.500 kilos de acero y 9 toneladas de arena. Habrá más de 70 técnicos por función así como 83 artistas sobre el escenario y 80 músicos en el foso. 61 ensayos han hecho falta para afinar este montaje.
Tanto el director de escena como el escenógrafo, Alfons Flores, aseguran que las proyecciones que firma Franc Andreu se convertirán en grandes protagonistas dentro de este montaje. Serán una especie de mar y tormenta casi en tres dimensiones que lograrán que la escenografía real se vea aumentada.
EL MEJOR REPARTO POSIBLE
Según el director musical, Pablo Heras-Casado, “no existe actualmente ningún reparto mejor para poner en pie El holandés errante como los dos que se podrán escuchar en el Teatro Real durante las 10 representaciones”. Estarán encabezados por los barítonos Evgeny Nikitin y Samuel Youn en el papel titular. Los bajos Kwangchul Youn y Dimitry Ivashchenko darán vida a Daland; las sopranos Ingela Brimberg y Ricarda Merbeth se ocuparán del papel de Senta, mientras que los tenores Nikolai Schukoff y Benjamin Bruns encarnarán a Erik.
Tanto Heras-Casado, principal director invitado del Teatro Real, como el director artístico del coliseo madrileño, Joan Matabosch, insistieron en recomendar al público que tenga la posibilidad de hacerlo que acudan a dos representaciones interpretadas por cada uno de los elencos.
UN TEATRO CON VOCACIÓN RENOVADORA Y CONECTADO
Tal y como ha hizo el pasado mes de julio con I puritani, el Teatro Real vuelve a ofrecer la posibilidad de que El holandés errante pueda ser seguida el día 23 de diciembre en todo el mundo a través de redes sociales con la retransmisión en directo de la ópera completa en Facebook. Los responsables del coliseo pretenden llegar al mayor número posible de público y situar el acontecimiento como trending topic de Twitter tal y como hicieron en verano con la ópera de Bellini. También el mismo día 23 El holandés errante será retransmitida en directo y gratuitamente para todo el mundo en el Palco Digital -con emisión en diferido en el canal de televisión Mezzo y France Televisión-, así como en Radio Clásica el 27 de diciembre.
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