Esta gente ha venido a impulsar la agricultura regenerativa

Proyecto Campos de Montiel, donde la Fundación Internacional para la Restauración de los Ecosistemas (FIRE) ha puesto en marcha un proyecto de renaturalización.

Dos palabras que, juntas, suenan a vida: agricultura regenerativa. Diez mil años después de que el ser humano comenzara a roturar la tierra y eliminar ‘malas hierbas’ , la regeneración de los suelos impactados por esta actividad se está convirtiendo en una herramienta fundamental para la lucha contra el cambio climático. Se calcula que un 40% de la superficie terrestre está dedicada a tareas agrícolas, un tercio a cultivos y dos tercios a la ganadería, con objeto de alimentar a 8.000 millones de humanos, pero también se sabe que un tercio de lo que se produce acaba en la basura mientras, por otro lado, los suelos fértiles se salinizan, se contaminan de pesticidas y fertilizantes químicos, se erosionan y, por último, ‘desaparecen’. A potenciarla en España se dedica, precisamente, la Fundación Aland para la restauración del paisaje,

Como sugiere su nombre, el concepto de agricultura regenerativa consiste en rehabilitar esos suelos y mantenerlos productivos el mayor tiempo posible para evitar, entre otros fenómenos, la expansión agresiva a nuevas áreas de cultivo o pasto a costa de los bosques. Además, numerosos estudios científicos han revelado que un suelo saludable es un excelente almacén del dióxido de carbono que hemos liberado a la atmósfera planetaria, aumenta la retención de agua (algo fundamental en zonas de sequías en aumento) e incrementa la biodiversidad, hoy víctima de una grave crisis.

A potenciarla en España se dedica, precisamente, la Fundación Aland para la restauración del paisaje, una entidad que quiere convertir la península ibérica en el primer territorio regenerativo de Europa bajo el modelo de los llamados “4 Retornos”, promovido globalmente por la europea Fundación Commonland. En una jornada, organizada en Madrid junto a Bioregional Weaving Labs, esta entidad ha querido poner en valor un sistema en el que naturaleza y economía se alían “para tener un mundo rural más vivo”, como señala su presidenta, Remedios Arrés.

¿Y en qué consisten esos cuatro retornos? Su impulsor, el ecólogo holandés Willem Ferwerda, responsable y fundador de Commonland, explicó que se trata de poner en marcha cuatro procesos: primero, inspirar a los agricultores para que piensen  más en resultados a un largo plazo que en el corto; luego, comenzar la renaturalización de sus campos para recuperar la biodiversidad natural; lo siguiente es el retorno del capital social, creando redes y empleos dignos; y, por último, llega el retorno financiero porque, a la larga, la sostenibilidad genera beneficio. “Hablar de la renta máxima por hectárea es hablar de degradación, que es lo que se hace desde la Política Agraria Comunitaria (PAC), cuando el reto es corregir el paisaje en tres décadas”, señalaba Ferwerda, que ya ha llevado sus “4 Retornos” a 23 países.

En ese cambio, en proyectos aún pequeños, hay grupos que ya están trabajando en Navarra, La Mancha, Granada, Girona, Menorca o en el Bajo Alentejo portugués, un camino que les lleva a recuperar la fertilidad perdida tras décadas de un intensivismo que ha generado una boyante industria agroalimentaria, a la que culpan de la pobreza y el abandono de campos exprimidos hasta la extenuación.

Fewerda explicó como el proyecto AlVeLAl de Commonland, en Granada y Murcia, cuenta ya con 50.000 hectáreas de almendros de cultivo ecológico en secano, así como otras iniciativas en fincas privadas y públicas donde ya funciona la agricultura regenerativa, es decir, la que apuesta por un suelo vivo y biodiverso, con una gestión del agua adecuada. En una de ella, El Cortijico, que estaba en un estado lamentable por el sobrepastoreo, ahora están sembrando 200.000 semillas, de manera manual y a través de drones, para su recolonización vegetal con especies de la zona, facilitando la persistencia genética de los ejemplares ya existentes.

Más al norte, en Campo de Montiel (entre Ciudad Real y Albacete), la Fundación Internacional para la Restauración de los Ecosistemas (FIRE) ha puesto en marcha otro proyecto de renaturalización, a cuyo frente está el catedrático de Ecología José María Rey Benayas, de la Universidad de Alcalá de Henares. Se llama Campo de Montiel más Natural y se inició en 2021 para trasladar el conocimiento científico a una zona de 600.000 hectáreas muy deteriorada tras décadas de una explotación agraria intensiva. Ahora, explica Benayas, van a reactivar los servicios ecosistémicos que ofrece la naturaleza manchega, que se habían abandonado, creando zonas mosaico entre áreas agrícolas y forestales, mejorando la gestión del agua en una zona en la que escasea y recuperando especies que se han perdido. Hay que recordar que en los últimos años en esta zona se intensificó el regadío para cultivos –como colza, guisante verde, espinacas, brócoli, melón o sandía– que requieren un agua que no hay y que han causado muchos daños ambientales.

“Nos hemos centrado en estas tierras de Don Quijote. Ya tenemos 400 hectáreas restauradas a nivel experimental en las que conviven las áreas agrícolas y las de rewilding o renaturalización, núcleos separados pero conectados por corredores. Al final, se comprueba que tan productiva una finca así que una tradicional”, señalaba Benayas, también es presidentes de Rewilding Spain. Su batalla, no obstante, reconocía que es luchar con “la inercia de no cambiar nada en una población envejecida”. “Por ejemplo, consideran un barbecho limpio el que no tiene nada, así que lo aran hasta cinco veces al año, cuando es un gasto que encima genera un suelo de mucha peor calidad que si fuera barbecho verde”.

La iniciativa de la americana Megan Sapp está en una granja al norte de Navarra, en el Valle de Imotz. Allí ha creado un nodo del Instituto Savory, llamado Hub del Norte, para difundir el manejo holístico de la tierra y apoyar a las comunidades en ese camino hacia la agricultura regenerativa. Su mantra es que sin maltratar la tierra logren ingresos suficientes para vivir y, así, atraer a los jóvenes con proyectos ilusionantes. “Pero el problema al que me enfrento es la PAC, porque los productores siguen al dictado sus requisitos para obtener subvenciones y eso les exige trabajar a una escala no sostenible, así que se endeudan en maquinarias e insumos y entran en el bucle de necesitar dinero para sobrevivir. La UE nos habla de productos ‘de la granja a la mesa’, pero luego nos destruye la soberanía alimentaria. La única forma de convencer a los agricultores de que hay otras formas de hacer las cosas es que vean con sus ojos los resultados”.

Enriquecedora es la experiencia que comentó Marta Cortegano, coordinadora del Proyecto Pastos Regenerativos de Esdime, en el sudoeste del Alentejo (Portugal). En su pueblo, Mértola, donde la lluvia escasea todo el año, decidió dedicar una finca familiar al proceso de la agricultura regenerativa. Fue al ver cómo su tierra reseca reverdecía cuando otros vecinos se animaron y ya tienen cinco fincas siguiendo sus pasos. “El reto ha sido convencer a una gente que tenía ya muy baja autoestima, que eran desconfiados y estaba acostumbrados a no colaborar entre ellos”.

Similar descreimiento se encontró Miquel Camps cuando su oganización GOB Menorca comenzó a reclutar socios para apostar por esta forma de producir alimentos mucho más sostenible. La isla había quedado casi baldía tras décadas dedicada a la ganadería necesaria para hacer los quesitos de la famosa marca El Caserío. Ahora, 15.000 socios, con 70.000 hectáreas del interior, no sólo están apostando por conservarlas sino que la restauran, gracias en este caso a acuerdos de custodia del territorio que implica el uso de biofertilizantes y mejoras del suelo, incluido el pastoreo con gallinas para abonos, que están dando resultados visibles.

Y en Girona, la regeneración ha llegado al Valle de la Muga con el proyecto de Muga Valley Partnership y la Fundación Pioneers of Our Time. Oriol Armet, su director, explicaba cómo se está creando en esta comarca prepirenaica un modelo que compagina también su boscosa naturaleza con nuevos modelos de economía en los que la gestión forestal y la del agua son fundamentales, a la vez que se recupera la biodiversidad de especies, como el alimoche o el buitre, y se monitorean 10.000 hectáreas más en el valle. “Queremos ser catalizadores, pero contando siempre con la administración y los actores en el territorio porque ahora mismo entre ellos hay cero comunicación y así es difícil avanzar” , apuntaba.

En una reciente charla TED, el creador de la plataforma Hope en pie por el planeta, Javier Peña, señalaba: “Nuestro mayor y más fiable embalse es el suelo”, pero uno en el que lo verde vuelva a ser protagonista.

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