Ghali, el rapero italiano-tunecino que el Mediterráneo necesitaba  

El rapero Ghali. Una imagen de su cuenta de Instagram.

Derrocha talento, personalidad y, lo más importante, un mensaje integrador más allá de la contestación social: “Porque aún soy un niño, un poco italiano, un poco tunecino. Ella de Puerto Rico. Si sucede, para Trump es un lío”. Frente a la crítica que despierta la música urbana por sus estereotipos sexistas o artificiales, Ghali ha logrado un insólito reconocimiento en Italia por la fuerza lírica de su música, su arte para conciliar la cultura oriental y occidental, y el simbolismo político y biográfico de una realidad con la que muchos jóvenes (inmigrantes y no inmigrantes), desarraigados o perdidos, ven por fin reconocida su odisea vital en la sociedad. Ghali se declara italiano de origen tunecino y reivindica esa identidad. Como decía Amin Maalouf en ‘Identidades asesinas’, esa doble pertenencia es una riqueza que nadie puede arrebatarle obligándole a elegir. Apela a la unidad en la diversidad, y en su primera gira europea, que culmina hoy y mañana en Barcelona y Madrid, lo está demostrando.  

El sábado pasado, en Bruselas, mientras escribía una cariñosa dedicatoria a un niño siciliano que no conoce, pero que con apenas 9 años ya le admira, Ghali Amdouni (Milán, 1993) mostraba preocupación por el giro que el recién elegido gobierno italiano pretende dar a la política migratoria. El rapero apoya activamente a las ONG humanitarias y ha donado un bote de salvamento marítimo y patrocinado una campaña de crowdfunding para la compra de un segundo, bautizado con el nombre de uno de sus últimos éxitos.

Los valores que el hip hop forja en la marginalidad suelen quedar a la sombra del gran público tras esa coraza feroz y callejera que es campo abonado para prejuicios. Con todo, algunos artistas aúpan de entre sus demonios mensajes de superación llenos de color y esperanza que inspiran a multitudes. Si Residente se convirtió en icono urbano y en bandera del universo latinoamericano, muchos quieren ver en Ghali una promesa de ese patio trasero que en Europa es el  Mediterráneo y su universo multicultural y mestizo.

Pese a haberse convertido en un referente de la música urbana y en el rapero del momento en Italia, Ghali carece de los ademanes tópicos. No luce miradas desafiantes, ni lujo, ni músculos. Ni culto al ego o chulería gangsta. Como confesó en una entrevista a Vogue, en la escuela le apodaban “spilungone” (larguirucho). Y efectivamente, su fisonomía de Fido Dido y su mirada dulce, hasta inofensiva, contrastan con el flow y la sonrisa pícara que le han valido su imagen icónica y carismática.

Claro que bebe de los recursos del trap, desde el chándal al autotune, pero también de lirismo e influencias pop. Su estilo nace del arte callejero de los suburbios milaneses que le vieron crecer, hijo de inmigrantes tunecinos. En sus canciones habla del bullying (su tema Pare tiene gancho como para concienciar masas), de sus raíces norteafricanas o del amor a su madre… Y del amor a Italia. Dice que debe su arte a una profesora italiana que en la escuela le alentó y animó a escribir, y a la influencia de Stromae, Michael Jackson y Eminem.

Medios como La República o Corriere della Sera empezaron a hacerse eco de su éxito en 2016, tras el lanzamiento de su disco Ninna Nanna. La revista Rolling Stone vio entonces en él una promesa, y un año después ya lo consideraba “un patrimonio a proteger”: “Es oficial: Ghali es la próxima superestrella del pop italiano”. Durante la crisis migratoria, en 2017 el conocido periodista Roberto Saviano decía: “Ghali es un regalo que llega cuando el país más lo necesita”: “Justo cuando en Italia crece un clima de racismo y miedo, y quienes ayudan a los inmigrantes terminan incluso bajo acusación, Ghali se convierte en uno de los cantantes más escuchados en la red”.

En su tema Ninna Nanna deja caer algunas claves de su historia: «Salí del barro, de un establo a una estrella. Compraré una villa a mi madre y luego pensaré en África. Hijo de una conserje, con mi padre en una celda». Sus versos gravitan alrededor de la identidad, la realidad social y la mamma: «Ella realmente hizo todo por mí. Todo. No puedo explicarte, pero tengo una imagen: yo en una tormenta del desierto y mi madre parada frente a mí para defenderme de la arena», le decía a Saviano, quien lo describe como buen chico que no necesita parecer malo.

El trasfondo político de sus letras rechaza la mentalidad del “nosotros contra ellos” tan azuzado por el nacionalpopulismo italiano, y frente a él ha elevado su eslogan TVB (Ti Voglio Bene: te quiero). “El rap, que nació como denuncia social y siempre ha sido mi pan de cada día, fue la mejor manera para satisfacer mi necesidad de tomar posición contra aquellos que explotan el miedo para crear un enemigo», dijo en declaraciones a La República. Tal es así que su carta de amor a la nación, Cara Italia, batió récords convirtiéndose en un himno que ya cuenta con más de 135 millones de visualizaciones en YouTube.
En ella dice: «Hay quienes tienen la mente cerrada y se quedan atrás, como en la Edad Media. Los periódicos se aprovechan, hablando de los extranjeros como aliens sin pasaporte que buscan dinero. Cuando me dicen: ‘Vete a casa’, respondo: Ya estoy aquí”. En declaraciones a la revista GQ dijo también: “Yo era ese niño con el que los padres de mis amigos no querían que salieran”. Frente a ello, en vez de enfadarse optó por lo que él llama «venganza intelectual», escribiendo canciones que inspiraran el cambio.

«Nunca he tenido miedo de no ser aceptado en el parque. Tenía el trauma de no ser aceptado por las familias. Entonces decidí que iba a hacer música para familias. Quería que mi disco fuera escuchado en el coche por una familia de cinco, y que lo apreciaran de principio a fin. Quería madres en mis conciertos. Y para mí no hay nada más hip hop que esto, es la verdadera redención», añade. En su música mezcla sonidos y culturas, canta en italiano, francés, árabe, intercalando a veces expresiones en inglés y español. En sus éxitos Habibi, Wallah!, Good times, Pizza Kebab, usa un lenguaje lúdico que cualquier joven entiende y vive a diario.

Frente a la crisis migratoria ha dejado versos como: “Mar, oh mar, te ruego que no te agites o me ahogaré. Haz que llegue, tráelo sano y salvo a la orilla”. Además de donar un bote de rescate a la ONG Mediterranea, patrocinó un crowdfunding para comprar un segundo, bautizado Bayna (“ver claro”, en árabe), como la canción donde dice: “Mediterráneo. Entre tú y yo el Mediterráneo. El rostro familiar de un extraño, huérfano como un nuevo ateo. Segunda madre, eres mi segunda madre. No hay niño que no se equivoque. Tú sueñas con América, y yo con Italia. La nueva Italia”.

En el logo de su primera gira por el continente Ghali se columpia agarrado a las estrellas de la bandera europea, impresa en posters y camisetas. Tras recorrer Londres, Berlín o París, este 27 y 28 de octubre se despedirá en Barcelona y Madrid. Durante el concierto del sábado pasado en Bruselas, con gran presencia de la comunidad italiana y magrebí residente en la capital europea, vimos a algún que otro fan emocionarse cuando Ghali evocó el Mediterráneo en su melancólico tema Bayna, y sofocar lágrimas y recuerdos en una camiseta donde lucían las estrellas de Europa.

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