‘Golfus de Roma’ llega a Mérida: todo por la libertad (o la esclavitud)

Una escena de ‘Golfus de Roma’ en el Festival de Mérida. Foto: Jero Morales.

Con ‘Golfus de Roma’ podemos hablar de un clásico. De esos clásicos que vuelven por su irresistible componente de éxito: comedia de enredos y buen libreto. Se trata de una obra musical originalmente estrenada en Broadway en 1962 en el Alvin Theatre bajo la producción de Harold S. Prince con el título original de ‘A funny thing happened on the way to the Forum’ (‘Algo gracioso ocurrió camino del foro’). También Richard Lester la llevó al cine en 1966. Ayer se estrenó con éxito en Mérida su último montaje en castellano bajo la dirección de Daniel Anglès, arreglos musicales de Sergi Cuenca y con Carlos Latre como protagonista. La obra se presenta como uno de los platos fuertes del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, con diez representaciones: este fin de semana y del 3 al 8 de agosto.

La trama, ambientada en la Antigua Roma, juega con tres familias romanas: Casa Lycus, Senex y Erronius. La de Lycus, aquí regentada por una madame, en el original por un hombre, es una casa de vida alegre. La de Senex y su esposa Domina, en la que su hijo Hero se enamora de una esclava cretense, Philia. Y la de Erronius, donde un anciano que vaga en pena buscando a sus hijos perdidos imprime un punto de amargura y senectud, usado como carne de chascarrillos. Así discurre con soltura una trama de esclavitud, libertad y amor. Porque resulta que Lycus ha vendido a Philia al capitán del ejército romano Miles Gloriousus. Hero le pide ayuda a uno de los esclavos de sus padres, Pseudolus, para seducir a a Philia, prometiéndole la libertad si lo consigue. Un plus y un aliciente sobre los que gravita el texto son los esclavos de Senex, tanto Pseudolus, protagonista de la obra, como Hysterium. Mención especial para Senex, y también para Domina por su manera de imprimir experiencia, dominio y edad a sus papeles.

El montaje de Anglès, con producción de Focus Teatre y el propio festival emeritense, respeta el original con ciertos giros muy españoles (de la guasa nuestra, la sorna andaluza); hasta apelan a un cierto imaginario a cómicos clásicos de nuestro país (Chiquito, Cruz y Raya o José Mota, o el Supermán de Ruiz Mateos). Afloran temas actuales como la alusión al rey o el lenguaje inclusivo o el sexo y las relaciones de pareja como otro recurso. Asistimos a un montaje donde prima la excelencia de la música, con una buena combinación de nueve instrumentos de cuerda, viento y percusión, más Sergi Cuenca presidiendo la dirección de teclados.

El tono que coge este Golfus de Roma incluye introducciones cómicas, de payasos a lo tradicional, lo que supone un guiño a lo cómico, a lo gestual, y una invitación a la risa. Los cómicos, como revulsivo ante la vida. La elección de lo cómico frente al drama es lo que marca esta obra. Y eso es de agradecer en este contexto de pandemia. Una comedia que supone un acierto para desconectar de la situación y que ayer convenció a un público amplio y diverso, con un aforo lleno de 3.000 personas. Algo que agradeció todo el cuadro de actores en el encuentro con la prensa tras el estreno.

Carlos Latre en ‘Golfus de Roma’ en el Festival de Teatro de Mérida. Foto: Jero Morales.

Carlos Latre convence por no haber caído en lo histriónico, porque su personaje con un registro exagerado podría desequilibrar y socavar la obra. Aquí Latre es ágil, versátil, chistoso y risueño, y da pie al resto del elenco, que también está formidable. Que lo cómico presida no es fácil. Requiere agilidad y ritmo. Algo no tan evidente de mantener en una obra de 135 minutos, con un descanso o entreacto. La música respeta el brillo del original de Sondheim, en el que los músicos extraen el poder de la partitura y hacen vibrar. Quizás lo único que se pueda reprochar es algún giro más manido en la risa fácil, pero es algo leve que no embadurna al todo.

El valor añadido del montaje es que aborda con soltura y naturalidad temas universales, el amor y la libertad, aunque la esclavitud ahora sea otra. Aparecen de refilón otras constricciones y situaciones sociales: la casta, el poder. Este Golfus de Roma también sale airoso y fluido en esa complejidad de roles, situaciones, y entradas y salidas de escena. Una escenografía a modo de caravanas o casas a la vista, un maquillaje sutil y efectivo, excelente en Senex. Y un vestuario más atemporal pero adaptándose a lo clásico. En definitiva, Golfus de Roma tiene brío y poder para triunfar en todas las plateas españolas, por su amplitud de público potencial y por la universalidad de los temas.

En España ha habido tres adaptaciones previas, la primera de José Osuna, estrenada en el teatro Maravillas de Madrid con José Sazatornil. La más conocida, la de Mario Gas (como Golfos de Roma, aunque Gas prefería Érase una vez Roma o Roma Cittá Golfa), en 1993, estrenada en la 39 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida con Javier Gurruchaga en el papel estelar de Pseudolus junto a Gabino Diego, José María Pou y Vicky Peña, según me recordaba anoche el periodista de ABC Julio Bravo, que añadió que le gustó mucho. La última adaptación data de 2015, a cargo de Jesús Castejón, quien recuperó el texto y el libreto para cerrar la programación de los Veranos de la Villa de Madrid.

Esta última versión logra una excelente factura y grandes risas. Porque, ante todo, con la comedia se trata de gustar, de divertir al gran público.

‘Golfus de Roma’. Del 29 de julio al 1 de agosto y del 3 al 8 de agosto. Música y letra de Stephen Sondheim. Adaptación al castellano: Daniel Anglès y Marc Gómez. Director: Daniel Anglès. Arreglos musicales: Sergi Cuenca. Producción: Focus Teatre y Festival de Mérida. 

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