Greenpeace: 50 años de batallas para ‘salvar’ el planeta

Activistas de Greenpeace de Países Bajos, Alemania y Dinamarca abordan dos plataformas petroleras en el campo Brent de Shell, durante una protesta pacífica contra los planes de la compañía de dejar abandonadas partes de viejas estructuras petroleras con 11.000 toneladas de petróleo en el Mar del Norte. Foto: © Marten van Dijl / Greenpeace

La organización ecologista Greenpeace cumple 50 años, medio siglo en el que ha participado en la consecución de grandes hitos para la protección ambiental a la vez que el deterioro de la Tierra ha ido a más. Repasamos su trayectoria, sus logros, sus retos pendientes, su futuro… de la mano de tres de sus directores en la oficina de España: Juan López de Uralde, Mario Rodríguez y la actual, Eva Saldaña.

Navegar durante días en el Artic Sunrise para poner en evidencia la importancia de proteger la Antártida, tirar desde el buque Esperanza gigantescos bloques de granito en un área marina protegida británica para evitar arrastreros de fondo, viajar a la Amazonia para documentar el impacto de la minería ilegal, recabar datos sobre el estado de las ballenas en zonas de exploración petrolífera en Grecia, subirse a la torre de una nuclear en España… Desde hace medio siglo, miles de voluntarios y activistas de Greenpeace han surcado mares, escalado edificios y monumentos, colado en parlamentos o bloqueado buques cargados de petróleo para denunciar un deterioro de la naturaleza que no ha dejado de aumentar y en el que se apuntan algunas importantes batallas ganadas.

Hay que retroceder hasta 1971 para encontrar a esa pionera docena de jóvenes de aspecto hippy a bordo de un viejo pesquero, entre los hielos del Ártico, en una protesta organizada contra las pruebas nucleares que Estados Unidos, en plena Guerra Fría, realizaba en Alaska. Aquella primera campaña fue un éxito: un año después se detenían estas pruebas y se creaba en el lugar una reserva ornitológica.

Con este impulso de partida, la ONG comenzó a expandirse por el mundo azuzando la conciencia ambiental, aunque a España, inmersa entonces en plena transición política, tardaría aún una década en llegar. Curiosamente, también aquí se daría a conocer por los residuos nucleares: a bordo de otro pequeño pesquero, un grupo de activistas españoles impedía, allá por 1982, el vertido de bidones radiactivos de un mercante holandés a 500 kilómetros de la costa gallega. Al final, el Gobierno holandés paró el vertido.

Greenpeace está hoy presente en 55 países y sus socios y simpatizantes se cuentan por decenas de millones en el mundo (unos 150.000 en España) y entre las victorias entre la que han tenido que ver figuran la protección de un área marina antártica (Mar de Ross), la moratoria en la caza comercial de ballenas, el fin de pruebas nucleares en el Pacífico…

En España, ya antes de 1982, Greenpeace se había enfrentado con su barco Rainbow Warrior –que acabaría hundido por Francia en Australia en 1985 mientras se preparaba una acción– contra la flota ballenera española, pero no fue hasta 1984 cuando se abrió la primera oficina en Madrid, con Xavier Pastor al frente, cargo que ocupó hasta su dimisión en 2001. “Yo entré en 1987. Entonces el ecologismo era algo minoritario pero había un colectivo joven, con formación, dispuesto a asumir riesgos, y la osadía de las acciones de Greenpeace resultaban muy atrayentes: más que el qué se hacía, creo que atraía el cómo se hacían las cosas”, reconoce Juan López de Uralde, que asumió en la primera década de este siglo la dirección de la organización.

López de Uralde recuerda esos años como los del cambio de una ONG pequeña a otra muy profesionalizada en España, con una fase marcada por el hundimiento del Prestige y la Guerra de Irak y otra más tranquila, cuando la socialista Cristina Narbona fue nombrada ministra de Medio Ambiente. En ese tiempo, a los grandes temas internacionales ambientales –como el cambio climático, la deforestación tropical, los residuos–, se sumaban en sus campañas asuntos más cercanos a las políticas nacionales: la destrucción de la costa por la expansión inmobiliaria que retrataban en exhaustivos informes, la exigencia de cierre de centrales nucleares, la contaminación del agua –entre la que destaca lo ocurrido en Aznalcóllar en 1998–, las campañas contra las incineradoras… “Si tengo que quedarme con algo, destacaría la campaña España 100% renovables entre 2007 y 2009. Nos atacaron y denostaron mucho, pero hoy tenemos una Ley y nadie puede discutir que Greenpeace ha tenido en ello un impacto real y protagonista”, asegura el hoy diputado de Unidas Podemos. A nivel internacional, recuerda especialmente el papel en la aprobación del Protocolo Antártico que protege ese continente, el Convenio de Basilea sobre residuos tóxicos o la prohibición de los CFC que dañaban la capa de ozono, gracias al Protocolo de Montreal.

“La Cumbre del Clima de Copenhague en 2009 supuso un salto cuantitativo. Hasta entonces nuestras acciones las sancionaban con detenciones que quedaban en multas, pero ahí hubo una represión inesperada, un giro que aún impacta en la ONG actualmente”, señala el que fue uno de los protagonistas de aquella acción al colarse en la cena de gala con otros activistas. Estuvo encarcelado tres semanas.

El prestigioso compositor y pianista italiano Ludovico Einaudi ha unido su voz, a través de la música, a la de los ocho millones de personas de todo el mundo que piden la protección del Ártico, con la interpretación de una pieza creada especialmente para la ocasión sobre una plataforma flotante en mitad de ese océano, frente al glaciar Wahlenbergbreen (en Svalbard, Noruega). Einaudi viajó al Ártico a bordo del barco de Greenpeace Arctic Sunrise. © Pedro Armestre / Greenpeace.

Al año siguiente sería sustituido por Mario Rodríguez, que aterrizó en Greenpeace España para ir a la primera gran Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (1992). Fue otra década determinante para el medioambiente: “Desespera la lentitud con la que se avanza. Hace 30 años nuestros postulados eran tachados de radicales y acientíficos, pero se van cumpliendo y la ciencia los ha ido confirmando en esos años. Importante fue que supimos adaptarnos rápidamente a las nuevas tecnologías, a las redes sociales para difundir nuestros mensajes y aprender a colaborar con la ciencia”, señala Rodríguez, que dejó este año la dirección de la ONG, cargo que ocupa ahora la bióloga Eva Saldaña, que subraya: “Esto último nos costó mucho porque a los científicos no les gustaba que les relacionaran con nosotros, aunque en la organización había biólogos, físicos, economistas… Y también investigamos. Pero siempre estará en nuestro ADN ser incómodos y peleones”.

Si algo destacan los tres directores es el gran avance al comenzar a colaborar con otras ONG ambientales hasta consolidar el llamado grupo 5G o las Cinco Grandes, junto a Ecologistas en Acción, WWF España, SEO/BirdLife y Amigos de la Tierra. El objetivo: aunar fuerzas en momentos decisivos para cambiar el rumbo y poner el foco en el concepto de justicia social, tan ligada a la ambiental.

“Lo peor ha sido la criminalización, que se afianzó en España con la Ley Mordaza en 2015. Ya antes hubo acciones con una respuesta exagerada, como cuando la Armada embistió a una lancha nuestra en Lanzarote en una protesta contra Repsol a finales de 2014. Hirieron a un activista”, recuerda Rodríguez. En otra acción contra un barco que llevaba armas hacia Arabia Saudí, en 2018, pidieron tres años de cárcel para los participantes. Finalmente, no tendrán que ir a la cárcel porque la condena fue de un año. “Pero las denuncias siguen. Hasta 16 sentencias tengo en contra como director y aún con varios juicios pendientes”, señala el ex director. Bien es verdad que otras denuncias salieron de Greenpeace, como la paralización del emblemático Hotel Algarrobico, en Almería, cuyo cemento, sin embargo, aún sigue en pie y visible, 12 años después de que en una oscura noche decenas de activistas, en una de las acciones de la ONG que más personas ha implicado, trataran de ocultarlo a la vista para denunciar el desastre.

Con todo, si algo ha permitido que Greenpeace llegara hasta aquí es su total independencia económica. Esos millones de socios en todo el mundo que contribuyen mensualmente para que sigan las acciones arriesgadas y, a menudo, tan costosas como el juicio a petroleras (Shell) o los viajes a la Antártida y al Ártico. “Es verdad que el contexto ha cambiado mucho en los 18 años que llevo aquí”, explica la actual directora, Eva Saldaña. “Y lo que más me sorprende es cómo empresas y gobiernos se apropian del que era nuestro discurso, pero con mucho greenwashing detrás. En el fondo, se mantiene el mismo sistema obsoleto. Es el caso de la transición energética. No puede ser que el oligopolio energético se lleve miles de millones de esa transición a las renovables que tanto reclamamos”.

Pero además del discurso, se propaga su modus operandi, con jóvenes que participan en nuevas organizaciones, como Extinction Rebelion o Juventud por el Clima-Fridays For Future. “Nosotros seguimos en la calle, pero es fantástico que hayan surgido otros movimientos para maximizar el contagio por la emergencia climática. Nosotros seguimos teniendo nuestros barcos, nuestro apoyo social y los apoyamos totalmente. Hay muchos retos por delante”, asegura Saldaña.

Entre las cuentas ambientales pendientes, menciona la pérdida de biodiversidad por la agroindustria alimentaria o un tratado para los océanos que tenga como meta la protección del 30% de las aguas internacionales, lo que será una de las grandes campaña de Greenpeace en 2022. “En el fondo, todo va de lo mismo: rediseñar una economía basada en el producto por otra en los servicios”, insiste Saldaña.

Lo bueno es que los dos años de pandemia no han dañado su base social, sino que la han incrementado, algo en lo que creen que tuvo mucho que ver su rápida respuesta a un escenario pos-covid-19. “Esta pandemia”, concluye Saldaña, “ha afectado a las movilizaciones y acciones, ahora más controladas, pero estoy segura de que el movimiento climático se recuperará e irá a más porque en la lucha ambiental no hay marcha atrás, sólo hacia delante”.

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Comentarios

  • Jorge Suarez Revilla

    Por Jorge Suarez Revilla, el 30 diciembre 2021

    Justo homenaje a las MUJERES FUNDADORAS DE GREENPEACE. Socio nº 59

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