La magia de hacer música con instrumentos insólitos o utensilios reciclados

Los integrantes de Fetén Fetén.

Los integrantes del dúo Fetén Fetén.

El proyecto se llama Desinstrumentados’. Echó a andar hace cinco años de la mano de la periodista Silvia Melero y nos traslada a un mundo de posibilidades distintas de reciclaje. De reciclaje de canciones, de instrumentos raros y olvidados, y de utensilios de uso cotidiano, como una cazuela, una vieja aspiradora o un ladrillo, a los que se les puede sacar música, eco-música. Son des-instrumentos. Son nuevas ideas para un planeta de recuperación.

Frente al usar y tirar, y la novedad por la novedad, que un capitalismo inconsecuente nos inculcó como signos de estar a la moda y no dejar pasar el tren: Reciclarnos. Recrearnos. Reinventarnos. Lo más cool ha dejado de ser el pasar página rápido, el cambio por el cambio, para apostar por lo circular, el bucle, la imitación de la naturaleza, donde nada que ella genera sobra, está de más. Recuperar. Rescatar. Hasta sacar música.

Esta nueva actitud de reutilizar y reciclar puede trasladarse a muchos territorios de nuestra vida cotidiana; también al plano cultural. Es el sentido de ser de Desinstrumentados , un proyecto de la periodista Silvia Melero (colaboradora de El Asombrario), que echó a andar hace cinco años y que persigue la recuperación de instrumentos y canciones tradicionales, en desuso, y también el rescate de utensilios domésticos para transformarlos en imaginativos y asombrosos instrumentos musicales. Músicos profesionales pero insólitos, nada convencionales, que sacan música de una sartén, de una cuchara, de un ladrillo.

Desinstrumentados se ha materializado por el momento en forma de conciertos (los últimos han sido en las localidades madrileñas de Chapinería, Colmenarejo y Hoyo de Manzanares) y un cuento infantil; Silvia Melero también tiene en preparativos un corto y un largo documentales.

Piedra, palo, sartén, serrucho

Bajo el paraguas de Desinstrumentados hay gente tan valiosa como Begoña Olavide (pionera en recuperar el salterio, artista especializada en música arábigo-andalusí), Ana Alcaide (que toca la nyckelharpa o viola de teclas, instrumento tradicional sueco), la argentina Marina Sorín (virtuosa del phonofiddle, instrumento de cuerda que se toca con un arco y usa un reproductor de tipo fonógrafo como caja de voz) o el más conocido, Nacho Mastretta, que ha colaborado ampliamente con muchos otros desinstrumentados, tanto componiendo como acompañándoles en discos y sobre el escenario.

Tan interesantes y con tantas raíces como el burgalés Neonymus (Silverio Cavia), que ha investigado los sonidos musicales desde las cuevas prehistóricas, y que saca música que podemos calificar de pura magia de elementos de la naturaleza, como piedras, troncos, palos, huesos de animales… Busca así conectarnos con la esencia del ser humano y su fusión con la tierra.

O como el vibrante dúo andaluz Vibra-tó, Joaquín Sánchez y Miguel Guinea, que hace lo que llaman “el folclore del vertedero”, que obtienen sonidos a partir de mangueras, regaderas, escobas, recogedores, peines, embudos, latas de aceite, briks de leche, botellas de vidrio…

O el flautista catalán Xavi Lozano, al que se le encendió la luz con la muleta de su abuelo y, a partir de ahí, toca el ladrillo y la valla de obra como si fueran instrumentos de viento; hasta hace una versión de The Wall de Pink Floyd con un ladrillo y toca a los Beatles con un grifo. También con un bote vacío de champú o el tubo de una aspiradora estropeada. O los burgaleses Fetén Fetén –Diego Galaz y Jorge Arribas (que toca el vibrandoneón y ha sido miembro de los grupos La Musgaña y Celtas Cortos)–, que convierten en flautas los tubos de una silla de cámping o sacan armonías de un serrucho.

O la vallisoletana Vanesa Muela, que toca sartenes, con dedales y llaves antiguas. O el grupo familiar salmantino Mayalde, varias generaciones que llevan el ritmo en el cuerpo, toda una familia de juglares; rescatan los instrumentos que usaban nuestros antepasados en el mundo rural y recuperan tonadas tradicionales del folclore castellano tocando cazuelas, platos de café, conchas, cribas para el grano con garbanzos.

Del tetrabrik al theremin

En Desinstrumentados cabe desde la música que genera un tetrabrik de leche a la recuperación de instrumentos antiguos y desconocidos, como el phonofiddle o el theremin. “Son todas iniciativas artísticas muy serias, que nos conectan con la infancia, con el niño que tenemos dentro, con la capacidad de sorpresa, que nos sacan de las inercias, de lo que damos por sabido”, nos comenta Silvia Melero. “Un mundo de posibilidades, ritmos y armonías que tiene que ver con las alternativas, el terreno de lo posible, los valores, la cultura rural y urbana, el folclore, la imaginación, el sabor y sabor populares”.

Además, no sólo practican la recuperación de instrumentos o de utensilios desechados, sino también de tonadas y músicas tradicionales, algo que Silvia Melero considera de vital importancia para que no se pierda todo ese legado cultural. “Porque”, reflexiona, “si los mayores dejan de contar, y los jóvenes dejamos de preguntar…”. Upcycling en su más amplia y profunda versión.

Todo un concierto de serruchos, violines-trompeta, sartenes, tubas, contracubos, rabeles, trovas, ukelines, theremines, escobanjos, buzukis, gaitas-butano, chelo-latas, guitarras-maleta… Otra manera de defender la imaginación, los caminos alternativos, de concienciarnos de que no es basura todo lo que llamamos basura, que hasta un grifo desechado y una aspiradora estropeada pueden convertirse en increíbles y bellos instrumentos musicales de viento que nos hagan despegar de un mundo de convencionalismos y prejuicios.

ECOLEC se suma a ‘El Asombrario’ #SúmateAlReciclajeResponsable

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