¡Hagamos de Madrid un circo permanente para el turismo masivo!
Madrid se alquila. Se alquilan miles de pisos para turistas, se alquilan plazas y calles para mercadillos, se alquilan aceras para terrazas, se alquilan parques para eventos y hasta se podrá hacer negocio con el cauce del río Manzanares a su paso por la ciudad si sale adelante la propuesta municipal de hacer una ruta turística nocturna. Pondrán 61 focos, de los que 57 iluminarán el agua. Más de 35.000 firmas de vecinos y vecinas, científicos, ecologistas, personalidades del mundo cultural y políticos de la oposición han manifestado su absoluto rechazo a esta última propuesta que, según se destaca desde el ámbito de la ciencia, “es una barbaridad”, porque afectaría a cientos de especies de aves, insectos, peces y anfibios que habitan ese ecosistema fluvial urbano.
El proyecto piloto de iluminar toda la noche el agua, en el que se ha anunciado una inversión de 950.000 euros, busca, en palabras del concejal Borja Carabante, “embellecer la noche de Madrid, resaltar su patrimonio verde y arquitectónico y generar espectáculos de luz”. Y destacan en su nota de prensa: “El proyecto se realizará de manera compatible con los criterios de naturalización del tramo urbano del Manzanares, sin reducir las zonas con especies vegetales consolidadas ni aquellas en las que existe un desarrollo incipiente de especies que, en los próximos años, se afianzarán”. No se menciona a las especies de fauna silvestre que habitan entre esas plantas, aunque sí lo han hecho en sendos comunicados las organizaciones Ecologistas en Acción, que fue quien puso en marcha el proyecto para su exitosa renaturalización, y SEO/BirdLife.
Ante el inicio de las obras a finales de este mismo mes, tanto PSOE como Más Madrid han pedido explicaciones a la Corporación, así como los informes de impactos que suponen que deberían existir, pero de los que de momento no hay noticias. Cinco grupos ecologistas más (Arba, El Soto, Jarama Vivo, Grupo de Acción por el Medio Ambiente y Liberum) también han hecho público el documento de adjudicación de la obra, en abril, a una empresa con el presupuesto de un lote asignado a depuración de aguas del río, por lo que, en su opinión, es una ilegalidad dedicarlo a luces, además de que no corresponde la cifra adjudicada (665.000 euros) con la anunciada.
Por su parte, la Confederación Hidrográfica del Tajo, de quien depende el cauce, a preguntas de este medio responde que han autorizado poner esa iluminación “en el entorno de la presa número 6, sobre el cajero del río, a una cota superior a la inundable”. Añade que esta entidad solo tiene competencia “en la gestión y protección del dominio público hidráulico” y que analiza el impacto en el cauce, su desagüe, la zona inundable y de servidumbre o en las corrientes, pero que las especies que habitan ese cauce no son asunto suyo, sino de la consejería ambiental autonómica.
“Desde nuestro grupo hemos solicitado la información técnica pertinente porque no hemos recibido nada de un proyecto que no tiene ni pies ni cabeza porque nadie lo ha pedido y que pone de manifiesto que quieren convertir Madrid en un circo, ahora iluminando un río de noche con luces de colores”, ha señalado a este medio la concejala socialista Reyes Maroto. También Rita Maestre, de MM, ha calificado de “una horterada convertir el río en un centro comercial”.
Por otro lado, los argumentos científicos en contra de la iniciativa son muchos, como han señalado tanto expertos del Museo Nacional de Ciencias Naturales, que investigan impactos de la contaminación lumínica, como estudios publicados en importantes publicaciones internacionales que recomiendan no solo no iluminar el cauce para eventos con luces, sino evitar que en el entorno haya iluminación con mucha potencia. Incluso la Asociación Profesional de Diseñadores de Iluminación han recordado al alcalde que hay mejores zonas para espectáculos luminosos, sin causar daños ambientales, como de hecho ya lo han sido la fachada del Palacio Real o el patio del Matadero.
La idea de que la ciudad de Madrid, que ha visto incrementar el pasado año su número de turistas hasta los 10,5 millones de habitantes (14 millones en toda la Comunidad), sea un espacio dedicado al turismo, que vive de eventos varios está dando la vuelta a muchos barrios, donde proliferan a su vez las quejas de los habitantes, a medida que se degrada su bienestar, casi en cualquier área del interior de la M-30.
No sólo se trata solo del caso de convertir en un espectáculo lo que ya es un espacio atractivo por su propia naturaleza, como es el cauce de Madrid Río, sino utilizar los parques públicos para iniciativas privadas, como ocurre con los conciertos en Tierno Galván. Ya en el pasado los hubo en su auditorio al aire libre, pero ahora se repiten cada día en festivales que duran semanas y con los que cierran gran parte del recinto al vecindario de Arganzuela, que ya no puede pasear por su zona verde, tal como ha denunciado la Asociación Vecinal Delicias. De hecho, en Navidad ya tuvieron que soportar que este parque se convirtiera en la sede del evento Naturaleza encendida, a un coste de 13 euros la entrada. En otro parque, el Juan Carlos I, se instaló otro espectáculo de luces: Brilla Zoo.
Las quejas de las personas que habitan la ciudad se extienden a lugares tan emblemáticos como la Plaza de España, donde el feriódromo casi permanente que hay tras su reforma llena el lugar no sólo de ruido continuo y basura por doquier, sino también de malos olores ocasionados por los puestos de comidas que se instalan. “Es insoportable. No hay quien pase por ahí”, asegura Ángeles, una vecina que vive en las cercanías y antes utilizaba la plaza para descansar bajo los árboles que había. En otras plazas céntricas, como la de Ópera, es común ver puestos de mercaderías (casi todas provenientes de China) casi todo el año; o la de Callao, con eventos comerciales de empresas, fundaciones o incluso para promover el turismo en otras autonomías.
Al mismo tiempo, la gente pierde sus viviendas y éstas se convierten en pisos turísticos: el Ayuntamiento calcula que hay 13.500 y solo tiene legalizados 1.008, pero son cálculos por las páginas web. “Yo aquí tengo justo debajo de mi casa cinco, y un poco más allá, en lo que eran locales, otros tantos, pero no he visto a nadie venir a inspeccionar nada”, asegura Paco, un vecino de la calle de Las Naves, en Arganzuela. También las aceras se convierten en zonas de negocio, a cuenta del paso de peatones, que a menudo se encuentran con un espacio insuficiente para caminar: donde no hay terrazas (los hosteleros indican que son unas 4.500 mesas de bares y restaurantes, pero pueden ser más), hay monopatines de alquiler abandonados en medio del paso (sin que se sancione a las empresas, dado que es difícil probar que son responsables) o cada vez más motos que no son aparcadas en zonas habilitadas por falta de espacio para ello. Pasear por una acera del centro se convierte en una odisea. Con silla de ruedas o un cochecito de bebé, casi un imposible. “En algún sitio las tienen que dejar”, respondía un municipal al ser inquerido por una vecina que se quejaba por no poder pasar por la plaza de Jacinto Benavente con tanto vehículo fuera de la calzada.
Pero este circo destinado a promover el turismo también se vive en el asfalto: la última moda son los tuk-tuks, carricoches de origen asiático, que no tienen ninguna regulación municipal ni nacional, pese a que lo usan muchos visitantes para conocer ciudades como ésta, y la multiplicación de los contaminantes e híper-ruidosos buses turísticos de doble altura, que, en calles no muy anchas como Colegiata y Toledo, ocasionan no solo auténticos estruendos, sino enormes atascos.
Todo ello mientras la ciudadanía observa cómo sus parques se secan, sus árboles se mal-podan o, lo que es peor, se talan por enfermedad, pese a los 118 millones de euros anuales que se pagan para su mantenimiento a empresas como FFC o Valoriza, ésta última desde hace un año en manos del fondo de inversión estadounidense Morgan Stanley. “Si es que somos dos personas para cuidar 17 parques del distrito. Y si una se va de vacaciones o enferma, no se repone. ¿Cómo no se van a secar? Antes nos contrataba el Ayuntamiento, pero ahora es la empresa. Sólo para cuidar un parque hay cinco distintas, más que empleados. Ya le digo, yo no puedo tocar un árbol, porque depende de otra que a saber cuándo viene al que le toca”, denuncia una jardinera de la zona centro. “A este paso, van a venir a visitar una ciudad para emborracharse y ensuciar, para ir a conciertos y eventos masivos o para comprar en grandes centros comerciales”, asegura Ester, mientras en Lavapiés cuida de un alcorque florido que estaba vacío. “Nos quieren echar a todos del centro”, se queja.
De los restos de eventos que atraen turistas, que según Almeida “se convierten en el santo y seña de la ciudad”, saben mucho en el Mercado de Artesanía, estos días en el Paseo de Recoletos. “Los días de la Eurocopa y del concierto de Taylor Swift fueron terribles. Hubo asistentes que casi nos hunden las casetas subiéndose a saltar arriba y los olores a meados duraron días después de esas noches locas”, explica una de las artesanas.
En el Manzanares, los patos y las garzas que ya tuvieron que sufrir una mascletá con 307 kilos de pólvora en abril no sospechan lo que se les viene encima en la tranquilidad de sus noches. Para quienes prefieren ponerlas en valor, Ecologistas en Acción acaba de sacar una guía didáctica titulada El río Manzanares a su paso por Madrid, que pretende ser de gran utilidad para que especialmente los más jóvenes, pero también los adultos, aprendan su historia y su riqueza natural. Tal como está. Con su luz natural, sus atardeceres, su oscuridad…
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