Hidalgo Bayal y el placer de leer
El autor, Javier Morales, reivindica la figura y la escritura de Gonzalo Hidalgo Bayal como si de un clásico se tratara y se congratula de la suerte de todos esos lectores y lectoras que aún no le han descubierto. El escritor acaba de publicar su última novela ‘Sed de sal’
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¿Por qué leer los clásicos?, se preguntaba hace tiempo Italio Calvino. Entre las catorce definiciones que propone el escritor italiano de lo que serían los clásicos, hay una por la que siempre he sentido una especial predilección: “Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos”.
Es probable que a muchos de ustedes no les suene el nombre de Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950). O que sí les suene, pero que no hayan leído ninguna de sus obras. En ambos casos, considérense unos afortunados. El escritor extremeño acaba de publicar Sed de sal (Tusquets), una novela donde se destila lo mejor de su obra, una de las más singulares y de mayor calidad de la reciente narrativa en español.
Prosista exquisito, ensayista perspicaz (su análisis sobre la obra de Sánchez Ferlosio es ya una referencia para comprender la obra del Premio Cervantes 2004), Hidalgo Bayal vive en Plasencia (Cáceres), donde hasta su reciente jubilación ejercía como profesor de literatura en un instituto. Ajeno al ruido literario, publicó sus primeras obras en pequeñas editoriales (Editora Regional de Extremadura, Libros del Oeste, Calambur), hasta que hace pocos años Tusquets tuvo el acierto de “rescatar” (bonita palabra malversada por la actualidad económica) parte de su obra y de publicar sus nuevos trabajos. Pero como el propio narrador ha asegurado en alguna entrevista, Hidalgo Bayal no es un “escondido” al modo de Salinger (cuya retirada mediática, pienso yo, más ahora después de leer su biografía, no dejó de ser otra forma de exhibicionismo). Bayal siempre estuvo ahí, solo que los demás no lo sabían. Y creo que tampoco es que le importara mucho al escritor extremeño la ignorancia de entonces ni que le impresione ahora el merecido reconocimiento presente.
Por su gusto por la paradoja y el juego lingüístico, por la precisión y brillantez del estilo, por su raigambre centroeuropea, siempre he pensado en Hidalgo Bayal como el Bufalino español. Y sigo pensándolo después de leer Sed de sal. “Llamadme Travel”. Es el contundente inicio melvilliano de esta novela en la que Hidalgo Bayal regresa a Murania, el espacio imaginario donde se desarrollan buena parte de sus historias. Allí decide viajar Travel, el narrador, tras los pasos de un hispanista que en los años treinta recorrió la zona. Pero el viaje se trunca pronto porque a Travel lo detienen y lo acusan absurdamente de la desaparición de una joven. La Biblia, El Proceso, La odisea, las novelas negras de Edward Winter, Godard, Wells, son algunos de las homenajes literarios y cinematográficos de Sed de sal, donde abundan reflexiones en torno a la literatura, al cine y a la necesidad de contar historias. “He llegado a formular una teoría según la cual en los momentos difíciles, en los trances dolorosos, la gente (yo, al menos: no podéis imaginar cómo aborrezco a los portavoces de la humanidad) sólo tiene dos fuentes de las que sacar material de consuelo (o desconsuelo, que eso depende de las secuelas del carácter o de la propia ciclotimia): la experiencia y la ficción”, reflexiona Travel.
Contada desde una matizada frialdad narrativa marca de la casa (no olvidemos que la primera obra publicada de Bayal fue el poemario Certidumbre de invierno), con una ironía no exenta de melancolía, el escritor extremeño indaga en Sed de sal en el origen del mal y en los motivos que llevan a un criminal a delinquir. Impagable la reflexión que hace Noé León, el peculiar jefe de policía, en torno a la sed de sal (pruebe a leer la frase al revés) de los delincuentes.
Decía que el tono narrativo era de una cierta distancia intelectual. Pero es solo aparente, porque al final de lo que nos habla el autor extremeño es de los temas de siempre, los que nutren el deseo de narrar, de la culpa y de la pérdida de la inocencia, del viaje a ninguna parte y de la necesidad de contarlo, de la infelicidad como condena.
Que nadie espere mensajes ni moralejas de esta novela de aliento cinematográfico que juega al despiste, pues como afirma Travel: “No sé, pues, si el cine es terapia, es ensoñación o es pedagogía”. Siempre es un placer leer a Hidalgo Bayal. Lea Sed de sal si quiere saber lo que es un clásico.
Comentarios
Por Dionisio García, el 20 abril 2022
Me parece increíble que se insista una y otra vez en que el título de la novela de G. Hidalgo Bayal es ‘Sed de sal’ cuando en realidad es, con obvio palíndromo, ‘La sed de sal’.