Una historia de agricultores, topillos y lechuzas… con final feliz

Los simpáticos topillos se convierten habitualmente en un problemón para los agricultores.

¿Recordáis la plaga de topillos campesinos que un mes tal como este, hace 16 años, el verano de 2007, arrasó con medio millón de hectáreas en Castilla y León, provocando la desolación entre miles de agricultores? Hoy en ‘Ventana Verde’ queremos recordar aquella historia y contar cómo tuvo un final feliz gracias a una iniciativa de control biológico de la ONG Grefa, que organizó recientemente una visita con periodistas de medio ambiente. Esta es la historia de la plaga de topillos y de cómo se consiguió mantenerlos a raya (no con venenos, medida que resultó desastrosa), sino favoreciendo las poblaciones de rapaces como las lechuzas y los cernícalos.

Grandes extensiones de regadío de monocultivo, en las que cada vez se ara menos y no hay lindes ni barreras vegetales, son el lugar perfecto para que surjan plagas. Amplias extensiones de hierba fresca de trigo, cebada o alfalfa, con ausencia de árboles y arbustos donde puedan criar aves, mamíferos y reptiles favorecen la explosión de plagas muy dañinas para la agricultura.

Un pequeño roedor de aspecto rechoncho al que le gusta vivir bajo tierra, que tiene orejas y cola corta y pelaje pardo amarillento, se reprodujo por miles y provocó una auténtica plaga en Castilla y León. Era el verano de 2007. Un verano devastador para los agricultores de la Meseta Norte, sobre todo en las provincias de Valladolid, Segovia, Palencia y Zamora. El roedor: el topillo campesino (Microtus arvalis), que arrasó nada menos que medio millón de hectáreas. El topillo pasó a conocerse como “el azote de Castilla”.

Para intentar eliminarlo se utilizaron venenos como la bromadiolona, un rodenticida. Pero no acabó con la plaga y además murieron envenenados liebres, perdices, palomas, avutardas, mochuelos, lechuzas, milanos, cernícalos, zorros y comadrejas. Estos últimos son precisamente los animales que son capaces de controlar una plaga como la de los topillos.

El veneno no funcionó y había contaminado la cadena alimentaria. Se intentó con fuego, quemando linderos, cunetas y vegetación de arroyos. Tampoco funcionó.

En 2009, la ONG Grefa comenzó a trabajar en plagas como el topillo con el control biológico, es decir, favoreciendo la presencia de depredadores naturales, como cernícalo vulgar, lechuza común y mochuelo europeo, que regularan las poblaciones de topillo… Y ¡eureka! Funcionó y el topillo redujo sus poblaciones.

Una hembra de topillo empieza a reproducirse con tan solo 22 días de vida. Si tiene abundancia de comida, como en los campos castellanos de cereales, y temperaturas suaves, como cada vez son más frecuentes con el cambio climático, puede reproducirse todo el año. Así, una topilla puede engendrar 35 crías en un solo año. Basta con multiplicar para que nos salgan cifras enormes… Vamos, toda una plaga.

Una lechuza común puede cazar hasta 900 topillos para alimentar a sus polluelos en los tres meses que dura la época de cría, y un cernícalo llega a capturar 700 topillos en el mismo periodo. Por eso podemos hablar de que son dos aves capaces de controlar las poblaciones de topillos.

2.700 cajas nido para rapaces

Para favorecer la presencia de estas aves, Grefa instaló en un primer momento 40 cajas nidos en Castilla y León, en postes de cinco metros de altura, y tal fue su éxito que ya cuentan con más de 2.700 cajas nido en ocho comunidades autónomas. Aquí puedes ver a un cernícalo con una cámara instalada en una de sus cajas nido: GREFA – Cámara en vivo. Nido de cernícalo vulgar

No solo han demostrado que las plagas se pueden combatir con depredadores naturales, en este caso aves rapaces, sino que han logrado que la Administración prohibiera el uso fitosanitario de los rodenticidas anticoagulantes en 2019 y del fuego en 2017 como medidas legales para combatir las plagas de topillos en medios agrarios.

Además, han reforestado linderos y baldíos, instalado refugios para otra fauna auxiliar como aves insectívoras y murciélagos, construido muros y escolleras de mampostería seca para favorecer el refugio a comadrejas y reptiles, e instalado charcas y recuperación de fuentes, abrevaderos y manantiales.

El siguiente paso es favorecer la diversidad de cultivos para que haya más fauna asociada, como comadrejas, turones, zorros, garzas o milanos, que también ayudan a controlar las plagas. Una mayor biodiversidad en los cultivos favorecerá además la presencia de polinizadores, claves en la agricultura.

Una lechuza común puede cazar hasta 900 topillos para alimentar a sus polluelos en los tres meses que dura la época de cría.

El ejemplo de Villalar de los Comuneros

Grefa cuenta con una finca demostrativa en Villalar de los Comuneros, Valladolid, donde los primeros resultados con diversidad de cultivos resultan alentadores, como pudimos comprobar en una visita organizada recientemente con la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA).

Como en muchos pueblos de España, a la salida, en una parcela sin aparente valor natural, comenzaron a acumularse montañas de basuras, desde escombros de obra hasta electrodomésticos o juguetes rotos. En Villalar de los Comuneros desecaron un antiguo humedal, llamado Las Pozas, en los años 50 del siglo XX y comenzaron a utilizarlo como vertedero municipal. Han sacado 20 camiones de escombros y el agua ha empezado a volver, y con ellas los anfibios, como el sapo común, sapo corredor o gallipato, depredadores naturales de insectos. Y a pesar de la sequía de este año, las charcas vuelven a tener agua.

Las parcelas de cultivos de cártamo, esparceta y guisante plantadas en la finca están rodeadas de vegetación local, como cardo, amapolas, girasoles, que crecen salvajes y son refugio de polinizadores. En la Unión Europea, el 84% de la agricultura depende de los polinizadores, y muchos de ellos son abejas solitarias.

El primer resultado preliminar que han constatado este año es que el pulgón no ha afectado a la parcela con guisante y vegetación asociada. Las bandas florales ayudan a tener mariquitas y otros depredadores de pulgón, que entran la finca y se refugian en la flores. La mariquita de siete puntos puede llegar a comer en estado larvario hasta 600 pulgones en un mes.

También están recuperando variedades tradicionales de frutales como pera rocha, pera comunista, pera cermeño, albaricoque bulida, melocotón viña, cereza corazón de pichón, cereza blanco rabo de toro, manzana pardo lindo, silba o nísperos. Y en la finca han podido observar hasta 20 géneros de abejas atraídas por las banda de flores sin desbrozar, intercaladas entre frutales.

Para favorecer la presencia de abejas silvestres y otros polinizadores, la gente de Grefa ha colocado una caja para polinizadores en el mismo poste de la caja nido de cernícalo. Unos vecinos que conviven muy bien. A cinco metros, cría el cernícalo y a un metro del suelo, los insectos.

Para combatir las plagas de insectos que atacan los frutales, también es una buena técnica la instalación de setos de especies autóctonas como rosas silvestres, zarzamoras o majuelos, que permiten la presencia de mariquitas y otros depredadores.

Frente a los plaguicidas químicos con graves impactos en la biodiversidad, el agua, los suelos y la salud humana, los depredadores naturales son los mejores aliados de la agricultura.

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