La historia del voto femenino llega a la novela gráfica

Clara Campoamor, gran impulsora del voto femenino en España.

Se sabe que el voto femenino se consiguió por primera vez en España durante la Segunda República. Se conocen los debates enconados en el Congreso de los Diputados entre Victoria Kent, proclive a la espera, y Clara Campoamor, fiel defensora del sufragio femenino, en el aquí y ahora de entonces. Algo más olvidado, silenciado, no escrito, es la historia que está detrás de esta consecución tan democrática como histórica. Las raíces del cambio, las manos que auparon el logro, salen ahora en forma de cómic. ‘Una mujer, un voto’ (Garbuix Books, 2021), guionizado por Alicia Palmer y dibujado por Montse Mazorriaga, nos adentra en la cuestión.

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Mari Luz también es Luz y también es Luz Lázaro. Es una metamorfosis que se produce a lo largo de esta historia, una madurez histórica al compás de la personal. La joven de provincias llega a la capital, donde los puntos cardinales parecen invertirse. La desorientación termina cuando empieza a trabajar como cigarrera en la Real Fábrica de Tabacos, lo que supone también el inicio de su vida y consciencia política.

El bisabuelo y el abuelo de Alicia Palmer, que es guionista y crítica de cómics, pasaron entre las paredes de esta Tabacalera, aún en pie aunque con un uso marcadamente social en la madrileña y céntrica zona de Embajadores. Su historia personal se entrelaza, de esta forma, con la de la protagonista de la novela gráfica, quien enfrenta algunos debates ligados a la mujer y el rol que la sociedad le imponía, e impone. “Ella se encuentra con que el embarazo le puede cambiar la vida, y ve la realidad de las mujeres casadas en esa época. Al fin y al cabo, casarse era una forma de perder todos los derechos”, reflexiona la autora. Por eso, una conferencia de Campoamor titulada Antes de que te cases y pronunciada de forma original en la Academia de Jurisprudencia en 1928 se convierte en la piedra de toque para la protagonista del libro.

La monografía es la historia de una vida con muchas otras vidas dentro. De forma acertada e inteligente, Palmer consigue una simetría entre el nacimiento de la Segunda República, que pronto propiciaría el voto para la mujer, con el nacimiento de la hija de Mari Luz. Lo mismo ocurre con la decepción que supone para muchas personas de aquel tiempo este mismo hecho histórico que, de forma paralela, se representa en la tristeza que inunda al padre de la criatura al enterarse de que el bebé es una mujer y no un varón.

Mari Luz es una mujer de su época, y de las más adelantadas. El embarazo supone una importante diatriba para ella y sus expectativas de futuro. “Cuando tiene la hija, ella ya se había adentrado en la política de la mano de otras compañeras sindicalistas y cigarreras, pero no contaba con la imposición de casarse. Se plantea el aborto, aunque después se echa para atrás”, comenta Palmer.

La revuelta de las cigarreras

Todo ello está intrincado con los sucesos históricos que acompañaron a la sociedad española durante los primeros momentos del advenimiento republicano. La figura de Clara Campoamor, cómo no, es clave: “En esa época, además de los abortos, también se daban muchos infanticidios por la presión que suponía para las madres solteras tener un hijo o que ese hijo hubiera nacido fuera del matrimonio. Por eso, Campoamor también lucha por el reconocimiento de los hijos naturales, es decir, la paternidad de los mismos, y el divorcio”, completa la guionista de la obra.

La publicación está repleta de simbología que llega a ser determinante para introducirse en la historia. Así, las cigarreras como nuestra Mari Luz se revolvieron por sus derechos. La inmensa mayoría eran mujeres y, entre otras cosas, lograron que se les permitiera acudir al puesto de trabajo con sus bebés, aunque esto producía importantes enfermedades provocadas por los polvos de la nicotina a los más pequeños. Según Palmer, “se suponía que ellas tenían las manos más hábiles para ese trabajo, así que se aprovechaban de las mujeres que necesitaban algunos ingresos porque pensaban que no reclamarían mucho más, aunque al final se encontraron con un movimiento solidario entre mujeres, la sororidad”.

La historia personal de la autora toca de lleno a la Tabacalera. Así lo cuenta la propia Palmer: “Tengo un documento que acredita la depuración franquista que sufrió mi abuelo, sellado el Año de la Victoria, como ellos lo llaman. Le dicen que le despiden de su trabajo y continúan con su propia retórica cuando también le notifican que le embargan todo el dinero del enemigo. Todo eso por haber militado en UGT”.

Clara Campoamor y la derecha

La documentación utilizada durante la confección de la obra es muy abundante. “Cuando fui a la Biblioteca Nacional para documentarme, me volví loca de todo lo que me encontré. Centenares de recortes de prensa, vídeos del No-Do, muchísima documentación gráfica. Podría haber llenado todo el guion de recortes de periódico, pero era imposible introducir todo lo que quería desde el principio, así que muchas historias sí que están construidas a partir de esta documentación”, explica Palmer.

Ella misma recalca la postura histórica de Campoamor tras haberse empapado de sus obras. “A veces he visto que la querían reivindicar como una persona liberal, y me ha hecho gracia. Yo he rescatado de sus escritos que se reivindica como una persona de izquierdas”, dice la guionista. Y así se recoge en el mismo libro, pues incluye una carta que la diputada escribe a Alejandro Lerroux en la que tacha de anticonstitucionales a los partidos de la derecha”.

Esta misiva, como todo lo enunciado en la publicación por Campoamor, se ajusta exactamente a lo que la diputada dijo y defendió en su momento. No sucede lo mismo con otros personajes, en los que Palmer se ha dado ciertas licencias, acepta: “Elisa Soriano, una doctora muy respetada en tiempos de la República, también aparece en el libro hablando sobre el aborto y posicionándose a favor de él. Fue un personaje real pero realmente yo desconozco su postura sobre este tema”, ejemplifica la escritora.

De esta forma, una nueva publicación viene a completar ese gran hueco de silencio, de olvido, de vilipendio que ha sufrido la genealogía feminista a nivel histórico. “Yo creo que puede suscitar mucho interés esta historia, contada de esta forma; y a nivel del profesorado también es un cómic muy útil”, puntualiza Palmer. Y es que la obra está perfectamente lograda entre el texto y el dibujo, este último a manos de Montse Mazorriaga. Su trazo fino, que baila en una adecuada escala de grises, minimalista si se quiere, consigue captar las expresiones en cada una de las partes de la trama. Una trama que es la de todos, y todas. Una trama que ahora tiene forma de novela gráfica.

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