‘Hombres puros’ que niegan el entierro a un homosexual

El escritor Mohamed Mbougar Saar.

Hombres puros‘ es una novela sobre las devastadoras consecuencias de la homofobia en un país como el del autor. Mohamed Mbougar Saar, originario de Senegal, afincado en Francia, premio Goncourt 2021, construye un estremecedor relato a partir de la investigación sobre un vídeo que se ha hecho viral en redes y que muestra las tremendas imágenes de un homosexual que es sacado de su tumba por una turba de integristas religiosos, es arrastrado, desnudado y abandonado. Un hombre sin derecho a ser enterrado por su condición, que sólo encontrará la paz entre las manos de su madre, que lo enterrará en el jardín de su casa transfigurado en un piadoso útero materno. Hoy sigue habiendo muchos ‘jesucristos’ torturados, humillados y crucificados por radicalismos religiosos que despojan de cualquier atisbo de ética a sociedades enteras.

Cuando una novela es tan salvajemente necesaria como lo es Hombres puros, quien lee y quien escribe intuye que poco más se puede decir sobre ella. Sin embargo, esta novela se convierte en un eco ininterrumpido que trasciende como lo hace el vídeo que da lugar a la acción de esta historia. Una historia que demuestra que a veces las casualidades provocan más daño en una vida que el estallido de una bomba nuclear. Mohamed Mbougar Saar ha escrito una novela inmensa, con un texto lleno de lirismo y de brutalidad. Les prometo que esta novela no les dejará indiferentes, sus párrafos se colaran en su rutina con una fuerza imparable, tendrán que restregarse muchas veces los ojos para que esta historia no se quede para siempre pegada en su mirada. Es nuestro ‘hombre del mes’

Hombres puros es una novela que mezcla la modernidad con lo ancestral, dos caras que en el fondo se parecen más de lo que podríamos imaginar. Que habla sobre el consentimiento, sobre las mil caras de la violencia con que a diario y por tantas y tan distintas razones es golpeado el mundo y quienes habitamos en él. Hombres puros, como decía al comienzo de esta reflexión, es una novela salvaje, pero lo es sin necesidad de ser escandalosa.

Cuenta la historia de Ndéne Gueye, un profesor universitario que ve cómo su vida es catapultada hacia el abismo después de que su novia le haga una pregunta en apariencia inofensiva. Una pregunta que acabará siendo un sepulcro en el que será enterrado vivo. En el vídeo, las imágenes de un homosexual que es sacado de su tumba por una turba de integristas religiosos regidos por la aberrante ley de la Sharía, es arrastrado, desnudado y abandonado. Un hombre sin derecho a ser enterrado por su condición, que sólo encontrará la paz entre las manos de su madre, una madre que lo enterrará en el jardín de su casa transfigurado en un piadoso y doliente útero materno.

Las imágenes que narra el autor son estremecedoras, se quedan clavadas en la memoria como alfileres con la punta ardiendo. Mbougarr Saar no escatima en exactitud. No escatima al escoger la distribución de la ira y de la honestidad que guiará los pasos de su protagonista.

Un hombre que abre los ojos al mundo a través de la mirada de un hombre asesinado y de su madre:

“No fui capaz de mirarla más de unos segundos seguidos. Cada vez que cruzábamos miradas, el dolor que veía me resultaba insoportable. No solo había dejado huella en sus ojos, sino también en cada rasgo de su rostro, en cada expresión, en cada gesto de su cuerpo. Antes de verla allí, en su cama, en aquel dormitorio miserable y vacío, nunca habría creído que un cuerpo humano pudiese llevar encima, como si de un hábito negro se tratase, tanto dolor. Bastaba verla para comprender que sufría la pena más sagrada que existe. Solo un muerto sabe abrazar a otro muerto”

Un hombre linchado, un hombre que cae en manos de la violencia más atroz, porque a veces los rumores construyen veloces penas de muerte.

Mentiría si dijera que no me he enamorado de esta novela, pese a que es una novela durísima de atroces evidencias. Una novela que contradice a Marx, porque la religión no es el opio del pueblo, sino el alimento que pudre su razón.

Hay páginas perturbadoras en Hombres puros, perturbadoras por la violencia que albergan, pero también por la belleza expansiva que mece esta novela. Los personajes que la habitan son dueños de una verdad avasalladora, no hay ni un solo atisbo de impostura en ninguno de ellos. Todos son rutilantes actores interpretando una brutal tragedia. No es fácil mantener la compostura mientras te sumerges en su trama, pero es tremendamente sencillo querer que el corazón y el alma se enreden en su brillante y lúcido cuerpo. La reconversión de su protagonista es un paseo cada vez más complicado, más extremo y al mismo tiempo cada vez más cerca de la ternura, de la comprensión, de la hibridación y del deseo de no aceptar aquellas actitudes que corrompen el progreso emocional, humano y humanista del mundo.

Mbougar Saar se expone de manera deliberada escribiendo esta historia, desafiando aquello que podría llevarle a un cuestionamiento idéntico al que es sometido el personaje principal de Hombres puros. Ndéne Gueye es cuestionado, señalado y perseguido, porque decide desoír el mandato del gobierno de su país hablando de Verlaine y de su poesía, y Mbougar Saar lo estaría si regresase a su país de origen, Senegal, al escribir esta novela que es mucho más que una declaración de intenciones.

Hombres puros es una novela valiente que parte del escepticismo, de la indiferencia y de la comodidad de su protagonista para acabar convertida en un canto a la libertad, pero con radiantes y valiosísimas nuevas estrofas y sin esos estribillos que tienen siempre la perversa manía de nombrar a cualquier dios.

Pero también he de decirles que Hombres puros no es una novela pluscuamperfecta, que deben estar preparados para digerir que en ocasiones el autor se pierde en reflexiones que a mí me parecen flojas, muy alejadas de lo que necesita esta novela, demasiado infantiles, demasiado previsibles, con tintes de berrinche intelectualoide y con un exceso de escena sexuales con las que el autor parece querer alejarse de la estigmatización.

Sin embargo, pese a ese bache provocado por el ego y el miedo de su autor, el trabajo emocional de esta novela es imponente y tremendamente significativo. Se percibe en ella un destello de novísima esperanza creciendo en el cuerpo de sus protagonistas (sobre todo en el de Angela Green-Diop), aunque el final de la novela sea un golpe seco, oscuro y helado para quien lee. En esta historia no hay cabida para David. Goliat está aún muy lejos de su puntería y tardará en acercarse hasta él y, lo que es peor, tardará aún mucho tiempo en caer y será defendido por demasiadas generaciones.

Léanla y regálenla porque la sexualidad de un ser humano jamás debe llevar implícita una pena de muerte y en países como el que se analiza y recrea en esta historia hay hombres y mujeres perseguidos por ella. Hombres y mujeres a los que se les niega el eterno descanso en pos del fanatismo más atroz. Hagan que sus hijos e hijas la lean, porque el respeto es un bien que solo se alcanza desde la inteligencia, la cultura y la educación.

‘Hombres puros’. Mohamed Mbougar Saar. Traducción de Rubén Martín Giráldez. Anagrama. 190 páginas.

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