¿Homosexual, gay, puto? Una ‘muxe’ indígena frente al heteropatriarcado blanco
La disidencia política indígena de la poeta ‘muxe’ Elvis Guerra (Oaxaca, México, 1993) frente a las trampas del heteropatriarcado blanco. Su poemario ‘Ramonera’ –en versión bilingüe: español y zapoteco– acaba de publicarse en Letraversal. Su editor, el poeta Ángelo Néstore, escribe aquí todo lo que supone ser una ‘muxe’, alguien que nace con genitales masculinos, pero renuncia a su potencial poder simbólico para abrazar lo femenino y que incluso escapa al imaginario LGBT+ occidental.
Toda crisis, también el coronavirus, pone de manifiesto cómo el lenguaje es un espejo de los mecanismos del poder. Por tanto, en estos meses, no es raro asistir a una sobreproducción de textos (y hasta libros) con mensajes superficiales que responden a una llamada oportunista y de postureo social y cultural, donde también la poesía se convierte en un ultraprocesado cursi de fácil digestión para que podamos dormir pensando que, en realidad, algo bueno estaremos haciendo desde nuestras casas. “Enviar”. “Me gusta”. Sin embargo, creo que una de las funciones de la poesía, ahora más que nunca, es la de actuar como herramienta de resistencia y de reflexión.
Quizá se nos olvida que, en tiempos de pandemias, la vulnerabilidad amenaza no solo aquellos cuerpos que ya la habitan por no formar parte del relato hegemónico sino que se vuelve un peligro global que, por un lado, enseña los dientes a esos privilegios primermundistas y, por otro, arrastra hacia el abismo a las vidas que ya habíamos condenado a la fragilidad: #QuédateEnCasa (si tienes una), asiste a un #ConciertoEnTuSofá (si puedes permitirte internet o un móvil) o, peor, #LávateLasManos (si dispones de agua potable) y un largo etcétera que, en la mayoría de los casos, me ve como opresor más que como oprimido.
El coronavirus no es más que otra crisis capaz de visibilizar lo sagrado que puede llegar a forjarse un cuerpo frente a otro y cómo la narrativa dominante, occidental y blanca, por supuesto, articula discursos políticos, sociales, culturales y médicos con la finalidad de preservar su existencia y mantener o incrementar su capital simbólico frente a otras identidades a las que se le asigna una posición social inferior, a pesar de librar una lucha emancipadora que, en algunos casos, se cuela en posiciones aparentemente liberadoras.
Ahora, en el momento en el que nuestros cuerpos corren un riesgo, es más importante hablar de los que son (y siempre han sido) los más vulnerables. Por eso, hoy quiero hablar de lo indígena, viajar hasta el Sureste mexicano, en concreto, hasta Oaxaca, en la región zapoteca del Istmo de Tehuantepec, donde el binarismo de género parece ponerse bizco frente a las muxes (pronunciado mushes), personas que nacen con genitales masculinos, pero que renuncian a su potencial poder simbólico para abrazar lo femenino.
Muxe es la reinterpretación en zapoteco de la palabra mujer y su origen se remonta al siglo XVI. En este sentido, cobra especial relevancia el hecho de que este concepto queer per se se desliga totalmente del imaginario blanco y occidental y, por supuesto, tampoco está presente en el colectivo LGBT+. La existencia y la aparente aceptación social, desde la época precolombina, en la comunidad indígena zapoteca de las muxes, a menudo llamadas “tercer género”, podría leerse como un jaque mate al sistema patriarcal, una suerte de manantial de agua dulce en medio de un desierto transfronterizo y machista.
Nada más lejos de la realidad. A pesar de estar socialmente aceptadas, las muxes tienen un papel definido que, evidentemente, está relacionado con el ámbito doméstico y del cuidado. Solo en estos contextos se les aprecia y se les otorga un valor social. Así que los fuegos artificiales y el marketing que se ha trazado alrededor de ellas, ensalzando y encomiando sus virtudes, acaba siendo una capa oscura que oprime a este colectivo relegándolo a una postura subalterna respecto al sujeto macho heterosexual.
Nadie hace nada cuando, a partir de la adolescencia, no pueden seguir estudiando porque la elección de su ropa cuestiona unos roles de género que no parecen ser compatibles con el acceso al conocimiento formal y a su consecuente empoderamiento económico y simbólico. Nadie hace nada cuando se les explota o se les mata. Como afirma Elvis Guerra, poeta y activista muxe, “hablar del muxe es cuestionar, cuestionarse sobre dicha palabra que va más allá de un vocablo, cuyo significado más próximo es homosexual, gay, puto”. Y mientras hoy en Occidente blanqueamos nuestra tolerancia alabando el trabajo de limpiadores, repartidores, camioneros, cajeros, barrenderos para luego olvidarnos de ellos cuando todo esto pase, Guerra dedica su vida resignificando el trabajo de artesanas, prostitutas, artistas, creadoras y de todas aquellas personas a las que se les ha cerrado la puerta de una educación formal. Sus poemas lanzan mensajes-dardos como este:
***
“Me quise desnuda, hueca, / desvirgada en un catre, / sin honor ni flores a mis pies.
Me quise envuelta en un vestido roto. / Me quise perra, jota, h, pero nunca muda.
Me quise lejos del sol.
Me quise sucia en una iglesia / donde yo misma era mi Dios, me quise sin pena,
me quise cuando mi padre me corrió de casa, cuando nadie supo defenderme,
cuando mis amigos estaban ciegos / y mis hermanos eran mancos.
Me quise en todas las bodas que bailé, / aunque ninguna fuera mía.
Me quise cuando mi amante / me negaba frente a su esposa.
Me quise cuando me llamaba Carolina, cuando quería ser cantante, / me quise para no odiar a nadie.
Me quise cuando tenía seis años / y me obligaron a jugar fútbol.
Me quise cuando me acostaba / con un viejo de cincuenta y ocho años.
Me quise cuando me daba asco / besar a un hombre que me pagaba la escuela.
Me quise bajando de un coche que no era mío”.
***
Porque cuando la significación política de un cuerpo se convierte en lucha de clase o en disidencia, la hegemonía se orienta al mantenimiento de su estructura de poder. Así, enseña su músculo para validar el mismo relato de siempre, dejar unas vidas fuera, echarlas y, a la vez, acogerlas bajo unos mecanismos de control, como unos parásitos, como un virus. Por eso necesitamos que la poesía sea un acto de resistencia política. Por eso necesitamos escuchar la voz de Elvis Guerra.
“Muxe’ es un salto a la boca del abismo. / Muxe’ es una sonrisa siempre deslumbrante. / Muxe’ es una indígena que se sueña princesa. / Muxe’ es un cuerpo de hombre con voz de mujer. / Muxe’ es una burla en la escuela, / una carcajada en la calle, / un payaso para todos / Muxe’ es un universo poblado de hombres. / Muxe’ es estar desnudo en una calle llena de miradas. / Muxe es un sí a todo y a todos. / Muxe’ es retar al otro, / al que odia, al que nunca supo amar”.
(…)
“Muxe’ es soñar que te casas con un hombre / Muxe’ es llegar al altar del brazo del padre que no supo quererte. / Muxe’ es el que fue golpeado por sus hermanos. / Muxe’ es el niño que juega una muñeca de palo. / Muxe’ es la vestida que llega a una fiesta. / Muxe’ es una flor en la boca. / Muxe’ es despertar erecto con una minifalda”.
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