¡Huye de los anuncios! Guía de consumo responsable y saludable para tu cuerpo y tu casa
En junio entrevistamos a la periodista Brenda Chávez, autora del libro ‘Tu consumo puede cambiar el mundo’ (Península). Nos quedamos con ganas de más, y hoy volvemos a escudriñar en su inagotable libro, inagotable de recursos para cambiar nuestra forma de consumir y hacerla más amigable con nosotros y con nuestro planeta, con la salud de todos. Así que aquí volvemos con Brenda Chávez, para comenzar el nuevo curso con una guía básica de datos, ideas y alternativas por las 3C: Consumo Con Consciencia; más ético, responsable y colorista, porque las multinacionales están pintando de gris la Tierra.
Alimentación. Crueldad animal y aditivos muy peligrosos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado de que en la actualidad el 80% de las enfermedades tienen su origen en una alimentación errónea y/o contaminada. Para colmo, un tercio de lo producido se tira. Y el refrán lo dice claro: “Somos lo que comemos”.
Uno de los lados más oscuros se refiere a cómo suele tratar la industria alimentaria a los animales: como meros objetos o mercancías de consumo en granjas calificadas de Farmageddon (de Armagedón, fin del mundo, y Farm, granja en inglés), por ser la mayor causa de crueldad animal mundial: dos tercios de los animales que se consumen se encierran con control de temperatura, luz y espacio. “Nos asustaría ver la cantidad de engordes artificiales, antibióticos, anticonceptivos que se les suministra, persistentes en su grasa y carne, que acaban en nuestra boca, junto con el sufrimiento de su vida, transporte y muerte”.
Otro aspecto para echarse a temblar que recoge Brenda Chávez con detenimiento y profusión de datos en su libro: Los E-, un sistema de números que clasifica los extras; algunos, muchos, son prescindibles y nocivos. Los E-200 son conservantes. Para muestra, un botón: El 90% de los americanos orinan propilparabeno (E-26) de tortitas, magdalenas, productos lácteos, carnes y vegetales; “es un posible disruptor endocrino y del esperma, que puede crear infertilidad femenina, reducir la testosterona o acelera el cáncer”.
Por otro lado, comprar en una gran superficie es un espejismo artificial de diez multinacionales con envases de colores, cartón o plásticos “que venden fundamentalmente procesados de soja, maíz o aceite de palma”, con estrategias totalmente abusivas para los agricultores, como subraya en el libro Gustavo Duch, de Soberanía Alimentaria.
Hay otras opciones, y Tu consumo puede cambiar el mundo supone un loable esfuerzo por explicar esas alternativas al “capitalismo cowboy”, como lo define su autora. Son los productos ecológicos, responsables o de comercio justo. “Un sistema alimentario humilde, cabal y fascinante que dignifica la comida devolviéndola a su lugar como fuente de salud y vida, empoderando los peldaños de sus cadenas de valor”. En EE UU, entre 2002 y 2011, el consumo de estos alimentos creció un 238%. Y ahí tenemos el ejemplo del movimiento Slow Food, que nació en Italia hace más de 25 años como reacción a la industrialización, homogeneización agrícola, gastronómica y el fast food, reivindicando el placer de comer, su importancia cultural, local y ambiental. Este movimiento ha inspirado las slow cities, slow fashion, slow beauty, slow travel y slow Life, “consistentes en adueñarnos del tiempo (el verdadero lujo) y los procesos naturales”.
La certificación de producción ecológica puede desterrar muchos tópicos. “El campo hoy puede aunar tradición, tecnología, fórmulas creativas y alianzas diversas”, opciones que llegan al mercado en marcas como Soria Natural, Vegetalia, Santiveri o El Granero Integral. Además, existe una nueva generación de comercios, muchos de barrio, tiendas comprometidas, con una oferta insospechadamente buena. “Antes de tirar por el pasillo eco del súper (menos redistributivo), indaguemos: hay directorios para localizar estas tiendas, como Ecototal.com y ecconex.com… (…), incluso redes sociales ecológicas como ekomind.com”. Y hay mercados fijos responsables, como El Huerto de Lucas, en Madrid.
En general, “se trata de priorizar alimentos naturales, frescos, locales, de temporada, artesanos, agroecológicos y de comercio justo, así como aceites de primera presión en frío; de favorecer los productos y comercios/mercados pequeños/medianos respetuosos, y la compra directa minimizando las grandes superficies y los productos de empresas con malas praxis y procesados, los transgénicos, las grasas trans, las sustancias potencialmente tóxicas, el exceso de azúcar/sal y la comida basura o fast food”. Todo esto es “invertir en salud, en bienestar personal y global”.
Moda. Las otras ‘fashion victims’. Si ante el armario, pensando qué nos ponemos, nos paráramos a pensar un poco, “nos quedaríamos atónitos del escaso glamour de un sector donde ética y estética a menudo no combinan”, escribe Chávez. “La deslocalización, la explotación (también infantil) y el maltrato animal son tendencia. Y hay millones de fashion victims más allá de los adictos a sus promesas de estilo, pues cultivo, producción y acabado conllevan abusos, altos costes hídricos, energéticos y contaminación, en una industria que mueve 1,3 billones de dólares (la mitad del PIB alemán)”. El 75% de las prendas proceden de Bangladesh, India, Turquía y China (solo de este país, un 40%). Un español compra 9 kilos anuales de ropa y España genera al año 376.000 toneladas de residuos textiles. Más de 12 millones de toneladas en el mundo se tiran con solo seis usos. Un enorme despilfarro.
Además, ante ese armario, pensando qué ponernos, nos puede llegar la imagen del derrumbamiento del Rana Plaza en Bangladesh, en abril de 2013, “que sepultó a 1.134 personas que trabajaban para firmas como Mango, Benetton, El Corte Inglés, Carrefour, Auchan, Primark…”, denuncia el libro. La campaña mundial Ropa Limpia llevaba allí ocho años intentando llegar a un acuerdo de dignificación de edificios y salarios. Les hicieron caso tarde. Bangladesh era el país con los salarios más bajos en esta industria (28 € al mes); tras la tragedia, el Gobierno subió el salario mínimo a 50 €, lejos de la reivindicación de 76 € y muy, muy lejos del cálculo de lo necesario para llevar una vida digna (242 €). Cuando compremos una camiseta por 5, 7,10 € pensemos lo que hay detrás; y que quizá pagando 20 € podemos hacer felices a mucha gente, y no solo a nosotros luciendo un nuevo trapito.
“Transitar hacia el consumo responsable en moda”, subraya Brenda Chávez, “implica relativizar la influencia de la maquinaria fashion: cribar, discernir y hacerse preguntas. Adquirir menos y mejor, piezas imperecederas que potencien nuestra identidad más allá de lo que nos dictan”. Marcar nuestra personalidad de una manera mucho mas ética.
“Al comprar conviene preguntarse acerca de sus posibles impactos (sociales, laborales, en animales, culturales, ambientales) para comprar menos, de calidad, ecoético, artesano o de pequeñas producciones locales y con buenas praxis. Apoyar las malas las cronifica”. Y un consejo más: “Organizar el armario dejando solo lo que uno de veras utiliza, le gusta y le favorece es el primer paso para gestionar mejor, consumir conscientemente y construir un armario cápsula eficiente”. En España, marcas como Sybilla, La Casita de Wendy, Baruc Corazón, Ecoalf, Up by Clara… han sido pioneras en otra manera de hacer las cosas. Para encontrar marcas realmente comprometidas con la moda ética se ha creado el directorio: “Cuidar la ropa, alargar su vida, reparar, donar o reciclar es vital para paliar su tremendo impacto”.
Belleza. Más hábitos sanos, menos cremas rejuvenecedoras. A veces creemos sentirnos libres y con un estilo propio por poder elegir en las estanterías de una tienda entre 40 marcas de cremas antiarrugas y entre 60 de perfumes. Gran error. Tres gigantes corporativos controlan nuestros aseos: Procter & Gamble (Hugo Boss, Wella, Escada, Gucci, Olay, Pantene, Herbal Essence, H&S, Gillette, Oral B); Unilever (Axe, Rexona, Lux, Sunsilk, Pond’s, Vasenol, Dove) y, sobre todo, L’Oreal (Lancôme, Armani, Biotherm, Garnier, Max Factor, Elvive, Elnett), que aunque posee firmas que le dan una imagen verde, como Kiehl’s o The Body Shop, deja mucho que desear en lo ético de sus prácticas, según señala el libro de Brenda Chávez. Junto a ellos, otros mastodontes como Johnson & Johnson, Revlon, Henkel (Licor del Polo, La Toja, Fa, Magno), que monopolizan gustos y mercados.
Brenda Chávez se detiene a menudo en su libro en lo que considera lavado de cara de las multinacionales, que puede abarcar desde hacerse los ecológicos hasta apoyar causas solidarias que enternecen al público. “Seamos beauty-cautos cuando Estée Lauder, P&G, L’Oreal, Unilever, Avon, Revlon o cualquier otro grupo declara colaborar en la lucha contra el cáncer (de mama sobre todo), mientras muchos expertos se echan las manos a la cabeza al ver las sustancias que emplean”. “La lucha contra el cáncer desde las corporaciones, las instituciones o asociaciones deja mucho que desear, se enfoca al diagnóstico y tratamiento, no a la prevención real, que tiene que ver con identificar sus causas y erradicarlas. El cáncer es 90% ambiental”, dice Carlos de Prada, naturalista y periodista ambiental.
La gente ha comenzado a plantearse que si cuida qué come debe cuidar también qué aporta a su piel. Y sí hay alternativas, “como Weleda, pionera sectorial por calidad, diversidad, trato justo, cuidado ambiental y espíritu asociativo”. O los laboratorios alemanes WALA o la firma familiar Armonía, o Eco-Eko, o Para Cosmetics, que nació de la desilusión de los empleados con una de las marcas ecológicas más famosas: Lush, o la firma Alqvimia.
“Sin duda, la mejor receta de belleza es la salud, a la que contribuyen los hábitos sanos, la alegría y la paz”. La piel es el espejo de nuestro interior, reacciona ante las emociones y vivencias. “Merecemos ofrecernos tiempo, reconciliarnos con su imagen real (no la que nos imponen) y potenciar su belleza natural y sencillez sin excesivos gastos. La belleza auténtica emana de la salud: alimentarse bien, dormir y descansar (física, emocional y psicológicamente) son gestos básicos de auto cuidado y la base del bienestar”.
Hogar. Atrapados en nuestras propias casas. Lejos de estar a salvo en los interiores de los inmuebles (donde pasamos gran parte de nuestro tiempo), muchos contaminantes son más elevados dentro que fuera. Y eso se deja bien claro en Tu consumo puede cambiar el mundo. Creemos que la contaminación viene de los tubos de escape, fábricas,…, pero la toxicidad dentro de un piso puede ser cien veces mayor, “debido a la multitud de productos innecesarios, aunque nos hagan creer lo contrario: limpieza, ambientadores, pinturas de textiles, aglomerados, pegamentos, PVC y un largo etcétera, que junto a la mala ventilación de algunos edificios llamados enfermos, sus cierres herméticos por eficiencia energética y la multitud de campos electromagnéticos los convierten en poco seguros”.
Reconozcámoslo. La principal trampa del sistema actual de viviendas en países como España ha sido el engaño que nos llevó a comprar pisos carísimos y endeudarnos de por vida, dentro de la llamada burbuja inmobiliaria. “El endeudamiento generalizado es un nuevo mecanismo de gobernabilidad social: si los ciudadanos se hipotecan durante 40 años, es más fácil que para cumplir acepten imposiciones del mercado laboral e incluso precariedad”.
La segunda trampa, la industrialización de la arquitectura, con resultados similares a la industrialización de la agricultura y la ganadería: muy poca calidad, a costa de decirnos que así llega para todos. “Con lo cara que es la arquitectura sorprende que no se piense en las necesidades de los usuarios, quienes pagan, la disfrutan o la sufren. A menudo es una herramienta de enriquecimiento y control en vez de un servicio. Nos engañan al hacer creer que nos beneficiamos. La desconexión con la naturaleza y el ser humano es intrínseca a esta pseudo-arquitectura casi siempre caótica, gritona y vacía”, señalan en el libro desde EcoHousing. Y el arquitecto Xavier Vilalta añade: “La arquitectura es esa pequeña capa terrestre que hacemos y deshacemos para habitar, que forma parte de un lugar concreto en un tiempo determinado. Si tiene en cuenta las condiciones locales y emplea la tecnología actual, podemos mejorar la conexión entre nosotros y el medio ambiente, viviendo saludable y equilibradamente. Cómo se planteen esta y el urbanismo define las relaciones sociales y económicas. Un edificio puede generar un cambio y dar oportunidades a las personas, o lo contrario. Esta es nuestra responsabilidad”. La arquitecta india Anupama Kundoo lo contaba bien en una entrevista en El Asombrario.
La limpieza de nuestras casas también está en manos de unas muy pocas multinacionales: Unilever tiene Cif, Domestos, Skip, Mimosín. Henkel controla Wipp Express, Vernel, Bicolor, Dixan, Neutrex, Estrella, Conejo. Y Procter & Gamble está detrás de Ariel, Fairy, Ambipur, Don Limpio… Una vez más, el espejismo de la diversidad, y de que nos ofrecen cosas distintas. En este otro hogar que buscamos se impone una sesión Détox para ahorrar dinero y evitar gran parte del thriller en que se han convertido muchas viviendas. Un simple jabón neutro natural vegetal sirve para baño, cocina, suelos, azulejos, madera, ropa, vajillas…; cubre el 90% de las necesidades. Por ejemplo, Jabones Beltrán, para ropa y hogar.
Sigamos, para empezar (y para terminar este artículo en torno a Tu consumo puede cambiar el mundo), unos cuantos principios básicos: Rehabilitar es siempre más sostenible que edificar. Pensemos en lo que puede ser la verdadera República Independiente de nuestra casa, y no nos dejemos convencer por la publicidad masiva que nos invade. La decoración y el diseño también pueden ser sanos y guilty-free. El consumo consciente prioriza lo local, artesano, ecológico y de comercio justo. Antes de adquirir, reutiliza y recicla materiales, muebles, etcétera, decantándote por lo versátil y multifuncional con larga vida, lo contrario de la cultura del usar y tirar, que ya no da más de sí, si queremos cuidarnos y cuidar el planeta.
En la web de la autora, puedes encontrar más ideas, así como guías on-line con propuestas, direcciones y alternativas eco en cada apartado:
Entrevista con Brenda Chávez en ‘El Asombrario’ con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, el pasado 5 de junio.
SIGNUS, COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
Comentarios
Por jlgandul, el 18 septiembre 2017
Hola, estoy de acuerdo en el 90% del artículo, pero quiero puntualizar. En cuanto a comerciales de alimentación. De todas las casas que nombras, me gustaría me digeses cuantas venden productos nacionales (con lo que potenciamos el km 0), no lo digo por localismo o nacionalismo. Soy consumidor de productos ecologicos (actualmente en Sevilla, pero tambien en otras provincias del norte)y me he visto con problemas para encontrar productos locales o cercanos. Y otro asunto en cuanto a productos frescos. La mayoría sin sabor alguno. Creo que se están instalando en la comodidad y con decir «eco» todo solucionado. En cuanto a la confección de prendas de vestir, hay que usar una lupa y luego a saber los hilos donde han sido producidos. Es mi opinión. Gracias y saludos.