Dos excelentes libros que dan voz a los excluidos, los marginados, los ninguneados
Algo poderoso me imponía hablar de dos libros editados a finales de 2021. Ese motivo era la importancia que tiene la voz de los excluidos, de los señalados, de los ninguneados o de los maltratados. Esa energía surgía como una justicia poética, como una urgencia vital y social. Esas voces están ahí, aunque algunos (yo diría que muchos) quieran silenciarlas. Escuchándolas entendemos, mucho mejor, situaciones que son un auténtico vía crucis. Esos libros son ‘Hermanito’, de Ibrahima Balde Amets y Arzallus Antia, y ‘Un país para morir’, de Abdelá Taia.
El primer libro del que quiero hablaros es Hermanito, la historia de cómo Ibrahima Balde llegó a Euskadi, a Europa desde Guinea. Escrito junto al periodista Amets Arzallus Antia, a quien Ibrahima conoció en la Red de acogida de Irún en la que colabora el vasco. El libro se publicó en 2019 en euskera, Miñán, y ya me llamó la atención en prensa por una entrevista en el diario gratuito 20 Minutos. El pasado octubre, la editorial barcelonesa Blackie Books editaba la traducción al español. El estilo de Hermanito es directo, sencillo, pero de gran hondura. La novela se inicia con sus recuerdos de niñez y luego prosigue con el periplo africano hasta llegar a Europa.
La travesía de Ibrahima cala, conmueve de una manera fulminante. Su familia, su hermano, su periplo: todos los aprendizajes de esa ruta infernal que le condujo a Europa. Nos atraviesan por dentro todas las situaciones que describe con una naturalidad pasmosa, pero sin regodearse en la tragedia. Lo que prevalece es la vida, querer salvar al otro, y de pronto, cuando eso ya no es posible, al menos salvarse a uno mismo. Contagia esa vitalidad que desprende, porque al final esa actitud vital de Ibrahima le hizo sobrevivir y escaparse de las mafias migratorias.
Su vitalidad le permitió resistir, pese a encontrarse en cierta inercia, en un punto de deriva personal. En su historia hay drama, un drama real de un superviviente. Aun siendo la historia de uno más, representa la historia de muchos, por ello necesita ser contado. Este libro cambiará la opinión a aquellos que tanto critican a los inmigrantes ilegales. Si por un casual lo leyeran –eso será lo difícil, claro está–, estoy convencido que provocaría un acercamiento, el brote de la empatía que el mundo necesita hacia los desfavorecidos. Porque no olvidemos que esos seres humanos huyen de la pobreza en busca de una vida mejor. Ibrahima se ha ganado a pulso el derecho a ser ciudadano europeo. Pero como él, muchos más que quieren vivir una vida (ya no sólo mejor) en otra parte, y contribuir a su lugar de residencia.
Por otro lado, la editorial madrileña Cabaret Voltaire editó el pasado noviembre Un país para morir, de Abdelá Taia, novela publicada originalmente en francés en 2015. Taia cuenta a través de esta ficción una historia de confesiones, de recuerdos de Marruecos, el país de origen, de la amistad en París entre una prostituta y un chapero trans que va a hacerse una operación de cambio de sexo. Expone el dolor en muchas formas, la angustia, los vertederos familiares, las agresiones, el tabú, lo salvaje y sobre todo los silencios. Es un revulsivo para entender esos vínculos ante la dureza de ciertas profesiones, de situaciones degradantes, pero poniendo el acento también en la falsedad del europeo respetuoso que esconde una insaciable máquina sexual.
Un país para morir contiene toda la destreza narrativa de Taia. Es una historia que nombra mundos, donde la palabra y la identidad se explayan. Conjuga la confesión, el recuerdo, el soliloquio. Primera y tercera persona transitan, cohabitan, se funden. Taia expone el drama con franqueza, sin amortiguar, y busca las conexiones, las líneas que se cruzan, las consecuencias que se activan y las derivas que surgen. Taia sobrecoge por su sensibilidad fina, pero también por la brutalidad tan real y tan subyugante.
Conviven anhelos, recuerdos, letanías, cruces de personas en tránsito, encuentros que toman su tiempo y buscan la cercanía, los sueños, las proyecciones idílicas, pero también aparece la vida y sus miserias, el tratamiento de los seres como objetos, la fortaleza para sobrevivir, el impulso vital ante la adversidad… Y Taia, ante cierta devastación, ilumina. Los discursos de esa gente señalada, ninguneada, por su pobreza, su miseria, o por ser los putos de Occidente, se exponen como una necesidad, una urgencia vital: voces a las que escuchar y tener muy en cuenta su historia, para aprender de ellos, para buscar la convivencia y para encontrarnos. Historias que nos cuestionan y nos interpelan, que nos hacen crecer en sociedad, y como sociedad.
Comentarios
Por Jose, el 06 febrero 2022
Ciertamente el libro Hermanito es conmovedor y muy fácil de leer. Lo leí en euskera en dos días, y no tardé en comprarle en castellano a mi mujer (ella es andaluza).
Indagaré el libro «Un país para morir»
Agradezco la reseña