Ignacio Peyró, ese inconfundible aire hispano-inglés

Ignacio Peyró en Londres. Foto: Rita Álvarez Tudela.

Ignacio Peyró (Madrid, 1980) acaba de concluir una etapa de varios años en Londres como director del Instituto Cervantes. En su obra escrita consta uno de los éxitos editoriales discretos pero sostenidos y contundentes –los que impactan de verdad– sobre Reino Unido: Pompa y circunstancia, un diccionario de la cultura británica de más de mil páginas publicado, curiosamente, antes de la etapa que ahora cierra. La fascinación venía de lejos, y, para contrastarla, la misma editorial que publicó el Diccionario –la exquisita Fórcola– nos sirve ahora una compilación de escritos reunidos bajo el título de ‘Un aire inglés. Ensayos hispano-británicos’.

Peyró es autor de una obra ecléctica y, al mismo tiempo, inconfundiblemente propia que incluye títulos como Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida (Libros del Asteroide, 2018), La vista desde aquí. Una conversación con Valentí Puig (Elba, 2017) y el primer tomo de sus diarios, el celebrado Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodistas (Libros del Asteroide, 2020). Como si fuera uno de los personajes históricos de su admirada Gran Bretaña en el Grand Tour, Peyró ha recalado en Roma, desde donde anticipa más literatura y más libros.

Vas a cerrar una etapa importante en Londres de varios años. Tu pasión inglesa viene de mucho antes, y de hecho ya habías publicado tu Diccionario antes de ir. ¿Se mantiene esa pasión tras tu paso por Inglaterra? ¿Ha cambiado algo? ¿Es Inglaterra lo que ya amabas?

Tendemos a olvidar, quizá atraídos por el imán de Londres, que Inglaterra en particular y Gran Bretaña en general es un país en verdad muy hermoso. Yo he tenido la oportunidad de recorrerlo más en profundidad: ojo, esto requiere de cierta voluntad, porque no ha habido ningún motivo laboral que me llevara, qué sé yo, a Amersham o Blackpool; era tiempo, claro, que salía de mi tiempo, y lo he hecho con gran gusto. Por tanto, sí: no solo me gusta Inglaterra tanto como antes, sino mucho más que antes. El Diccionario podría ampliarse de modo indefinido, pero hace ya mucho que he pensado que, salvo alguna entrada –para la India británica y algún otro tema muy menor– está muy bien así. Es curioso: hace años que no lo leo, pero me consta que se sigue leyendo y pronto habrá otra reimpresión. Pero las no pocas cosas que aún querría decir sobre Gran Bretaña ya no las diré en el diccionario, sino en diarios y algún otro libr0.

¿De dónde nace esa inclinación hacia lo inglés en tu vida? ¿A través de la literatura? ¿De su historia?

En la vida casi todo se puede llevar hasta la infancia, y quizá por eso mismo no haya que exagerar este dato. Sí creo que soy aún de una generación, o de un ambiente, criado en el mito anglófilo, y todo lo posterior tuvo mucho tanto de descubrimiento progresivo como de confirmación de una intuición. Muy en particular, del Reino Unido me atraían cuestiones que para mí son importantes y que ellos han sabido tradicionalmente resolver bien: la arquitectura y el paisaje –cómo habitar el mundo–, las instituciones y la política –como diálogo entre pasado y presente– y la literatura: el apego y la familiaridad con la palabra escrita.

Te ha tocado una etapa en la que se percibe un Reino Unido ensimismado, hasta el punto de salir de la UE con un discurso que suena algo rancio desde aquí. En el libro lo calificas de «desastre». ¿Qué significa para ti el Brexit?

Hay un pragmatismo que admiro en el no llorar, como aquí dirían, por la leche derramada. A cartografiar el Brexit podemos dedicar muchas energías intelectuales –yo mismo le he dedicado tiempo– y el tema es de enorme interés. Pero, junto a esa especulación, que no es solo sobre Gran Bretaña, sino sobre Europa y su futuro, ahora tenemos que asumir que el escenario es distinto y hacernos a él: de momento, que la implantación sea lo menos dañina y más ordenada posible, y parece estar siendo así.

Y en términos políticos, ¿qué opinas?

A los españoles, claro, que hemos tenido el proyecto europeo como norte y aspiración durante décadas, nos choca. Creo que hay que hacer el esfuerzo de humildad y comprensión de pensar que hay cuestiones que para el brexitero son importantes y que nosotros ni vemos: dicho de otra manera, que no es bueno caer en la caricatura. También hay brexiteros catedráticos, amantes del sushi o lectores de Cervantes. Al resto de miembros, claro, nos fastidia estar más solos: nuestra fraternidad no era de boquilla, Gran Bretaña aportaba y hay algo en la UE de un estupendo acostumbrarse los unos a los otros, de familiaridad y afecto. A la vez, paradójicamente, con el Brexit los vínculos puramente bilaterales cobran una importancia todavía superior a la que tenían.

Desde tu responsabilidad has sido testigo directo de la relación cultural hispano-británica. ¿Cómo está esa relación? La sensación que da desde fuera es que nosotros tenemos más interés en ellos que ellos en nosotros –y ahí están los índices de traducciones para atestiguarlo–. Más allá del turismo o la economía, ¿hay interés en el español?

Estamos viviendo unos años en que, de permanecer en los márgenes de la atención británica, el español gana interés: globalmente considerado, ya podemos decir con casi toda seguridad que nuestro idioma es el más estudiado del país. Hay un reconocimiento cada vez más acentuado de la importancia demográfica, cultural, comercial, etc., del mundo que habla español. Y puedo decirlo, porque lo conozco de primera mano, que en el mundo universitario no solo hay recambio para garantizar el futuro del hispanismo, sino gran talento y unos números que hace solo unos años nos hubieran parecido inalcanzables. Esto ya se va notando en el prestigio que debe acompañar a una cultura: pienso en el reposicionamiento del arte clásico español e iberoamericano. Sí: el español y lo español va a más. Y España como país es cada vez más conocido. Quiero decir que las nuevas generaciones han abandonado viejos clichés, y eso es muy grato verlo. Por supuesto, no hay que pedir a quien viene de turista a pasar unos días un extraordinario interés por la cultura local: ¡tampoco el español –o el chino– que va a Menorca unos días suele comprar libros de cultura talayótica…!

¿Y el caso concreto de las traducciones?
Las traducciones he terminado por pensar que no son un índice del todo exacto: los escritores británicos cubren literalmente todo el mundo –si quieren leer sobre España, leen a un hispanista suyo, pongamos–, y el mundo ofrece las más diversas voces en inglés, de Trinidad a la India pasando por Edimburgo.

¿Qué balance haces de tu tiempo allí como director del Cervantes?
En cuanto al Cervantes, estoy entusiasmado con el trabajo que hemos hecho: matrículas, proyección cultural, coordinación con la red, vínculos con instituciones, mirada iberoamericana, mejoras en la sede (de un auditorio a unos versos de Cernuda o frases de Pla en la biblioteca), desempeño en redes, calidad y cantidad en la programación, mejoras en la administración, como atestigua la norma ISO de gestión de calidad… En fin, es un trabajo que me enamora. Pero sin el excelente equipo humano cervantino, nada habría podido salir adelante.

¿Qué escritores, poetas o cineastas has descubierto estando allí y que recomendarías?

Curiosamente, lo que más he descubierto es una escuela teatral y unas programaciones musicales casi sin parangón. Y lo que más me ha admirado es el densísimo tejido cultural del país: museos, mundo académico, instituciones surgidas de la sociedad civil o con un papel limitado, aunque dinámico, del poder público. Este sí creo que único en el mundo.
Ahora vas a aterrizar en Roma, como si hicieras el Grand Tour de tantos de tus admirados. ¿Echarás de menos Inglaterra? ¿O tenías cierta necesidad de Mediterráneo tras varios años allí?

La distancia embellecerá lo que ya era bonito, pero por suerte Gran Bretaña está cerca. Y lo que la vida pide es futuro, más aún cuando hablamos de hacer un trabajo que me entusiasma en un país que no por nada es llamado “bel paese”.

Te imagino como un asiduo a las fiestas de Jepp Gambardella en ‘La gran belleza’. ¿Qué planes literarios tienes en Roma?

Seguir leyendo y escribiendo cuanto pueda y prestar especial atención al vínculo hispano-italiano: ¡en Roma estuvieron Velázquez y Cervantes!

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