Inés Basterra, la influencer de comer sano y rico sin aburrirte
En nuestra serie de ‘influencers con sustancia’ hemos atendido las matemáticas, el arte, los animales, la botica, las flores… Hoy traemos a Inés Basterra, toda una experta en cocinar rico, fácil y sano, sin caer en un letal aburrimiento. “La coliflor está muy infravalorada”. Es una de las claves que nos da. ¿Fan de qué? “Del huevo”. ¿Algo que se le resista? “Las ostras”. Vamos, que la entrevista es bien nutritiva… y divertida.
¿Se pueden comer donuts sin que la culpa te atenace el estómago? Sí, se puede. Estos roscos deliciosos, calóricos y adictivos tienen su correspondiente alternativa saludable ajena a las porquerías contaminantes que suelen contener los llamados productos procesados. Prueba a cocinarlos con manzana, harina de avena, huevos, levadura y… ¡al horno! Tan sanos son los ingredientes que, una vez dorados, se sumergen en un baño de chocolate espeso, por una o ambas caras, sin perder la inocencia.
Una feliz noticia para los golosos que, como Oscar Wilde, pueden resistirlo todo salvo las tentaciones. No hay nada más embaucador para un goloso premium que un donuts de chocolate. Lo hemos aprendido repasando las redes de Inés Basterra e Instagram, donde casi millón y medio de seguidores y seguidoras aprenden a elaborar fiambre de pollo, pan en sartén, bizcocho sin gluten, helado de chocolate, cremas de verduras que no aburren, tarta de sandía, una gran variedad de panqueques y muchos entrantes o platos principales cuya producción no nos complica la vida, que bastante liada nos acecha también lejos de los fogones.
Charlamos con Inés Basterra y difundimos su mensaje con el mismo placer que una buena noticia: saludable no siempre es sinónimo aburrido. Le comento que igual para dar el salto a la cocina sana bastaba con volver a las buenas costumbres de aquellos tiempos en los que apenas existía la llamada comida basura. “Efectivamente”, me responde al instante.
Tampoco se trata de comer todos los días esos platos tan fotogénicos.
Por supuesto que no. Un pollo al horno o un guiso con garbanzos lo puede cocinar cualquiera. Siempre digo que me dedico a dar ideas que sirvan de inspiración, que animen a comer más sano de forma divertida, pero que son perfectamente incorporables al día a día. Un simple toque puede cambiar por completo cualquier receta, por corriente que nos parezca.
Aprendiste a cocinar jugando, supervisada por tu abuela, y no has perdido ese sentido lúdico en los fogones.
(Risas). Parece que siempre hay una abuela en las cocinas familiares, haciendo bizcochos. Pero de verdad que la mía era especial. Era una abuela muy joven a la vez que muy abuela. Un auténtico terremoto. Imagínate que le llamábamos corricolari, que es como alguien que siempre viene y va a toda velocidad. Mi abuela era una auténtica guindilla. Mitad francesa, mitad española, cocinaba con influencias gastronómicas de ambos países. Conservo todavía su cuaderno de recetas escrito a mano y casi todo en francés. Está tan viejo que se me deshace al hojearlo, pero tiene para mí un valor inmenso.
Mis padres y yo vivimos en la parte de abajo de su casa, durante mis primeros ocho años. Me encantaba estar con ella y por eso me pasaba el día metida en la cocina, “abuela, quiero hacer; abuela, quiero hacer”. Ella me ponía un montoncito de harina encima de la mesa, le añadíamos agua, hacíamos un volcancito… y ahí estaba yo. Siempre a su lado. Amasando mis churros y mis cosas. Me portaba bien y el premio llegaba cuando me dejaba rebañar la bechamel o algunas otras salsas con las manos. Mis primeros recuerdos de una cocina cualquiera están en Heriaga, 15, que era la casa de mi abuela en Getxo (Bizkaia).
Gracias a las redes, ese cuaderno de recetas de la abuela ha viajado en el tiempo hasta el siglo XXI.
Las recetas de mi abuela siguen estando muy presentes en casa. Las más sencillas y las más complicadas. Mi padre, otro súper cocinero, también las pone en práctica. El contenido que publico en mis canales es mucho más que gastronómico. Hay un poco de moda, de entretenimiento, comunicación, y siempre tratando de ser original y atractivo para enganchar a quienes frecuentan las redes. En mi día a día, puedo cocinar cualquiera de las recetas que recomiendo, pero también los platos que se consideran “de toda la vida”.
¿Cuándo entran las redes en tu cocina, o viceversa?
Fue un proceso muy natural. Siguiendo la costumbre de mi abuela, yo también anotaba todas mis recetas. Primero en papel y luego en un blog de cocina, algo mucho más moderno, que además admitía fotos. Me lo pasaba muy bien y enseguida vi que tenía lectores y además me dejaban comentarios y me sugerían que abriera perfiles más profesionales. Tardé un poco, creo que hasta 2013 no tuve Facebook y hasta 2017 mi Instagram era exclusivamente personal.
¿Recuerdas la primera receta que publicaste?
Sí, unos espárragos trigueros envueltos en jamón con huevo poché. Lo hago a menudo, es un plato ganador.
Dime qué par de alimentos serían imprescindibles para ti, en una supuesta entrada en el Arca de Noé.
Llevaría huevos, porque me parecen el alimento más versátil del mundo. Algunos frutos secos, ya sea enteros o en cremas, y queso, mi gran debilidad. El queso es una riqueza. Tiene infinidad de matices y siempre están asociados a distintos lugares.
¿Haces tú misma la compra?
Yo hago la compra, y mi marido se ríe mucho, porque dice que me gusta más hacer la compra que salir de compras. Los mercados son lugares divertidísimos.
¿Miras los precios? ¿Es más caro llenar la cesta con productos saludables?
Yo creo que no, y te digo por qué. Una dieta sana se basa mucho en alimentos asequibles como las verduras o las legumbres. Es verdad que luego le metes proteína animal, que un día puede ser un huevo y otro una pechuga de pollo. Evidentemente es más caro que comprar pizzas congeladas, pero eso sería ponerse en los extremos. Y no, no es necesario limitarse a los productos bio, cuyo precio incrementa la cesta de la compra. Ni tampoco es necesario pasar de cero a cien; se trata de ir dando pasitos y cambiar tu forma de comer con ingredientes que siempre vas a encontrar en un supermercado.
Cuando vas a un restaurante, ¿qué sueles pedir?
Pues lo que más me apetece, al puro disfrute, porque no soy nada talibana. Otra cosa es cuando tienes que comer fuera casi cada día y por obligación. Utilizo los típicos trucos igual que todo el mundo: comer sin pan y tirar mucho de ensaladas. Reconozco además que mis gustos suelen ser saludables. No me muero por un plato de pasta, salvo que esté en Italia, y me fijo mucho en la verdura. En el norte tenemos mucha cultura de productos verdes. También de pescado. Una vez que te acostumbras a comer de una manera concreta, el cuerpo te lo sigue pidiendo.
Comer es tan gustoso que no sé si en la divulgación gastronómica hay lugar para el odio y la controversia, tan frecuentes en redes.
Yo siempre digo que mi cuenta es muy blanquita, porque tocamos asuntos que no dan lugar a mucho hater. Pero como este mundo es tan grande y gente hay de todo tipo, siempre aparece alguno. Es verdad que para mí es de forma anecdótica.
Una receta que se salga de la norma.
La estuve haciendo la pasada Navidad: el roscón. Es una delicia y se come una vez al año. Hay que comer roscón. (Risas). No, saludable, no, pero tampoco comerse uno entero. El sentido común es muy importante a la hora de comer.
¿Y en qué te luces cocinando?
Se me da bien el mundo del salado, y me gustan mucho los guisos. Antes de que me lo preguntes, no me siento muy segura haciendo arroces. No tengo mucha cultura del arroz.
¿Hay ciencia en la gastronomía?
Yo creo que hay fórmulas. Hacer pescado en el horno es relativamente fácil. ¡Qué rico el rodaballo! Pero ahí está el minuto de más o de menos.
No es igual cocinar que grabar mientras cocinas.
Son cosas totalmente distintas. No se trata de publicar una recetita de lo que vas a comer. Sacar un vídeo en redes tiene mucho trabajo, porque hay que grabar de determinada forma, hay que editar, necesitas armar bien el mensaje que quieres dar.
¿Entrarías en uno de esos concursos televisivos donde se cocina con mucho nerviosismo?
No me atraen nada de nada, pero nunca se puede decir “nunca jamás”. No me veo ahí, porque no disfrutaría ni de la cocina, ni de la presión, ni del proceso.
Dime un alimento que no te guste nada, nada, nada.
Soy incapaz de comerme una ostra. Tampoco soy muy marisquera, pero me encanta el pescado.
¿Qué vas a cocinar hoy?
Tengo la nevera temblando. En cuanto terminemos de hablar, me voy a la compra. Cuando no sé qué cocinar, me pregunto: ¿qué verdura comemos? Y a partir de ahí construyo el menú. Voy a comprar una coliflor y la haré hervida, con un sofrito de ajos y un poquito de guindilla. Con la coliflor se hace una masa de pizza muy rica. Es mucho más versátil de lo que cree la gente. Pero me gusta mucho hervida y bien aplastada con el tenedor.
Como cuando éramos pequeñas…
(Risas). Sí.
Inés Basterra tiene dos libros publicados: ‘Come rico, come sano’ (Arcopress) y ‘¡A la mesa!’ (Penguin Random).
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