Inma Porcel, un verano de la familia de los ortópteros

La escritora Inma Porcel.

La escritora Inma Porcel.

La escritora Inma Porcel.

La escritora Inma Porcel.

Inma Porcel acaba de publicar su primer libro de cuentos, Otra vez el grillo anuncia el verano (colección El pez volador, del Taller de Clara Obligado). Carola Aikin publicará en otoño Las primaveras de Verónica (Páginas de Espuma), su segundo libro de relatos. Ambas escritoras han pasado por el Taller de Clara Obligado y en esta divertida conversación telefónica, realizada sin apenas cobertura, desgranan algunas de las claves de Otra vez el grillo anuncia el verano, de quien Clara Obligado ha escrito: “A veces crueles, a veces cómicos, los cuentos de Inma Porcel sorprenden e incomodan, duelen, o hacen restallar una carcajada, se alargan, o rizan el rizo de la brevedad. Los imagino tallados en madera y en blanco y negro, diáfanos como su escritura, con trazos profundos”.

Por CAROLA AIKIN

Inma Porcel está pasando estos días de julio en su casilla, como llama ella a ese pequeño paraíso con su estanque de ranas, nenúfares, papiros y culebra con nombre, con su huerta jugosa y reventona… Inma dedos verdes, con su familia…

–Tengo que reconocer que mi familia es una fuente de inspiración –me dice–. Los tengo a todos aquí conmigo, sentados bajo el olivo. Tengo la espalda partía. Pero estoy feliz.

–Qué envidia, oye, hazme hueco que voy.

–Tú, que aquí hay mucha gente… ¡Dale a la entrevista!

Pero soy desobediente. Abro Otra vez el grillo. Familia, página 103. Leo:

“Aquella afición de mi tía Paca por robar papel higiénico y acumularlo en grandes cantidades, al principio, nos parecía una extravagancia de la edad. Pero cuando mató a su compañera de habitación por cogerle un poco, empezamos a sospechar que tenía un problema. Lo estamos estudiando. Esta familia mía siempre ha sido muy analítica”.

Rompo a reír. A carcajada limpia bajo a prepararme otro café con mucho hielo. ¡Condenada Inma! ¡Y qué calor!

Intento concentrarme: El caso es que La Porcel acaba de salir en la colección El pez volador con su primer libro, Otra vez el grillo anuncia el verano. Y está gustando, gustando… Todo son buenos augurios, y ganaremos cuentófilos, que hacen mucha falta para seguir apuntalando la catedral del cuento. Yo, en el caso de la Porcel, y hablando de catedrales (desde un punto de vista laico y simbólico, claro está, God forgive me) creo, visualizo, la zona de los confesionarios. Esa penumbra, los susurros de los personajes que nos abren sus vidas, sin pelos en la lengua, pero como a medias, igual que lo harían con el cura de sus recónditas parroquias. ¿De dónde saldrán estas gentes?, me pregunto. De un caldero de bruja granaína, me respondo. Y no es que ellas y ellos, incluidos los Its, de género neutro: la gallina Bernarda, uno o dos coleópteros, el niño muerto que en inglés se dicen it si es bebé aún sin nombre, la novia-rana, algún monstruito, un zapato de tacón verde-botella… No es que los personajes de la Porcel quieran ocultar nada en especial, sino que les importa un pito, de verdad, curas y pecados, leyes y normas. Todos o casi todos pertenecen al ámbito de lo amoral. Viven en el margen. Se permiten vivir en ese margen inclasificable porque para ellos la vida no tiene nada que ver con ser normal, o moral, o incluso inmoral. Pero la cosa no queda ahí. La cosa es su inmensa dignidad. Ya lo dijo la autora en una presentación reciente: “La vida es amoral, y yo busco que mis personajes estén vivos. Almas en pena que se equivocan. Y que a pesar de todo sobreviven. Odio la moralina panfletaria en la literatura”.

–Qué bueno, Inma. Un confesionario, ahí bajo los arcos catedralicios, donde siempre hace fresquito… Y nosotros escuchando las voces, imaginando esos espacios agostados que describes, reventados de calor, aunque a veces llueva también. Y de sonido de fondo, un canto de grillos.

Tengo miedo de que se me revuelva con lo de la catedral, que me llame bizca literaria, que… Pero no:

–Yo necesito tocar –responde–, oler a mis personajes, estar en la escena. Espiar desde la esquina. Sorprenderme con ellos. Echarme las manos a la cabeza. Después les pido a mis amigos que me lo lean en alto. Necesito ver cómo suena. Corrijo de oído. Si no lo veo y no suena bien, no funciona.

Obviamente, la bizca literaria es ella. Escucha con un ojo y ve con el otro.

Pero ahí sigo:

–Oye, que en estas treinta y siete historias tienes a la gallina Bernarda, coleópteros, perrillos, pavos, marranas… ¡Ni un grillo!

–¿Cómo que no, si hay todo un cuento dedicado a un solo grillo?

–Ay, no sé. Para mí es un grillo fantasma, como personaje, digo. Y sin embargo no paro de escucharlo…

–¡Como que en ese cuento únicamente canta él!

Myriam Cea, diseñadora de la bellísima portada del libro, ha captado muy bien la cuestión. Nos muestra las sombras de un grillo de patitas largas, de tallos y flores, la hierba, sobre un fondo blanco. La sensación de la llegada del verano. «Unas sombras que según la luz pueden llegar a ser terroríficas. Unas sombras que nos dan la posibilidad de disfrutar de las caras B – como en los discos de antes –, de lo que hay detrás y que muchas veces es lo más interesante, o al menos sorprendente». Así lo explica ella.

Y a Inma le apetecía apostar por esa propuesta editorial que es El pez volador y que ha visto crecer.

–Camila Paz y Myriam Cea me merecen todo el respeto por la profesionalidad, el mimo y la dedicación que ponen en todo lo que hacen.

Creo que se han entendido bien. Creo que este pez va a volar alto y a sumergirse hondo.

–¿De dónde sacas las historias? –le preguntó Carmen Peire en una presentación que se hizo del libro en Collado Mediano (Madrid)–. ¿Te influye tu profesión?

Inma, psicóloga clínica, no tardó en afirmar que su mundo literario y su oficio no se tocaban, que ella no escribía sobre la vida de sus pacientes, ni tenía la intención de hacerlo sobre su propia vida. Se hizo un pequeño silencio en la librería de Herminio Gas. Nadie tosió ni nada.

–Aunque todos sabemos que eso es mentira –añadió–. Uno siempre está escribiendo sobre uno mismo. Pero a mí me parece que el proceso de escritura es como los sueños. Cuando uno sueña con su madre que no es su madre, ni siquiera se le parece y están en un lugar que es su casa y que nada se parece a su casa. Es como un caleidoscopio en el que uno está fragmentado, en miles de pedazos, desdibujado, y es tanto más uno mismo cuanto más se aleja de uno mismo.

Qué hermosas palabras. Son tantas las veces que los escritores nos preguntamos qué significa todo esto de escribir. La Porcel parece tenerlo casi claro:

–Para mí escribir es algo así como fregar los platos después de comer. Es algo que podemos demorar a después de la siesta o cuando sea, Pero sabes que están ahí los platos sin fregar. Que lo tienes que hacer. Y no te quedas tranquila hasta que lo has hecho. Sí, soy una obsesiva, aunque me estoy curando… Aunque reconozco que no sólo es eso lo que me lleva a escribir… Es algo más. Son historias que pujan por salir. Hay que escribirlas.

«Y hete aquí el universo de Inma Porcel, y cuando una termina de leer quiere más». Palabras de Carmen Peire, que siguen así: “Cójase un tercio del llamado gótico sureño americano, sobre todo de la Flannery O’Connor y mézclese con otro tercio de malaje granaíno. Tras agitarlo bien añada otro tercio a base de gotas de Kafka de surrealismo y gotas de hiperrealismo castellano y tendrá como resultado los cuentos de este libro”.

En fin, importante mencionar que todo empieza con un micro que se titula Vida:

“Deambulo como un muerto y de pronto tú, breve como un poema, y entonces todo”.

También que acaba con otro micro, Un último detalle:

“Hoy mi mujer me ha traído flores.

Debo haber muerto”.

Dejar constancia de que la Porcel está escribiendo una novela y un segundo libro de cuentos. Esta autora va a dar mucho que hablar.

Taller de Escritura de Clara Obligado

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