De la inspectora Camino Vargas a la corrupta Sevilla de 1580

La escritora Susana Martín Gijón. Foto: Emilio Morales.

Tras la exitosa trilogía protagonizada por la inspectora Camino Vargas, en la que Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) abordó temas tan novedosos y actuales como la reproducción asistida, el ecologismo o los derechos de los animales, la autora regresa a su ciudad natal con ‘La Babilonia, 1580’ (Alfaguara), una novela histórica ambientada en las postrimerías del siglo XVI, cuando Sevilla era una de las ciudades más importantes de Occidente, pero ya padecía algunos de los males que siguen aquejando a nuestro país, como la corrupción, el poder de las élites o la prostitución. ‘La Babilonia, 1580’, narrada con el intenso pulso narrativo al que ya nos tiene acostumbrados Susana Martín Gijón, está protagonizada por dos mujeres “empoderadas”, de vidas contrapuestas, pero cuyos destinos se cruzan en una historia que nos mantiene en vilo hasta el final de la novela.  

A los seguidores de Camino Vargas se nos hizo duro que ya no haya más libros de la serie. ¿Por qué decidiste cerrar el ciclo? ¿Necesitabas un cambio?

No está necesariamente cerrado, pero necesitaba explorar otros terrenos, y lo cierto es que me ha apasionado este reto de escarbar en nuestro pasado. Sin embargo, situar la acción en la actualidad, como he hecho con las novelas de Camino, me permite ahondar en temas que nos atañen de este momento y lugar, como el trato que damos a los animales o al planeta, o la forma en que nos planteamos tener descendencia. Además, he cogido mucho aprecio a los personajes –aunque a veces no lo parezca–. Sí, creo que volveré en algún momento con el grupo de homicidios de la policía sevillana.

Con ‘La Babilonia, 1580’ es la primera vez que te adentras en la novela histórica, aunque no pierde el aire ‘noir’  y la crítica social. ¿Qué te impulsó a escribir esta historia? ¿Cómo surgió?

Aunque la mayoría de lectores me conozcan por mi trayectoria en el noir, siempre he sido una entusiasta de la novela histórica. Por eso empecé a darle vueltas a la idea de unir los dos géneros, y en La Babilonia, 1580, trato de sacar lo mejor de ambos. De alguna forma, creo que es una evolución. Tiene todos los ingredientes que me han consolidado como escritora: es un thriller muy dinámico, con enigmas que dilucidar y con personajes fuertes, incluso con alguna nota de humor de las que acostumbro a incluir, pero a ello le sumo un contexto histórico y unos hallazgos que espero hagan las delicias de los lectores.

Se ve que hay un proceso importante de documentación. ¿Cuánto tiempo te ha llevado? ¿Cómo ha sido el proceso de escritura?

Durante los dos últimos años he navegado en un maremágnum de información, empapándome de cuanto caía en mis manos sobre el siglo XVI para tener en la cabeza cómo se vivía, se vestía, se hablaba, qué se comía o incluso cómo olía. He recorrido por mí misma los espacios de la novela, las calles que hoy ocupan el emplazamiento de la antigua mancebía sevillana, el que fue cenobio de las carmelitas descalzas en la ciudad, los restos del castillo de la Inquisición o el puerto fluvial que una vez tuvo el control del comercio entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Incluso he navegado en la réplica de un galeón para experimentar cómo se vivía en las naos que cruzaban el Atlántico y cuáles eran los conocimientos de navegación y así reproducir de la mejor forma los escenarios y las sensaciones de mis personajes. Ha sido extenuante, pero también un viaje asombroso. Ahora siento que he crecido como escritora y eso no tiene vuelta atrás, así que estoy satisfecha y muy emocionada a la espera de que las y los lectores conozcan el resultado.

De nuevo regresas a Sevilla, que en aquella época era una de las ciudades más importantes de España y de Europa. ¿Qué simetrías hay entre esa Sevilla/España y la que describes en la serie de Camino Vargas?

Hay bastantes, porque no deja de ser la misma ciudad y una parte de nuestra historia. Era una época de esplendor para Sevilla de la que se conserva una buena muestra en el patrimonio de la ciudad, en esos lugares por los que hoy se desplaza el grupo de homicidios comandado por Camino Vargas, y algunos de los cuales han sido escenarios del crimen en las novelas. Pero vemos también los lastres que arrastramos de ese pasado en las desigualdades entre hombres y mujeres, en la corrupción y la avaricia, en la hipocresía y la doble moral.

O, cómo no, el paralelismo entre los migrantes que acampaban en el Arenal con la esperanza de obtener un pasaje a las Indias y los que en la actualidad se encuentran en la misma situación, la de soñar con un futuro mejor y alcanzar oportunidades vedadas en sus tierras de origen. Hoy se cierran fronteras para no permitir a otros lo que tantos de nuestros antepasados anhelaban y por lo que se dejaron también en muchos casos la vida.

El retrato que haces de la ciudad es muy visual. Has logrado crear la atmósfera del momento, con sus corruptelas, su prostíbulo, el puerto… Desfilan personajes muy variopintos, desde el buscavidas al hidalgo venido a menos… Algunos de ellos están inspirados en personajes reales, ¿no?

Sí, hay personajes ficcionados como Eugenio de Ron, el piloto mayor de la Flota de Indias, o el caballero Veinticuatro Rafael de Zúñiga y Manjón, pero también algunos que forman parte de la historia, como el padre Pedro de León, sor María de San José, talentosa escritora y una de las principales defensoras de las carmelitas descalzas, o la propia Santa Teresa de Jesús.

Y luego están Damiana y Catalina, dos mujeres antitéticas, pero amigas y con un punto en común: la tenacidad y la rebelión, digamos, feminista. Ambas son mujeres que hoy llamaríamos empoderadas… Con una determinación vital, a pesar de que las condiciones para ellas no eran las más propicias.

O precisamente por ello. Por fuerza han de encallecerse dos mujeres que desde muy niñas han tenido que sobrevivir en la orfandad, sin ningún tipo de recurso que no sean las mañas propias. Ese es el caso de las dos amigas. Sin nadie en el mundo más que ellas mismas, al crecer toman caminos en apariencia muy distintos, pero con puntos en común: ambas han logrado subsistir sin supeditarse a un marido, aunque, eso sí, pagando un alto precio. La venta de su cuerpo en el caso de Damiana, la renuncia a su nombre y su libertad en el de sor Catalina.

Con Catalina y la madre superiora has rendido un homenaje a todas las mujeres escritoras; algunas tuvieron que hacerlo a escondidas. Sobrevuela siempre la figura de Teresa de Ávila. ¿Qué significado tiene hoy esta escritora y santa?

Dentro de la invisibilización y borrado que ha hecho de las mujeres el relato patriarcal de la Historia, ella es sin duda una excepción. Ha perdurado su lucha, nos ha llegado su misticismo, su tesón, y sobre todo esa imagen de mujer comprometida que no se arredra ante nada ni nadie. Acusada y perseguida por muchos, incluyendo la Santa Inquisición, siguió ampliando la descalcez, bregando por reducir los privilegios de muchos religiosos e instaurando una visión más humana de la Iglesia.

¿Qué piensas de los críticos y escritores, casi siempre hombres, que cuestionan que se trate de sacar a la luz la obra de mujeres artistas que, en su día, fueron silenciadas?

Supongo que están muy arraigados a sus privilegios y tienen miedo de que se les acaben. Es una cuestión de justicia, pero también de conocer nuestra Historia sin distorsionarla.

Para narrar eliges el presente. ¿Por qué este tiempo verbal? ¿Te resulta más ágil y dinámico a la hora de contar?

Sí, me conecta más con la historia y los personajes, y eso es algo esencial en la fase de la creación.

¿Qué nuevos proyectos tienes en marcha? ¿Vas a seguir con la novela histórica?

Es posible, sí. La escritura de La Babilonia, 1580 ha sido un reto por la implicación que requiere, pero ha merecido la pena. Ahora tengo varias ideas en la cabeza y tengo que decidir por cuál empezar.

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