“Me interesa explorar la cobardía, cómo le echamos la culpa a los demás”

La escritora Fernanda Melchor. Foto: Lisbeth Salas.

No ha cumplido los 40 y la mexicana Fernanda Melchor es ya uno de los nombres en mayúsculas de la literatura actual. Cuando la entrevistamos, acababa de firmar el contrato que llevará ‘Temporada de huracanes’, su segunda novela, a su 36 idioma. Con ese mismo libro quedó finalista del Booker International y se hizo con premios como el Anna Seghers de Alemania o el Internacional de Literatura de Berlín. Con ‘Páradais’, su tercer libro, publicado también con Ramdon House, vuelve a un lenguaje descarnado para explorar la violencia y barbarie del ser humano. Hablamos con la autora sobre su futuro, su oficio y su último trabajo.

Fernanda responde tranquila. Está de promoción y dice que necesita un tiempo para volver a ponerse a escribir. Mientras, disfruta del reconocimiento. “Es muy agradable. Es lo que todo el escritor quiere. Tengo lectores muy entusiastas, muy cariñosos. Pero sí, es difícil escribir con ese peso. Para escribir hay que vaciarse y yo ahora estoy muy llena. Pero sé que en literatura debemos hacer un poco como los futbolistas, tenemos que pensar que estamos solos ante la portería para seguir jugando bien y gestionar esa angustia”, responde franca en una cafetería de Madrid.

Tus dos últimas novelas rezuman violencia. ¿Qué es la violencia para ti?

Fíjate, no tengo tan claro que yo hable de violencia. Cuento historias y esas historias tienen que ver con esa compulsión que tenemos los seres humanos de hacer daño. ¿Sabes? Es que muchas veces hablamos de la violencia en abstracto y acaba volviéndose algo banal. Sí, porque todos somos capaces de ejercerla, todos la ejercemos de alguna manera. Nuestra sociedad está fundada en esas violencias simbólicas y materiales y hay siempre una estructura de poder que lleva a que se ejerzan. De alguna forma, es algo que la biología nos ha permitido para vivir en este mundo. Yo creo que más que de violencia me gusta hablar de la crueldad, que eso es ya eminentemente humano.

Los animales ejercen la violencia para defender su territorio, para comer, para aparearse, pero nosotros somos capaces de cosas que ellos jamás podrían, como torturar, por ejemplo. Y eso sí que me llama poderosamente la atención.

¡La banalidad del mal, Hannah Arendt! Nada más y nada menos.

Me interesa explorar la mente de alguien capaz de llevarle a cometer un acto horrible. Me interesa cómo se gesta la idea, cómo nace el deseo, se administra y gestiona para que una persona acabe cruzando esa barrera y cometa el acto violento. En el caso de Páradais, yo quería que la novela tuviese dos pilares, los que se crean a partir de los dos personajes. Por supuesto que Franco me interesaba; su deseo por la vecina es lo que desencadena todo, pero también quería hablar de esa banalidad del mal de un personaje que en principio es normal, alguien que acaba en esa violencia sin haber tenido ese deseo genuino de ella.

Me interesaba explorar la cobardía con que a veces encubrimos las cosas, me interesa cómo le echamos la culpa a los demás y cómo muchas veces acabamos normalizando lo que no lo es. Ahí me refiero, por ejemplo a esa idea que tiene Polo sobre la relación entre los sexos. Para él, los hombres y las mujeres están en una lucha perpetua de dominación y subyugación y en su espacio, los hombres tienen que estar por encima de una forma natural. Y como él es dominado por las mujeres, él es profundamente infeliz. Está frustrado. Para él eso es normal y eso, que está muy soterrado, es muy violento. Por eso creo que la novela está más enfocada desde su perspectiva. Porque el otro caso podría ser algo hasta patológico, un trastorno mental incluso, una obsesión que lleva a esa violencia. Eso existe y es minoritario. Mayoritario son todos los Polos de este mundo que, aparentemente llevan vidas normales y son capaces también de violencias extremas.

En tus textos también hay otra violencia, la del lenguaje.

Sí. Y eso es un riesgo, un riesgo intencionado porque busco narrar con crudeza lo que sucede, el sinsentido, lo gratuito y estúpido de lo que ocurre. Por eso ese lenguaje misógino.

También tienen mucho de cinematográfico. Vomitas imágenes.

Sí. Es que yo quería que Páradais fuese una novela corta, precisa, concisa y densa. Quería que leer el libro fuese una experiencia similar a una película que puedes consumir en tres horas aunque requiera de ciertos arrestos para poder soportarlo. Habrá gente que en el primer párrafo diga: “Mira, yo no quiero leerlo. Me angustia”. Pero es parte de lo que yo quería. Me gustan las lecturas que toman al lector y no le sueltan. Además los escritores competimos con tantas cosas. Tantas distracciones. Escribir así es un poco emular ese enganche audiovisual de las series. Yo busco que mis libros generen adicción.

Tú, además de periodismo, profundizaste en la academia en realismo literario.

Sí, hay algo en el realismo que me gusta. Por dos cosas: para empezar, soy una escritora que me gusta hablar del presente. No tengo miedo si mis libros hacen referencia a la realidad, a lo que pasa en México. Y por otro lado, me interesa que la construcción del lenguaje tenga la textura y las palabras que los personajes usarían. Ahora, el problema, el riesgo es que hacerlo así pueda resultar caduco o tan acotado que se vuelva incomprensible para los demás. Pero, bueno, de Temporada de huracanes acabo de firmar la traducción al lenguaje número 36.

¿Qué supone ese reconocimiento?

Es como un sueño. Quieres que te pellizquen porque a nadie le pasa. Una escucha y lee: “Ha sido traducido a 55 idiomas”, pero en realidad nunca esperas que eso te pase. Yo quería demostrar como escritora lo que podía hacer en términos de lenguaje, de estructura, de historia y de llegar, sobre todo, a lo profundo. Sé que mis libros a veces no son agradables de leer. Hay gente que lee para tranquilizarse, porque quiere creer en un futuro, en el amor. Mis libros no son para eso; son más bien para desencantarse y perder la esperanza.

Tú escribes, ¿para qué?

Yo escribo para entender. Yo escribo porque me gusta perderme en esas ficciones y encontrarme.

¿Qué te dieron los estudios en Estética y Arte que cursaste tras hacer periodismo?

Vengo de una familia de clase media, que además, como yo, era muy realista. Pensamos que vivir de escribir en México, y diría que también en Europa, es un sueño guajiro. Y como yo siempre quise ser escritora, pensé que necesitaba un oficio. Porque lo que no quería era ir a una escuela de Letras y que me dijeran qué leer, cómo leerlo y hacer una tesis de un escritor al que terminase odiando. Para mí la literatura es un espacio de libertad. La lectura también. Por eso estudié Periodismo. Lo que pasa es que después fui a por una maestría. Quería vivir de algo y vi una buena oportunidad en estudiar Estética y Arte.

Hice mi tesis sobre un fotógrafo criminal, Enrique Metinides. Un fotógrafo periodístico de sucesos que durante 40 años retrató en la ciudad de México toda clases de crímenes, hechos sangrientos, catástrofes y que ahora es considerado un artista contemporáneo. Logré combinar periodismo, arte y narrativa. Mi tesis habla de cómo ese hombre construye historias a través de su fotografía.

Páradais… podría ser una crónica.

Sí. Hay mucho de eso. Yo no sería escritora sin haber sido periodista. Creo que mi interés por el presente, por ir directo con el lector y por generar interés viene de eso. Como periodista, tú no te puedes dar el lujo de empezar flojo y después mejorar. Porque el que lee un periódico o una revista a las dos frases que se aburre, se va. Eso lo aprendí del periodismo, un oficio que además te enseña a mirar, a ver y a poner en palabras.

Dices que quieres dejar de escribir sobre violencias para entrar en otros temas. ¿Qué estás pensando?

Sí, es algo que he pensado, pero no estoy muy segura. Lo que pasa es que me interesa la literatura que deja una herida y eso lo puedes hacer incluso con ternura. No necesitas hablar de asesinatos y pobreza. Puedes escribir una historia tan dulce que te deje marcado.

 

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Comentarios

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 10 octubre 2021

    Acabo de leer un texto de Alba Rico. Volcanes. Ahora leo, Lula, el tuyo. Y me ocurre lo que intento comentar aquí. Y lo que intento comentar es precisamente lo que me ocurre, una ocurrencia, no más. Lo de más, lo que más importa es que de la lectura de ambos textos se siga el que tan solo una ocurrencia sea lo de menos al tiempo de lo que más.
    Entre naturaleza y cultura, qué menos a decir, qué menos a decir de su diferencia, pero a San Francisco de Asís no le quites su pobreza. Muere o te mata. Bien sabía, como lo sabes tú, lector, que las hermanas florecillas o los hermanos gorriones ni te dan ni te quitan nada.

    • Lula Gómez

      Por Lula Gómez, el 11 octubre 2021

      “A Borges le preguntaron ¿para qué sirve la poesía y contestó con más preguntas: ¿Para qué sirve un amanecer? ¿Para qué sirven las caricias? ¿Para qué sirve el olor del café? Y cada pregunta sonaba como una sentencia: sirve para el placer, para la emoción, para vivir”.

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